Dios Es Más Grande que Nuestros Miedos

Dios Es Más Grande que Nuestros Miedos
Domingo XXXIII del TO
Por: M. Carmen Martín. Vita et Pax. Pamplona.

Textos Litúrgicos:

Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31
Sal 127
1Tes 5, 1-6
Mt 25, 14-30

Dios Es Más Grande
que Nuestros Miedos

 

Terminamos el año litúrgico con la invitación a superar el miedo para ser capaces de poner en común nuestras capacidades, al contrario que el empleado que esconde su talento. Ciertamente, pocos sentimientos hay tan naturales como el miedo. Sentir miedo, padecerlo, pensar en el miedo… es algo inherente a la vida humana. Todo ser humano siente miedo. Todos sin excepción. Es muy difícil no tenerlo ante amenazas desconocidas o realidades cotidianas que no solo nos crean incertidumbre, sino también temor.

Sin irnos a situaciones límites de guerras, hambrunas o desastres naturales, cuántas familias, por ejemplo, se enfrentan a un entorno laboral que les hace vivir completamente al día, sin poder afrontar ningún gasto imprevisto y con el temor a que el desempleo destroce la frágil economía. O qué decir de esa situación tan repetida de encontrarnos en una consulta médica y que empiecen a hablarnos con esos términos raros y poco tranquilizadores y que evocan que, a partir de ahora, nuestra vida va a ser diferente.

Reconocer ese miedo no es algo negativo. Tener miedo no es malo, y no es peor creyente quien lo siente. El problema del miedo es que tiene un elemento paralizador que estamos llamadas a superar. Para las personas creyentes la clave en esa superación del miedo es que no estamos solas. El miedo se vence con la conciencia de una presencia que nos habita y nos dice: “yo estoy contigo”.

Estas palabras son una invitación a confiar en Dios que está siempre con nosotras, aunque no nos exime de un trabajo personal grande. No quita la causa de nuestro miedo, sino que nos ayuda a atravesar la situación mostrándonos que está con nosotras, a nuestro lado.

Ser consciente de la presencia de Dios ahuyenta el miedo y nos permite enfrentarnos con aquello que puede llegar a angustiarnos. Dios es el pastor que nos ayuda a atravesar esos valles en los que nuestra vida está en peligro. Como dice San Pablo en la carta a los Romanos, no hay ningún miedo que nos pueda separar de Dios (Rm 8,39). Si vivimos sin esa confianza, el miedo no nos va a dejar ser auténticas y libres. Puede convertirse en una cárcel al quitarnos la libertad.

La clave es descubrir que hay un amor más grande que nos sostiene; entonces todo se vuelve posible. Es vivir la experiencia del vínculo de no estar solas. Las circunstancias adversas nos descolocan, porque alteran nuestras vidas cotidianas pero, precisamente, cuando más descolocadas nos sentimos, más se puede reavivar la unión con Dios. Dios es más grande que nuestros miedos.

Utilizamos cookies propias y de terceros, para realizar el análisis de la navegación de los usuarios. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí. ACEPTAR
Aviso de cookies
Translate »