Domingo 33º del T. O. Ciclo C
Por: Faustino Vilabrille. Sacerdote diocesano. (Resumen del comentario)
Jesús habla en el Evangelio de guerras, revoluciones, de alzarse pueblo contra pueblo y nación contra nación, grandes terremotos, epidemias y hambre, incluso grandes signos en el cielo. Parece que esto está sucediendo ya hoy:
1.-Guerras de hoy
Qué más terremoto o más hambre o más epidemias queremos que unos mil millones de personas pasando hambre, que haya 100.000 muertes de hambre cada día, que haya atentados sin parar, guerras entre países, conflictos internos que dejan cada día muertos y más muertos como en Siria, Egipto, etc.
Qué más guerra queremos que el ataque masivo de las multinacionales de los países ricos a los países pobres, como en Colombia quitando la tierra a los campesinos para darla a las multinacionales de EE. UU. y Canadá; en Ruanda darla a los Chinos; y en Mozambique, Sudán, Uganda, Madagascar, Etiopía, Senegal, Tanzania, Camerún y Zimbabwe darla a China, India, Japón…
Qué más guerra queremos que las vallas de Melilla erizadas de pinchos y cuchillas muy cortantes para que los inmigrantes desesperados de hambre intentando pasar se tiren a ellas y queden desgarrados a jirones y desistan de pasar hacia nosotros…
2.-El verdadero templo de Dios
A Jesús no le preocupa para nada el templo de Jerusalén: “no quedará piedra sobre piedra”. Jesús anuncia un cambio radical en la forma de encontrar a Dios. A Dios el único templo que le importa es el templo del ser humano y el templo del universo. Por tanto para adorar a Dios no hacen falta basílicas, catedrales, iglesias lujosas.
3.-¿Qué templos quiere Dios?
Dios quiere templos vivos, no de piedra. Dice Jesús: “Yo he venido para que tod@s tenga vida y vida en abundancia” (Juan 10,10). Lo que gastamos en ceremonias suntuosas con músicas, flores, órganos, inciensos, incluidas solemnidades, bodas, primeras comuniones, etc., son una ofensa al Dios vivo porque está muerto de hambre, de impotencia y desesperación en los empobrecidos de la tierra.
4.-La naturaleza, la Creación, son el templo físico de Dios:
Un compromiso que tiene que serlo también y al mismo tiempo con toda la creación, pues de ella dependemos todos, y que también sufre muchas veces injustamente los males de este mundo a causa del hombre, y ansía participar de la liberación gloriosa y definitiva de las hijas e hijos de Dios, pues toda la naturaleza es el gran templo físico y vivo de Dios, de cuya perfección, belleza, grandeza y majestad deducimos muchas de las maravillas que admiramos en Dios (Romanos 8,18-23).