En lo poco y en lo ajeno

En lo poco y en lo ajeno

25º Domingo del TO, Ciclo C

Por: Marita Oliver. Vita et Pax – Pamplona

Al leer los textos desde nuestra realidad actual, nos parece reconocer las situaciones que denuncia Amós más cerca de lo que sospecharíamos: Personas que explotan al que no tiene, que usan balanzas con trampa, medidas diferentes, disminuyen la medida y aumentan el precio… También visualizamos con facilidad el relato de Jesús de un administrador que derrocha los bienes, que no es honrado, que no es de fiar y con el dinero ajeno compra favores… Un administrador que pretende servir a dos señores, o como decimos ‘nadar y guardar la ropa’.

Por desgracia todo esto nos resulta demasiado cercano cuando pensamos en nuestros gobernantes. Pero no caigamos en la trampa de pensar que la injusticia es patrimonio de los poderosos. Pensemos en nuestra vida, en nuestra responsabilidad, nuestra relación con los bienes y con los demás desde estos textos, desde la clave del compartir, desde los deseos de fraternidad.

Hay un modo de ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo que es injusto pues olvida a los más pobres y genera injusticia. Jesús lo llama “dinero injusto”, no sólo porque ha sido obtenido de manera injusta, sino por ser una riqueza que disfrutan sin compartirla con los pobres y los hambrientos, porque genera una sociedad injusta e inhumana.

El afán del dinero, la acumulación de riquezas, es la frontera que divide el mundo, la barrera que nos separa de los otros. Las lecturas de hoy contraponen injusticia a compartir, interpelan nuestra relación con los bienes y con los demás, nuestra relación de injusticia o de fraternidad.

Al hombre rico le llegaron quejas de que el administrador estaba ‘derrochando’ sus bienes. Esta expresión cuestiona nuestra gestión de los bienes y dones recibidos. ¿Nos pueden señalar de derroche?, ¿qué estamos acumulando?, ¿qué tenemos que no nos pertenece, que genera división?

El relato señala en lo poco y en lo ajeno como indicadores para la confianza. La vida nos la jugamos en los pequeños detalles del día a día, en lo poco y lo ajeno, en las pequeñas tareas que nadie ve. Ahí nos jugamos la confianza, el compartir, la justicia.

No podemos servir a Dios y al dinero, concluye el evangelio. Adolfo Chércoles diferencia entre creer en Dios y servir al dinero. Dice que nuestra tragedia como creyentes es que sólo hablamos del Dios en que ‘creemos’ y no de los dioses a los que ‘servimos’. ¿Distinguimos en nosotras esa doble realidad? Si queremos que Dios sea el centro de nuestra vida, ¿qué tenemos que cambiar?.

Agradezcamos las voces actuales que nos suenan a Amós: voces que denuncian la injusticia, el mal uso de los bienes públicos, que denuncian a quienes imponen cargas que ellos no cumplen, que utilizan medidas diferentes para ellos y para los demás, que denuncian a quienes dividen nuestra sociedad. Voces de testigos, voces de esperanza, voces proféticas que nos acompañan y cuestionan.

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