En el corazón de nuestra historia

En el corazón de nuestra historia

En el corazón de nuestra historia

Por: Juan Pablo Ferrer (Párroco in solidum de Albarracín (Teruel)

Domingo 2º de Adviento, Ciclo C

En el corazón de nuestra historia

El texto del evangelio de Lucas que contemplamos hoy (3, 1-6) comienza de manera grandilocuente situando el acontecimiento central de la historia de los hombres, en el que hay un antes y después, con los grandes personajes de su época: personajes políticos –Tiberio, emperador de Roma; Pilato, su gobernador en Judea; sus “reyes títeres” en los virreinatos de alrededor…- y personajes religiosos –Anás y Caifás-.

El acontecimiento central que podemos palpar es Jesucristo. Todos los comienzos que marcan un antes y un después en la historia son así: humildes, sencillos, sin fasto… incluso en el desierto, lugares sin vida. Lo vivimos especialmente en la “caída del muro”, acontecimiento que empezó de manera humilde y sencilla en la sed de libertad y de dignidad de toda Europa oriental. ¡Cuánto más el acontecimiento de los acontecimientos! ¡Jesucristo! La historia se data así: antes de Cristo y después de Cristo. ¡El es el centro dela Historia!

El comienzo sencillo y humilde del acontecimiento “Jesucristo” es otro hombre, un hombre del desierto: Juan Bautista, como tú y como yo. Así “el evangelista Lucas se complace en subordinar las jerarquías terrestres, pomposas y vanas, pretenciosas alturas destinadas al abajamiento de la acción de Dios, acción modesta y, sin embargo, eficaz” (Louis Monloubou).  El contraste entre los grandes y los pequeños de la historia marca una señal, la del pesebre, la del niño envuelto en pañales, la de la cruz de los calumniados, ninguneados, perseguidos por defender la justicia. Se trata de la señal de la acción de Dios entre los hombres, humilde como la “palabra”, el diálogo.

La Palabra de Dios denuncia, da sentido a los aconteceres de la historia, abre la vida a la esperanza en el futuro: el futuro de la humanidad en el que Dios ha puesto todo su afán, su voluntad de que todo hombre se salve –todos verán la salvación de Dios-.

…unos acontecimientos que afectan a todos los hombres.

Como hacen los otros evangelistas sinópticos, Lucas define el sentido de la misión de Juan el Bautista a la luz del profeta Isaías II 40: “Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Ha llegado el tiempo del Nuevo Éxodo anunciado por los profetas, como Baruc. Sin embargo, los otros evangelistas no llegan al final de la cita de Isaías II 40: “Todos verán la salvación de Dios”. Así se afirma la dimensión universal de la salvación en Jesucristo: universal para todos los hombres de todos los tiempos y de todos los pueblos y culturas.

Lucas, pagano convertido a Jesucristo, hará resonar esta cita en toda su obra hasta los confines de la tierra. Así lo hace decir a Pablo, llegando a Roma: “A los paganos ha sido enviada la salvación de Dios; ellos la acogerán” (Hechos 28, 28).

En este Año dela Fe, los “nuevos hombres del desierto” somos nosotros, para hacer de “catalizadores” del encuentro de Dios con los hombres, allanando senderos, montes y valles, yendo a sus desiertos con el gran tesoro de la Palabra de Dios que resuena en el corazón del hombre que busca, aunque parezca acallar su sed interior con sucedáneos de felicidad, que no dejan sino melancolía y nostalgia de un “plus” de humanidad que no puede darnos sino el Dios que nos hizo y que está presente en nuestras vidas.

Dios hará lo posible y lo imposible para ofrecer a todos su salvación. En sus posibles acciones de ofrecimiento de salvación estaba Juan Bautista y estamos tú y yo. ¡Él cuenta contigo y conmigo en su obra de evangelización!

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