Domingo 33º del T. O. Ciclo C
Por: Dionilo Sánchez Lucas. Seglar. Ciudad Real.
Al igual que los discípulos de Jesús, también nosotros estamos deseando que el Reino de Dios llegue a su plenitud, también preguntamos: ¿maestro cuándo será eso?, queremos que la justicia domine el universo, la paz sea nuestro gozo y el amor la esencia de la vida. Anhelamos que llegue el día que vuelva el Señor, signo de haber desaparecido el mal de la tierra, estemos exultantes de gozo, saltando de júbilo, desbordados por la alegría, porque Él reinará con justicia, ha llegado la salvación para la humanidad entera.
Mientras tanto estaremos atentos, tenemos que vivir el presente con humildad, con paciencia, con rectitud, porque al final le queda mucho tiempo por llegar, el fin no vendrá inmediatamente, todos sabemos cuán lejos estamos todavía de la Jerusalén celestial.
Podíamos comenzar por vivir y dar testimonio en nuestra casa, familia o comunidad, aceptando a los otros tal cual son, con sus imperfecciones y virtudes, conscientes que en cada uno de nosotros hay necedad y sabiduría, comodidad y entrega, soberbia y humildad, exigencia y paciencia, ira y paz, silencio y palabra, egoísmo y amor. Ya sólo con interiorizar lo que Jesús quiere de nosotros y ponerlo en práctica en nuestra vida cotidiana y cercana de cada día, estamos aproximando el Reino de Dios.
Vamos a ir un poco más allá y llevar nuestro compromiso con la sociedad en nuestro trabajo, realicemoslo con sentido de servicio y para el bien común, seamos responsables, esforcémonos por hacerlo lo mejor posible, no lo sintamos como una losa, sino como un medio que nos dignifica, así como también expresemos nuestra gratitud con el mismo, porque nos facilita ingresos para vivir nuestra familia o para compartirlos con otros.
Relacionado con el trabajo y nuestra vida está también el tiempo de ocio, hoy demasiado vinculado al placer y al consumo, cuando deberíamos priorizarlo más para la convivencia y relación con las personas que nos lleve a nuestro crecimiento personal y a la cercanía y amistad con los otros; para el contacto y contemplación de la naturaleza, creada por Dios para la admiración de su belleza y el disfrute de los bienes que nos regala. También debe ser tiempo para el silencio, interiorizar nuestros sentimientos y pensamientos, así como dedicar tiempo a la lectura, contemplación de arte y creación del hombre, para que nos lleve a abrazarnos a Dios y a todos los hombres y mujeres.
Pero no pensemos sólo en nosotros, porque los que confiamos en el Señor, aun siendo conscientes del sufrimiento que vivimos o se nos manifiesta, de las dificultades que encontramos, de las guerras que provocamos, del hambre o falta de dignidad que no evitamos, de las catástrofes naturales que no controlamos, tenemos que permanecer en la esperanza porque sabemos que Él nos acompaña, que está a nuestro lado, que es la fuerza que nos empuja y alienta.
Agradecidos de nuestro encuentro con Jesús que nos dice: esto os servirá para dar testimonio, debemos estar dispuestos para seguirlo, procurar imitarlo, defendiendo a los más débiles, ayudando a los más pobres, cuidar y sanar a los enfermos, acoger al extranjero, misericordiosos con los pecadores, perdonando a los que nos ofenden.
Si perseveramos en estas actitudes llegará el día que se alegrará el universo entero, el Señor gobernará al mundo con Justicia y a las naciones con rectitud, será el día de la Salvación.