3º Domingo de Pascua. Ciclo C
Por: Carmen García. Vita et Pax. Pamplona
El Encuentro del Amigo
Seguimos saboreando la alegría de la Pascua. La presencia de Jesús resucitado en medio de sus discípulos. Esa presencia, sigue viva dentro de su Iglesia, de todas las comunidades cristianas.
Desde los inicios del cristianismo, los discípulos tuvieron que acostumbrase a vivir entre dudas y certezas, entre alegrías y sufrimientos, pero también con la seguridad de que Jesús estaba y está en medio de su Iglesia como estuvo junto sus discípulos.
La primera Lectura de los Hechos, nos habla de un “interrogatorio” a los apóstoles por parte del sumo sacerdote. Se vislumbraba ya la mala relación entre las autoridades del pueblo y Jesús. Esta vez se enfrentan a sus discípulos: “¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? Es curioso el detalle de evitar pronunciar el nombre de Jesús”.
Conocemos el texto y la respuesta de los discípulos: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Esa respuesta se apoya en la experiencia que los discípulos ya tienen de Jesús. Han visto sus milagros, el perdón y la misericordia con los pecadores y pecadoras. La acogida a los enfermos, a las viudas, a los niños…
Los apóstoles van comprendiendo que el ser discípulos y testigos de Jesús les llena de una profunda alegría hasta entonces no experimentada.
La segunda Lectura del Apocalipsis nos describe la experiencia de Juan al contemplar aquella escena en la que escucha y contempla al “cordero degollado”, al que todas las criaturas del cielo y de la tierra se rinden ante él y entonan esas alabanzas que deben sonar a “gloria y a cielo”. Sí, podemos entonar ese Amén uniéndonos a los cantos de los testigos de Jesús de todos los tiempos y lugares.
El Evangelista Juan nos describe una de las escenas más bonita y familiar del Evangelio. Nos da toda clase de detalles: nombres de los discípulos, la actividad que desarrollaban: Eran pescadores en el Lago de Tiberíades. Nos dice los nombres de los discípulos y describe el fracaso de Pedro y sus compañeros al no pescar nada esa noche.
En ese ambiente de trabajo, de esfuerzo y desilusión, por no haber pescado nada, es cuando se realiza el encuentro más entrañable de Jesús con Pedro y sus compañeros. Como siempre es Jesús el que les orienta. Esta vez indicándoles hacia dónde tienen que echar las redes. No les falló, las redes se llenaron de peces… El encuentro del amigo
Como colofón de este Evangelio, tenemos la triple pregunta de Jesús a Pedro: ¿me amas más que estos? Podemos imaginar la situación de Pedro frente a Jesús sin saber bien qué responder. Ante esa insistencia Pedro responde “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis ovejas” En toda misión encomendada por Jesús, se tiene la garantía de que él va a estar siempre junto a nosotros, pero no nos garantiza ni el éxito en la misión ni la “pesca abundante”. Es cuestión de confianza en su palabra. Como seguidores y seguidoras de Jesús tendremos que acostumbrarnos a pescar en mares en calma y en mares turbulentos. Lo importante es escuchar siempre las últimas palabras de este Evangelio dichas a Pedro y a cada uno de nosotros/as: “Sígueme”