El Adviento como Camino

El Adviento como camino

El Adviento como camino

Retiro: Por: M. Carmen Martín. Vita et Pax. Rwanda

Llega el Adviento; este año con la invitación a vivirlo en camino. Nos invita a acompañar a María en el primer Adviento de la historia y el Evangelio de San Lucas será el encargado de marcarnos el ritmo de la marcha.

Intentaremos despojarlo de aires románticos y dulzones, de cuentos infantiles y luces artificiales para poder vivirlo desde la hondura. Para ello, Lucas empieza introduciéndonos en la época en la que se desarrolla nuestra historia, eran tiempos del emperador Augusto, la era imperial romana, cuando se imponen las duras exigencias de un censo. Es una historia de opresión y de injusticia que se va a concretar para María en tributo, desplazamientos forzosos, rechazo y pesebre.

Al contexto social se une su situación personal. No fue fácil la opción de María; desde el primer momento le cambió y le complicó la vida. Su ‘sí’ la va a llevar a convertirse en blanco de murmuraciones y sospechas; a vivir sin saber; a guardar en su corazón cosas que no siempre comprende; a lanzarse por caminos de mujeres y de partos.

En esta tremenda y hermosa historia, de la que nosotras también formamos parte, necesitamos ubicarnos bien. María va a dar a luz al Mesías, sí, pero un Mesías que no es un líder todopoderoso, fuerte y triunfante, sino un hombre que, desde los márgenes, la pequeñez y el fracaso demuestra que lo humano más auténtico no radica en el poder sino en el amor… Un Mesías que al lado de María aprende a descubrir la fuerza de lo pequeño, lo sencillo y lo débil.

Este Adviento 2021 nos invita a volvernos hacia nuestro interior y descubrir la venida de Dios a nuestras vidas hoy, a nuestro Nazareth personal, es decir, allí donde vivimos y convivimos y en la situación en la que cada una se encuentre. Este Adviento 2021 nos invita a reconocer la vida vulnerable de Dios alumbrándose en medio de los poderes de turno -augustos, herodes, quirinos, pandemias…- a través de una sencilla mujer, María.

  1. María la de Nazareth. En el Adviento como camino

“El nombre de la doncella era María”, así la presenta el evangelio de Lucas (Lc 1,27). No cabe mayor sencillez. Los textos nada nos dicen sobre su lugar de origen. Ni sobre sus padres. De pronto, aparece en Nazareth, convenida en matrimonio con un hombre llamado José.

María está prometida a José, el artesano, pero de acuerdo con los usos matrimoniales judíos, todavía no se había mudado a la casa de él para hacer vida juntos (Mt 1,18). Ella es una mujer de su tiempo y, como en muchas sociedades injustas, antiguas y modernas, su destino está fijado de antemano: un marido, tener hijos, una vida de duro trabajo cocinando, cosiendo, trayendo agua, cultivando la tierra…

Es joven. El término griego que emplea Lucas se refiere a una muchacha de catorce o quince años, lista para casarse con José. Un año de noviazgo oficial que concluiría con una gran fiesta que duraba toda una semana.

Pero María está preparada para algo más. Tiene un corazón curioso y lleno de deseo. Vibra de pasión por la vida. Es inquieta e impaciente. Tiene sus propios sueños e ideales como  adolescente, como una joven más. Y, en un momento determinado, Dios irrumpe en su vida; en la vida de esta sencilla y anónima mujer.

Estos acontecimientos ocurren en Nazareth. Nazareth es una aldea que se sitúa en los límites de Israel, de unos trescientos habitantes, un pueblo perdido en las colinas de Galilea. La vida allí es dura. El hambre y la escasez son habituales entre sus gentes. Nunca aparece mencionada en los libros sagrados del pueblo judío. Es un territorio sometido por la gran potencia del momento, Roma. María no conoció ni a César Augusto ni a Tiberio, que no pisaron nunca su pequeño país, sin embargo, oyó hablar de ellos y pudo ver su imagen grabada en algunas monedas. A pesar de su juventud, sabía muy bien que dominaban el mundo y eran los dueños de Galilea.

La política romana tenía costumbre de gobernar los territorios sometidos por medio de soberanos nativos, eran estos quienes, en su nombre, controlaban directamente a los pueblos, a veces de manera brutal. Entre ellos, Herodes el Grande fue sin duda el más cruel, aunque su hijo, Herodes Antipas, no le fue a la zaga. María sufriría directamente las consecuencias de la crueldad de ambos que deseaban, desde el inicio, la muerte de su hijo (Mt 2,13-23; Lc 23,1-12).

