Por: Rosa María Belda Moreno. Grupo Mujeres y Teología. Ciudad Real.
“Vimos su estrella en el Oriente”, así dice el Evangelio de Mateo que se presentaron los magos en Jerusalén. Es posible que preguntaran a unos cuantos paisanos antes que al Rey Herodes. La gente les miraría con extrañeza: unos extranjeros de diversas partes del mundo, vestidos raramente, y hablando lenguas desconocidas. ¡Cuánta desconfianza suscitarían!
La historia de la encarnación no tiene desperdicio. Primero fue María, una mujer del pueblo, que con su arriesgado “hágase” hizo posible el milagro. Después José que acompañó el parto, con confianza ciega y el corazón lleno de amor, si no, era poco posible. Después los más humildes, los pastores que andaban por aquella tierra. Sin saber mucho de números, ni de Palabra, se fueron sin más a verle nacer, a contemplar a ese Niño, a compartir lo que tenían. Por último llegaron los magos, los sabios que vienen a tierra extraña, esos que se sobresaltaron escrutando sus libros y en el cielo vislumbraron una nueva estrella. No les faltó valor para ponerse en camino. Este Dios, se encarna más allá de nuestros cálculos y previsiones, pero atravesándolas. Con todo lo humano, desde cada humano, convoca a la humanidad entera.
Miremos a los magos que vienen de Oriente. Todos los miran con recelo, y para colmo, el poderoso del lugar, Herodes, trata de utilizarlos para perpetuar su poder o por miedo a perderlo. Los magos, que están lejos de las guerras de poder, “vienen a adorarlo”. ¡Qué curiosa transformación! Los sabios científicos que han empeñado su vida en el estudio de la evidencia dejan entrar en su corazón un acontecimiento que les supera, y “al ver la estrella se llenan de alegría”.
Así somos muchos. Nos pasamos la vida leyendo, escrutando, estudiando, esforzados en ser científicamente correctos. Necesitamos la guía del conocimiento, la luz de la razón, la verdad avalada por los datos. Parece, que estos sabios han descubierto algo más importante. Hay un momento en que hay que ponerse en camino, confiando en lo que da el saber, pero no sólo con saber, sino abriendo el corazón y la voluntad. ¿No representará la estrella, la sed? “Sólo la sed nos alumbra” dice San Juan de la Cruz, y estos magos, seguro que tenían mucha sed.
En mi portal, también están los Reyes Magos, allí a lo lejos. Son muy viejos, ya les falta un trozo de pintura por aquí y otro por allá. Los pongo y los admiro un año tras otro. Estos personajes, que con cariño hemos imaginado desde niños, serían personas sedientas. De hecho en cada casa les dejamos un poco de bebida, para cuando pasan nocturnamente a regalarnos. Sí, la sed era la luz que les guiaba. Y resulta que Dios desbordante, siempre a la búsqueda del ser humano, ha decidido manifestarse, hacerse presente, darse a conocer, también a quien lo busca con sed.
“La estrella se detuvo encima del lugar donde estaba el niño”, sigue diciendo Mateo. Y resulta que no era lo esperado. Los regalos propios de los Reyes resultarían ridículos en un establo donde había paja y animales, o en una casa humilde, donde un niño empezaba ya a dar los primeros pasos. Este Niño Dios sigue pidiendo más apertura de corazón, que cuando crees que ya tienes la clave para alcanzarle, cuando te crees alguien importante en el tema de la fe, vuelve a pedirte que te descalces, que te vistas de humildad, y que simplemente le dejes ser. Estos magos, posiblemente, habían labrado en el camino la sabiduría del corazón, por eso vieron más allá de los hechos, cayeron a tierra y se postraron.
En esta fiesta de la Epifanía, Dios vuelve a manifestarse a la Humanidad, sin distinciones, así lo ha querido. Hoy este mundo convulso está anunciando una nueva era. Los fieles de la esperanza, creyentes en la bondad, decimos que “todo será para bien”. ¿Hemos visto la estrella de Oriente? Este año lo recordaremos como el de la revolución de los pueblos árabes junto a la gran crisis del capitalismo. Quizá ambos acontecimientos tengan mucho que ver. Lo cierto es que el mundo está dando la vuelta, y hemos de estar atentos a leer los signos de los tiempos.
¿Dónde está agitando hoy su estrella este Dios sorprendente que tanto ama al ser humano? Dejemos que la pregunta nos rasgue el corazón y pongámonos en camino siguiendo el paso de los entrañables magos.