Domingo II del TO
Por: Josefina Oller. IS. Vita et Pax. Guatemala
Textos Litúrgicos:
1 Sam 3, 3-10.19
Sal 39
1Cor 6, 13-15.17-20
Jn 1, 35-42
El Testimonio Seduce
Se nos han acumulado las fiestas navideñas sin casi tiempo para poder saborearlas, contemplarlas e interiorizar toda la riqueza de su mensaje hecho de humildad, sencillez, obediencia, ternura y del amor infinito de nuestro Buen Dios.
“Un niño nos ha nacido” –cantábamos- Y de pronto sin poder seguir las etapas normales de su infancia, adolescencia y juventud nos lo encontramos ya paseando a orillas del Jordán dispuesto a iniciar su misión de manera discreta. Tan discreta que no es Él quien llama. Es Juan, que está con dos de sus discípulos, el que lo señala: “Este es el cordero de Dios”. Juan sería buen conocedor de la Sagrada Escritura y estaría catequizando bien a sus seguidores, además de ser muy consciente de su misión: no era él el Esperado, sino el que preparaba sus caminos. Primera lección para los evangelizadores: preparar los caminos, señalar al Maestro.
Los discípulos se van inmediatamente tras Jesús. Él da media vuelta y se da cuenta que lo siguen. Les pregunta: “qué buscáis?” “Maestro, ¿dónde vives?” Gracias al testimonio de Juan les ha entrado la inquietud de conocer a Jesús, de saber dónde y cómo vive, están interesados. Jesús contesta: “venid y veréis”. Fueron, vieron y se quedaron con Él aquella tarde y aquella noche. Fue un momento vocacional importante pues les quedó grabado el día y la hora exacta. Sin duda fue una rica experiencia de diálogo y convivencia. Nació la amistad.
Los mediadores vocacionales son necesarios, su testimonio de vida ha de ser humilde, generoso y siempre señalando a la Persona del Maestro. Fundamentales son también las preguntas, las de Jesús y las de los que lo buscan. Hay actualmente entre la juventud –y no sólo en ella- deseos de búsqueda, está cansando la superficialidad y se experimenta la necesidad de interiorizar. ¿Qué buscamos o a quién buscamos? Los verdaderos testigos nos muestran dónde está la auténtica felicidad y en quien encontrarla.
Los dos discípulos –ya sabemos el nombre de uno de ellos, el otro queda en el anonimato y ello nos permite poner cada uno, cada una, el nuestro- vieron, oyeron, palparon al Verbo de la Vida y sin dudar lo siguieron. Y no solo eso, su alegría era desbordante y contagiosa. A su vez se convirtieron en testigos. Al primero que encontró Andrés fue a su hermano Simón, se lo presentó a Jesús y éste ya lo fichó. La Buena Noticia corría de boca en boca y se iban juntando discípulos alrededor de Jesús.
Luego, estar al lado de Jesús tendrá sus exigencias y sus consecuencias. Por sus palabras y gestos descubrirán en dónde vive y cómo vive, cuáles son sus preferidos y cómo atiende las necesidades. Pero esto lo veremos nosotros en el tiempo ordinario que estamos iniciando, en el que nos acompañará el evangelista Marcos.
Ciertamente los procesos vocacionales son múltiples. En los evangelios sinópticos –por ejemplo-, es Jesús quien llama. En el evangelio de Juan son los discípulos los que corren la voz porque el encuentro con Él les ha llenado el corazón. Igual le sucedió a la samaritana. Samuel, en cambio, escuchó la llamada entre sueños. Todas/os podríamos contar hoy cuál fue nuestra experiencia fundamental y que sigue siendo nuestra estrella
Este domingo es día de agradecimiento por la vocación, por las vocaciones, por la inmensa creatividad de la Ruah para suscitar, en medio de nuestro mundo tan complejo, generosas y valientes respuestas.
Seamos Testigos Fieles, Alegres, Contagiosos
El Testimonio Seduce