Dios se va a encarnar no en el gran imperio del momento, el romano, ni en una gran ciudad como Roma, Atenas o Corinto, sino que se fija en un territorio ocupado militarmente. Y, en este país, no elige la capital, Jerusalén, sino Nazareth una aldea minúscula en el campo, fuera de las rutas comerciales. De donde nadie espera que pueda salir algo bueno (Jn 1,46); esta es la impresión que se tenía del pueblo de Jesús y de sus habitantes.

Reflexión

Contemplo ‘mi Nazareth’: todas las veces que he considerado el lugar en el que vivo, mi propia Institución, las personas que componen mi grupo o mi familia, yo misma, mi carácter, mis manías, mi vejez, mi enfermedad… como algo negativo, como un obstáculo que impide que me pueda suceder algo bueno. Y, contra todo pronóstico, contemplo, con admiración y gozo, cómo Dios viene a mí, hoy, en este lugar y en esta situación concreta.

 

  1. La llamada (Lc 1,26-38). que Dios hace para comenzar el Adviento

Dios le pide a una adolescente que le ayude a salvar el mundo, le pide a María que se convierta en la puerta de entrada para Dios en la historia y que sea la madre de un hijo especial. El escenario de la llamada no es el templo con su culto, sino su propia casa, un espacio femenino, en la aldea.

María escucha. No comprende mucho, pero entiende que esto le va a cambiar la vida. Que se la va a poner patas arriba. Un triple salto mortal. Tendrá que darle explicaciones a José, a sus padres, a los vecinos… Además, ¿qué tiene que hacer ella con este niño? Muchas preguntas, muchas dudas, mucho miedo… Pero María acepta la misión y lo hace de forma consciente, no se deja llevar, asume las riendas de su vida. Por eso, aún en el riesgo de lo desconocido, planifica, pregunta, piensa…

María pregunta “¿Cómo será eso?”. Es joven, pero no es tonta o ingenua. Aún no ha tenido relaciones íntimas con José, ¿entonces? Su intuición, desde la fe, le dice que todo se aclarará, que para Dios no hay nada imposible.

María ha recibido el anuncio de su misión, pero Dios siempre nos deja libres. Nos deja total y respetuosamente libres; no se va a ofender si le decimos que no. Y María dice sí. Por aquel “sí” vino Dios al mundo. Por aquel “sí” conocemos el verdadero rostro de Dios. Por aquel “sí” estamos salvados. Por aquel “sí” celebramos este Adviento del año 2021…

El ángel se fue, nos dice Lucas. Ahora María está sola. Y, aunque siempre contará con la presencia discreta de José, lo seguirá estando durante toda su vida. Es la soledad de la misión. Sola, al día siguiente por la mañana, cuando al levantarse se preguntó si no habría tenido un sueño absurdo. Sola cuando trató de explicarle a un perplejo José qué es lo que estaba sucediendo. Sola cuando tuvo que dar a luz fuera de casa, en Belén, porque un emperador narcisista había decidido contar a sus súbditos…

Es verdad todo lo dicho de María: que es una joven de la aldea como otra cualquiera, que vive en un lugar insignificante, que su vida la deciden otros, que va a tener un niño especial que traerá consigo muchos problemas con los que enfrentarse… Sin embargo, a pesar de todo, María vive la historia de amor más grande que pueda imaginarse. Y ese amor de mujer, de madre, de discípula… contribuyó a la salvación del mundo entero.

Nos cuesta ponernos en la piel de esta joven, en parte, porque, con el tiempo, hemos recargado tanto su historia, que hemos acabado por volverla irreal, lejana, etérea. Pero María es una muchacha real, fuerte, resuelta, convencida y con una fe arraigada en sus entrañas. Una mujer que tiene que enfrentarse con la vida que lleva en el vientre, que no se rinde ante las dificultades, que pone su vida al servicio de la Vida. Una joven con los pies en el suelo, que cambia sus proyectos en función de lo que le va a suceder.

Reflexión

Contemplo las decisiones que, como la de María, han cambiado mi vida. Renuevo el sí que un día le dije a Dios y hoy le sigo diciendo.

 

  1. De Nazareth a la montaña de un pueblo de Judá (Lc 1,39-45). Un Adviento en camino

De Nazaret, María se encamina con prisa hacia otras tierras; va a ir más allá de los límites de su seguridad. ¡Isabel la necesita! Pero para llegar hasta ella, el viaje será agotador. Curiosamente el texto evangélico no da noticias sobre ciudades o pueblos, si bien una tradición antigua ha identificado el lugar de la visitación en un barrio a unos ocho kilómetros de Jerusalén, llamado Ain Karem que significa «viña fecundada por una fuente perenne».

María se pone en camino a visitar a su prima Isabel. Debido a sus embarazos, las dos se encuentran fuera de la norma social, de lo establecido. Isabel es demasiado mayor para concebir y María está embarazada sin mediar matrimonio. Ambas debieron sentir no sólo alegría en el abrazo, sino también la conmoción y las dudas ¿qué va a ocurrir? ¿cómo nos las vamos a arreglar?

