Donde está tu tesoro allí está tu corazón

Donde esta tu tesoro alli esta tu corazon

Domingo XIX T.O. Ciclo C

Por: Cecilia Pérez Nadal. Vita et Pax. Valencia.

Adentrados en la más agobiante canícula, vivimos un verano lleno de situaciones dolorosas pero también de otras gozosas; cara y cruz de la vida que nos sorprende cada día porque la luz y la oscuridad son alternancia invariable, pero cara y cruz sostenidas por lo único que nos hace fuertes en nuestra fragilidad: la presencia de Dios y el gozo de nuestra pertenencia al “pueblo de su propiedad”, pueblo al que todos somos invitados con la puerta abierta por quien nos ha ofrecido los frutos del Amor.

Domingo donde la fe es elemento que subyace en este libro de la Sabiduría de la primera lectura; fe y esperanza por la certeza de una promesa. De entonces y de ahora es esta certeza, de entonces y de ahora la dicha de la pertenencia “al pueblo que el Señor se escogió como heredad”

Y en el Año de la misericordia un salmo que nos habla de misericordia, de la misericordia del Señor y de nuestra esperanza en ella. Es mi gran seguridad, la que me sostiene y me hace fuerte, como decía hace un momento, en medio de mis debilidades; porque cuando estoy débil, entonces soy fuerte, me repite siempre Pablo.

El Papa Francisco acaba de proclamarla como cualidad esencial del Amor de Dios y reto y objetivo para poder vivir la fraternidad.

Y volvemos a la fe y  a la esperanza en la segunda lectura de la carta a los Hebreos que nos trae a reflexión la figura de nuestro Padre en la fe, Abrahán, que sale, sin chistar, de su tierra y de sus cosas. ¿Es posible?  Y, más aún, camina y camina sin saber adónde…

¿Por qué Abrahán, me pregunto, estaba construyendo sobre roca?, ¿será por su firmeza en creer una promesa a todas luces inverosímil?

Ahí están, él y sus descendientes, caminando y caminando, sin ver pero seguros de quién se fiaban.

Es impresionante y éste es el mismo motor que hoy nos hace caminar y trabajar ansiando un mundo mejor y una patria definitiva.

Ah!, es lo mismo de entonces.

¿Y qué si alguna vez desfallecemos? ¿Y qué pasa si alguna vez miramos atrás? Nuestra fragilidad es patente, evidente, la mía y  la de todos…

Como patente y evidente es la Palabra en que fundamentamos nuestra vida.  ¡Qué descanso!

Y llegando al Evangelio según Lucas veo que lo primero que hace en esta perícopa es ofrecernos un regalo. No es Lucas, es Jesús.

¿Qué regalo?  EL REGALO DEL REINO.

Aunque, bueno, con unas condiciones:

La primera es saber dónde hemos de poner nuestro corazón, dónde está nuestro tesoro. Una pregunta para descender a lo más profundo de nosotros mismos.

La segunda es vivir la vida con unas actitudes imprescindibles: generosidad, vigilancia, fidelidad y responsabilidad.

El texto es bien claro, las parábolas que emplea Jesús nos ayudan a entenderlo.

Y este regalazo, ¿nos lo vamos a perder, me lo voy a perder?

Vuelvo a mi interior y me encuentro conmigo misma y me digo: si todo esto me lo creo, ¿cómo no gustar y vivir la vida? ¿cómo no entregarla? ¿cómo no sentirme peregrina, caminando un camino cuyo final es Promesa segura?.

Y nunca sola. Juntos, los cristianos podemos ser “voz” para que otros se enteren.

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