Domingo 11º del T.O. Ciclo C
Por: Mª Carmen Nieto León. Mujeres y Teología de Ciudad Real
Cuando el pecado es reconocido, Dios perdona. Dios es misericordioso y nos sabe pecadores, Él nos ha creado, ¿cómo no va a conocer nuestras limitaciones? Descubrir el Amor de Dios que me perdona me hace crecer como persona, me invita a mejorar mis limitaciones, a repensarlas, a ser consciente de ellas y así es como voy creciendo y madurando en su Amor. Él no nos castiga, no quiere que suframos gratuitamente, quiere que avancemos, que nos refugiemos en Él, que acudamos a Él…, ¡Qué tranquilidad saber que Él está cuidando de nosotros!
Parece ser que vivimos tiempos de muchos peligros para la fe, y por eso una parte de los cristianos se agarra a la Ley para que se cumpla y seamos mejores cristianos, pero esta idea se contradice con el mensaje de Pablo a los Gálatas: “Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la ley.” Lo que nos identifica a los cristianos, y lo que nos tiene que ayudar a crecer en nuestra fe, es el Amor. Dios nos amó tanto que nos envió a Jesús para que muriera por nosotros y nuestro empeño ha de ser amar tanto como Él, o al menos, intentarlo. Hemos de amar tanto que gastemos nuestra vida en el propósito de que ninguna persona sufra gratuitamente, que ninguna persona se vea privada de sus derechos de ciudadanos, de ser humano. Hemos de empujar la Historia en el intento de llegar a instaurar el Reino de Dios en la tierra. Eso es cumplir con la Ley de Dios. Eso es lo que yo he ido descubriendo a lo largo de mi proceso de fe…
En el evangelio de hoy, Jesús sigue rompiendo con la Ley y la norma. El fariseo le recrimina el que acepte el gesto de la mujer que vierte su perfume en sus pies, porque es una pecadora. El amor perdona, da igual lo que hayas hecho o lo que hayas dejado de hacer, el amor hacia las personas es el que nos salva, el que nos ayuda a que aumente nuestra fe, el que nos libera. Jesús esto lo tenía claro, muy claro y yo también.
Hoy estamos inmersos en un catolicismo que nos oprime con sus leyes, que pone más el acento en que se cumplan estas leyes en vez de en que seamos coherentes en nuestras vidas, en vez de ayudarnos a derramar nuestros perfumes preciados en los hermanos y hermanas que más sufren… y por eso hoy, más que nunca, necesitamos volver a la Fuente, a su mensaje, al evangelio, y comprender cómo Jesús gastó su vida, cómo se rodeó de todo tipo de personas, ¡incluidas las mujeres!, porque para Él todos y todas somos iguales; personas, hijos e hijas de Dios y, por lo tanto, iguales en dignidad y en derechos. Él no tuvo reparos en dejarse acompañar, en su tarea, de sus discípulos y discípulas en igualdad. ¿Por qué hoy existe tanto miedo y recelo a que las mujeres sean tratadas en igualdad con los varones dentro de la Iglesia?
Volvamos a la Fuente, volvamos al evangelio y comprobemos cómo el Amor perdona, la Fe libera y el ser personas nos iguala independientemente del sexo o género.