Domingo, 1 de Enero de 2017
Por: José Luis Terol. Profesor en Ciclos Formativos (Zaragoza)
Escalv@s de la violencia
No resulta fácil hablar de Paz en un mundo atravesado por la violencia.
Hemos convertido el mar mediterráneo en una inmensa fosa común; alimentamos con nuestra inhibición la guerra de Siria y las decenas de guerras silenciadas e “invisibles”; aupamos a “salvadores de cartón”, como Donald Trump, alimentando el circuito cerrado y envenenado en el que nos encontramos; nos escandalizamos por la violencia ciega y sórdida de “marionetas fundamentalistas” de todos los colores y culturas, y, sin embargo, asumimos y justificamos tantas violencias “legales y democráticas” que pisotean cada día la dignidad de millones de personas víctimas de la violencia económica, laboral, de género, habitacional, sanitaria, educativa, medioambiental….
La raíz de la violencia
Toda esta naturalización y banalización de las violencias nos puede llevar a pensar que el mundo y las personas somos indefectiblemente así y que cualquier otro relato o propuesta se disuelven en la ingenuidad y la inocencia porque no cabe otra realidad posible.
Sin duda, el origen y fundamento de la violencia se encuentra en nuestro corazón y en el misterio y paradoja de nuestra libertad y de nuestro miedo.
Cada día, se alimenta la caldera de nuestro miedo que nos mantiene como esclav@s pero podemos tomar conciencia de nuestra responsabilidad en todas las violencias para solicitar la bendición y el don de la Paz (Números).
Como seguidor@s de Jesús, estamos experimentando que, aún viviendo como esclav@s, no somos esclav@s sino hij@s(Gálatas), y es la fuerza del Espíritu la que hace posible que desafiemos nuestro propio miedo y al sistema, perfectamente tramado sobre la violencia.
Pacificándonos para pacificar
Por eso, resultan inseparables los procesos íntimos y personales, de los procesos estructurales y políticos.
Sólo en la Paz podemos humanizarnos y desplegar nuestra condición de hij@s y herman@s.
Cómo todo lo humano, la Paz es, a la vez, don y tarea.
Aparentemente, nosotr@s no podemos hacer nada ante las violencias cotidianas (sospechosamente visibilizadas unas y ocultadas otras) pero la violencia forma un ecosistema que se mina y desestabiliza cada vez que, con la fuerza del Espíritu, sustituimos el miedo por confianza y Amor, y cada vez que nos victimizamos sin aceptar que la violencia y la injusticia es el orden “natural” de las cosas.