2º Domingo de Adviento. Ciclo A
Por: Paky Lillo. Vita et Pax. Alicante
La aceptación de María a la propuesta de Dios da pie a una novedad, a una nueva familia, no a una familia nacida dentro de una religión sino a una familia corriente, como la nuestra, diciéndole el ángel que ese hijo es hijo de Dios y será el nuevo salvador.
Una salvación que no tiene por qué referirse solo a la salvación eterna sino a una salvación, a una liberación de todos los males y de las situaciones complicadas con soluciones negativas para el bien común que todos y cada una padece.
Pero para llegar a esa salvación Dios necesita de la colaboración de todos, somos necesarios para Dios; pero si no escuchamos su Palabra, si no nos fiamos de ella, no podremos actuar en nuestra vida como María lo hizo, a pesar de no comprender del todo lo que Dios le estaba pidiendo.
Y María educa a Jesús junto a José para que sea como todos los hombres, hijo de mujer, un hijo que será fruto del Amor de Dios que le infundirá su Espíritu para que no sea cautivo de esa historia de tradiciones y mentiras; el Espíritu le infundirá la fuerza de Dios Padre.
Una fuerza de salvación y renovación de su “Ser de Padre misericordioso, que da Vida y trabaja por la Paz”
El Espíritu de Dios no solo le revela que va a tener un hijo que salvará a la humanidad, sino que la llena de su Amor, un Amor que hará que Jesús no se contamine de esa larga tradición de injusticias y opresión, un mundo de desigualdad y pobreza, de falta de dignidad y de amor por los demás. María criará a Jesús, de hecho es ella la que impone el nombre a su hijo, a pesar de las tradiciones.
En ese Hijo de Dios y de mujer comienza a cumplirse la nueva alianza de proponer al Hombre crear una nueva Humanidad que puede vencer a la vieja alianza, que puede convertir la religiosidad en una espiritualidad que dé Vida para todos y con ella nazca la Paz.
En este tiempo de Adviento nos preparamos para el nacimiento de Jesús y recordamos la importancia de la mujer en la creación de la nueva alianza. A Nicodemo Jesús le dice que tiene que nacer de nuevo, a nosotros nos da la oportunidad de que renovemos el nuestro.
No podemos nacer de María de nuevo, pero, María nos dice que debemos ser nosotros esa muestra de la nueva Humanidad y con ello demostremos que aún es posible que el fruto que damos sea el Amor de Dios.
Que nuestra casa sea esa casa de Nazaret en la que se escuchó la Palabra de Dios, se aceptó su propuesta de un nuevo mundo y se vivió esa creación con total confianza en el Padre. Y es en la fidelidad de Jesús donde vemos cómo llegó a convertir a otros, en hombres y mujeres Nuevos. Nosotros también podemos. Empecemos de nuevo.
¡Feliz re-nacer!