V Domingo del TO
Por: Teresa Miñana. Vita et Pax. Valencia
Dios resplandece en sus obras
Si contemplamos la realidad que nos envuelve, tanto a nivel social como político, como ecológico podemos afirmar que las tinieblas nos envuelven, que difícilmente podemos encontrar espacios de claridad y de esperanza.
En esta situación que se alarga en el tiempo llegan a nosotros las lecturas de este domingo que nos alegran el corazón y nos llevan a la esperanza y al compromiso personal y social.
Primeramente, Isaías nos ofrece un texto que nos recomienda unas actuaciones con el prójimo que permitirían restablecer la justicia social, la armonía y la paz entre las personas: dar pan, techo y vestido significa devolver la dignidad al hermano que tenemos cerca o lejos.
Estas actitudes y estas acciones ofrecerán la luz y eliminarán las tinieblas de quienes las realizan.
Siguiendo el tema de la luz, el evangelio nos ofrece un imperativo: “brille vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos”.
Dios resplandece en sus obras. Dios es luz para nosotros. La luz es Jesús, no solo sus palabras, ni mensaje, sino todo Jesús, su manera de actuar, sus criterios, valores, comportamientos: ahí resplandece el Espíritu.
Pero hay que prestar atención y no caer en la trampa: los cristianos somos más aficionados a deslumbrar que a iluminar. Podemos cegar a las personas con excesivas transcendencias y hacemos inútil el mensaje de Jesús para iluminar la vida real de cada día. Preferimos avasallar con nuestras verdades y normas absolutas en vez de ayudar a los demás, en su ámbito, a encontrar el camino que le haga crecer partiendo de su situación real.
La luz que podemos tener es la propia luz que recibimos del Señor, así lo dice el salmo: “el Señor es mi luz” y esa luz también tiene una finalidad: denunciar las tinieblas y comprometernos a eliminarlas con todo el bien que podamos hacer. El bien que hagamos a los demás es la luz que entregamos y la invitación que ofrecemos para que también hagan ese bien a otros. El bien es un factor multiplicador de alegría y dignidad.
Nuestras obras buenas de cada día darán cuenta de nuestra fe y promoverán esperanza que tanta falta hace en el mundo de hoy.
Pablo en su carta a los Corintios nos dice cuáles deben ser las actitudes del evangelizador: no debe exaltarse a sí mismo y no puede olvidar que es solamente un mensajero, debe reconocer sus debilidades y confiar en el respaldo que le ofrece el propio Dios. El poder del mensaje del evangelio se refleja en la vida del mensajero y no en su elocuencia.
Pablo habla de que su único conocimiento es Jesucristo y Jesucristo crucificado. Este mensaje nos hace temblar y tener temor por si no sabemos poner toda nuestra vida en este empeño. Proclamar el evangelio es un gran privilegio, pero también es una gran responsabilidad.
La cruz es el mensaje, el único que puede transformar nuestros corazones y eliminar las tinieblas que tanto nos acechan. La cruz es la verdadera esperanza.