Isabel es la prima a la que María acudió, prometida, sí, pero soltera, y embarazada “antes de estar juntos” José y ella. Esta situación es un problema de gran envergadura, tanto religioso como social. Estar embarazada sin casarse en la comunidad judía de la época no era simplemente arriesgarse al rechazo o a las habladurías, sino a la muerte (Dt 22,20-27). Había, con certeza, que mantenerse a distancia. Pero Isabel admitió a María en su casa sin hacer preguntas y sin pronunciar condena alguna. Isabel acoge a María tal como es y tal como llega y supo descubrir la bondad que la habita. Lo admirable de Isabel es la confianza sin ningún tipo de juicio o prejuicio que tiene en María.

De esa manera, las dudas y miedos de María se han transformado en alegría y ella puede expresarla abiertamente (Lc 1,46-55). María no va solo a ayudar a Isabel; precisa que ésta, desde su experiencia le diga: ‘adelante, que esto es de Dios’. Necesita que Isabel la confirme y la bendiga. Y, a su vez, Isabel necesita agradecer el sueño de Dios que las dos comparten y hacen posible. Dos mujeres embarazadas conversan sobre lo que están viviendo y terminan cantando y danzando, se diría que son ruandesas. Parece que no hay presencia de varones. María se quedó con Isabel durante unos tres meses (Lc 1,56).

Reflexión

Al lado de María e Isabel tomamos conciencia de nuestro empeño por crear fraternidad a nuestro alrededor. Reflexiono mi manera de relacionarme con las demás, pongo nombre a las personas con las que no tengo buena relación y cómo superar esa situación. Traemos al corazón a las personas significativas que nos han hecho gustar de las relaciones sanas y nos han ayudado a crecer.

 

  1. De Nazareth a Belén (Lc 2,1-11)

María del camino. María de los caminos. Con motivo del censo, María se ve obligada a recorrer nuevamente el país, a caminar hacia Belén. Otra vez en marcha, otra vez en ruta; esta vez con el embarazo más avanzado, por tanto, más dificultad para caminar por esos caminos polvorientos. En la vida, hay viajes deseados y otros impuestos donde tu voluntad no cuenta; éste es el caso de María.

Y al llegar, lejos de su casa, sin lugar para ellos en la posada, sin un corazón amigo que los acoja, se refugian en una cueva donde había animales. Allí María trajo a su hijo al mundo, lo envolvió en pañales, la manera tradicional palestina de cubrir a un recién nacido, y lo puso en un pesebre. Jesús nace al borde del camino, de unos padres que estaban en camino.

En Belén, María tendrá que mostrar a su hijo a los pobres y marginados, como los pastores que hacen guardia en las colinas para defender a sus rebaños (Lc 2,15-20). Ella lo presentará a los lejanos y los entendidos, como los Magos que llegan del Oriente (Mt 2,11). Ella, junto con José, habrá de emprender la ruta del exilio en Egipto para librarlo del tirano que lo ve como una amenaza a su poder y a su arrogancia (Mt 2,13-15). Y ella lo ofrecerá a Dios en el templo como primicia de su entrega y como promesa de salvación (Lc 2,22-24).

El pesebre es el primer lugar de la tierra donde descansa ese Dios hecho niño. No vino simplemente como adulto, sino que nació como niño débil e indefenso del seno de una mujer.

Dos veces menciona Lucas el pesebre donde lo pusieron. Es probable que se tratara de un pesebre excavado en la roca. En Belén había casas que estaban construidas sobre una cueva. La cueva servía para cobijar el ganado, eran los establos de la época. Allí había comederos de piedra y pesebres excavados en la roca. Como en dicho aposento no había sitio para el niño recién nacido, a éste sólo le quedaba el pesebre.

Un establo suele oler mal, hay estiércol mezclado con paja y heno. El establo está sin defensas, por eso entran las lluvias y el frío. Pero es precisamente en la apertura de su pobreza donde ocurre el nacimiento de la Vida.

Reflexión

Ser discípula de Jesús no significa suavizar la vida, vivirla con todas las seguridades posibles, sino hacer memoria del gran sueño que Dios tiene para la humanidad y entregar la propia vida por ese sueño poniéndonos en camino. Si permanecemos siempre a nuestro gusto, en nuestras cosas y en hacer lo que ya sabemos, se corre el riesgo de interrumpir el viaje. Reflexiono qué cosas tengo que cambiar para que el viaje de mi vida hacia Dios continúe por buen camino.

¿Cómo acoger a los ‘Josés y Marías’ que llegan hoy a las puertas de nuestras ciudades y pueblos?

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