Domingo. Bautismo del Señor
Por: Teresa Miñana. I.S. Vita et Pax. Valencia
Textos Litúrgicos:
Is 42, 1-4.6-7
Sal 28
Hch 10, 34-38
Mc 1, 7-11
Dios Está Entre Nosotros
Todavía estamos saboreando la Navidad. Hemos celebrado con agradecimiento que Dios está entre nosotros. Hemos tenido celebraciones litúrgicas al respecto, pero también hemos tenido celebraciones familiares que nos han dado felicidad, alegría y calor en el corazón. Ahora damos un paso más en el conocimiento del Señor que nos lo aporta la liturgia de la fiesta el Bautismo del Señor.
Las tres lecturas de este domingo nos hablan de la presencia y acción del Espíritu en Jesús y en cada uno de nosotros al ser bautizados.
Por medio de Isaías, nos dice el Señor: Mirad a mi siervo, sobre El he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones, para que abra los ojos de los ciegos. Saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas. Efectivamente así conocemos la misión que Dios Padre, le encarga a Jesús y así reconocemos la tarea a la que Dios Padre de todos los bautizados nos invita para poder identificarnos con Jesús.
Para realizar esta misión no estamos abandonados a nuestras propias fuerzas pues sabemos que el Espíritu de vida está en nosotros, igual que en Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Así, en los Hechos de los apóstoles, nos dice Pedro que Jesús pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos, porque Dios estaba con Él. Sí, Jesús pasó haciendo el bien y así tenemos que vivir nosotros haciendo el bien a todos aquellos que describe el juicio que Dios hará al final de los tiempos: los hambrientos, los sedientos, los forasteros, los enfermos, los encarcelados, es decir a todos aquellos que tienen necesidad de salir de la opresión de las injusticias que les impiden vivir la dignidad del ser humano.
Dios nos llama a ser seguidores de su Hijo y a realizar su misma misión: demostrar la justicia de Dios y llevando su luz, pero aquí hay un gran esfuerzo que hacer: permitir que su luz brille en nosotros para poder demostrarla a los demás, no sea que estemos listos para dirigir el mensaje a otros y que el mensaje no cambie nuestras vidas, mediante una profunda conversión.
El relato del bautismo intenta concentrar en un momento lo que fue un proceso que duró toda la vida de Jesús. Es muy probable que Jesús fuera discípulo de Juan y quizá formó parte del grupo de seguidores. Solo después de ser bautizado, desde su propia experiencia interior, trasciende el mensaje de Juan y comienza a predicar su propio mensaje. Jesús completamente humano tuvo que ir aclarado y comprendiendo sus ideas.
El bautismo narra la auténtica conversión de Jesús. Hoy celebramos el verdadero nacimiento de Jesús, y este sí que ha tenido lugar por obra del Espíritu Santo. Dejándose llevar por el Espíritu se encamina él mismo hacia la plenitud humana, marcándonos el camino de nuestra propia plenitud, pero solo naciendo de nuevo del agua y del Espíritu podremos desplegar todas nuestras potencialidades humanas. Este proceso no termina nunca.
La manera de narrar el hecho del bautismo puede confundirnos porque ni Espíritu visible, ni voz audible, ni cielo rasgado, todos estos fenómenos son imágenes para comunicarnos verdades teológicas que nos lleven a la comprensión de Jesús. El Espíritu actúa siempre silenciosamente, sin ruidos, sin aspavientos, desde dentro.
El bautismo deja claro que el motor de toda la trayectoria humana de Jesús fue el Espíritu, y también podemos afirmar que la presencia de Dios en la historia se lleva a cabo a través de su Espíritu.
El Espíritu de Dios ya estaba en Jesús desde siempre. Como está en cada uno de nosotros.
Recemos hoy, con gran fe, poder descubrir esa presencia para experimentar que nacemos del Espíritu.
Agradezcamos esta realidad maravillosa.