Dios no defrauda. Jesús tampoco

3er Domingo de Adviento, Ciclo A

Por: MaJesús Laveda. Vita et Pax. Guatemala

A este tercer domingo de adviento se le llama también domingo gaudete o de la alegría. Y tiene sentido porque las lecturas de este día nos invitan a una espera gozosa en la venida de Jesús.

Estamos necesitados/as de buenas noticias. Nuestro mundo, en cualquier parte del planeta, sufre de tantos modos. Nuestros pueblos y sus gentes viven la violencia, la insolidaridad, el hambre y la pobreza, la exclusión; nuestra iglesia, nuestras comunidades estamos cansadas de tanto dolor e injusticia. Nuestra casa común se desmorona y el desánimo nos llega al corazón. Pero el profeta nos invita a mirar nuestra realidad con ojos nuevos, a creer en lo imposible, a ver el yermo cubierto de flores, al ciego recuperar la vista al sordo el oído y al mudo cantando las alabanzas de su Dios misericordioso, que no quiere la muerte de sus hijos/as, sino que vivan una vida abundante y plena.

Mirando a nuestro alrededor, vivimos el desánimo y la impotencia. Pero de nuevo surge la voz  del profeta para gritarnos, ánimo, no teman, Dios no nos abandona. Nos recuerda que Dios es fiel a su palabra y hace justicia a los/as oprimidos/as.

Hoy se nos invita a ser pacientes y aguardar la venida del Señor, a pesar de todo, siguiendo el ejemplo del sembrador que siembra con la esperanza de que la tierra, con sus cuidados, esperando las lluvias tempranas y tardías, la tierra dé buenos frutos. Y aquí hay una llamada de atención: el sembrador hace su parte y confía plenamente en que Dios hará fecundo su esfuerzo. Se nos invita a una espera activa, a decir con nuestra vida, gestos, actitudes, compromisos, que creemos en un mundo diferente, en una sociedad inclusiva de iguales, donde la verdad, la justicia y la paz, se den la mano.

Jesús hizo eso durante toda su vida. Confiar en su Padre Dios, llevar adelante con sus gestos y acciones sanadoras la tarea del Reino y contagiar esperanza a quienes más la necesitaban.

Juan, que oye hablar de Jesús, reconoce algo especial en él. Juan también esperaba el cumplimiento de la promesa y envía a sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro? Su mensaje denota urgencia, necesidad de confirmar lo que su corazón intuye.  Jesús  responde con la vida: “los ciegos ven, los cojos andan, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”. Es el cumplimiento de la palabra dicha por el profeta.

Juan espera un  Mesías poderoso, que se imponga por la fuerza. La respuesta de Jesús lo descoloca. No eran esas sus  expectativas.  A menudo, tampoco son las nuestras y  quisiéramos que respondiera condenando a quien lo rechaza. ¿A qué Mesías esperamos hoy?

Dios es un Dios de vida, no defrauda.  Jesús tampoco. Y confirma a Juan en su misión de profeta del Reino. Pero, como Juan, también nosotros/as hemos de  poner manos a la obra y preparar el camino de su venida. No solo con la palabra, sino con gestos liberadores, fraternos, amando y generando vida. Con esfuerzo, con esperanza porque  Dios no defrauda. Jesús tampoco.

 

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