“El Cristianismo, o se Come o no es Cristianismo”

El Cristianismo se come...
Domingo XVIII TO.
Por: Luís López. Presbítero. Alicante

Textos Litúrgicos:

Ex 16, 2-4. 12-15
Sal 77
Ef 4, 17.20-24
Jn 6, 24-35

Siempre me gusta decir que el cristianismo se come y, si el cristianismo no se come, entonces no es cristianismo. Esto es algo interesante. Nuestra fe, la fe cristiana, tiene que ver con el comer. ¿Y por qué razón? Comer es algo muy profundo. En la comida sucede mucho más que simplemente comer.

Un primer ejemplo. Imaginaros algún acontecimiento importante de vuestra vida donde no hubiera comida. Un bautizo, una boda, un cumpleaños, un aniversario… siempre que queremos celebrar algo que nos toca de lleno y que es importante en nuestra propia vida establecemos una relación imprescindible con la comida. ¿Os dais cuenta de lo que significa que “comer es mucho más que simplemente comer”? la fiesta es impensable sin la comida. Tenemos así una primera relación entre comer y celebrar.

Otro ejemplo. El acto de comer tiene que ver con llenar un vacío. Esto es algo profundamente humano, de naturaleza eminentemente antropológica. Decimos en el lenguaje coloquial: “Tengo el estómago vacío”. ¡Qué curioso esto! ¿En qué consiste sentarse a comer? Consiste en ponerse a la mesa para llenar un vacío. Ahora bien, hay vacíos, que no se llenan con comida. Cuando alguien tiene ansiedad o tiene nervios muchas veces le da por comer. ¿Y en qué consiste esa forma compulsiva de comer? Consiste en querer llenar un vacío que se tiene, que no es un vacío de alimento, pero que pretende ser colmado con comida.

Esto resulta muy interesante para entender aquella frase de Jesús. “No solo de pan vive el hombre”.

Pero también hay vacíos de cariño, de afecto, de soledad, de fracaso, de desencanto, de ruptura… Estos otros, algunas veces también queremos llenarlos comiendo compulsivamente y, sin embargo, permanecen ahí.

¿Os dais cuenta? Comer es mucho más que comer. Comer tiene que ver con la fiesta pero comer tiene que ver con nuestros vacíos.

Participar de la Eucaristía, por la comunión, no es un mérito de nuestra conducta, uno no merece la comunión, la necesita. Es como una medicina que nos ayuda a llenar nuestras carencias.

¿Os dais cuenta, por tanto, de cómo en un relato como este se tocan una cantidad de teclas que son altamente sugerentes y que os las dejo ahí para que cada uno les dé sus vueltas?

El Evangelio termina con las palabras de Jesús, que son la clave de nuestro actuar “Yo soy el pan de vida El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”. La experiencia del encuentro con Jesús es la que da sentido a nuestra vida de fe. Por eso “comer el cuerpo” de Jesús, no es comer “su cuerpo”, es comer su vida, sus sentimientos, su actuar: es su vida la que hemos de comer y llevarla a nuestra vida, para que, curando todos nuestros vacíos, nos lleve al encuentro con Dios en la realidad de su Reino.

Es tan importe ese relato que, cuando nos juntamos los cristianos, lo hacemos para comer. Y si uno viene a misa y no come, no ha estado en misa. ¡No se puede venir a misa sin comer! Porque el cristianismo, o se come o no es cristianismo

(Esta reflexión está tomada y reflexionada sobre un comentario realizado por Serafín Béjar. Le agradezco la aportación)

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