Es nuestro turno

Domingo XVIII T.O.

Por: M.Carmen Martín. Vita et Pax. Rwanda.

Es nuestro turno
“Es nuestro turno”

Más allá de la situación calamitosa en la que nos ha dejado la pandemia sufrida, no podemos olvidar que hay personas que siguen muriendo de hambre. En un mundo donde mueren de hambre millones de personas, los cristianos y cristianas solo podemos vivir avergonzados. El hambre es el gran fracaso de la humanidad y es incompatible con el Evangelio.

¿Por qué han de seguir muriendo de hambre, ¡de hambre! millones de seres humanos si hay recursos suficientes para todos? ¿Por qué tenemos que ser acaparadores antes que humanos? ¿Por qué tiene que ser el poder del más fuerte y no la compasión, la que rija las relaciones entre los pueblos? ¿Por qué hemos de aceptar como algo lógico e inevitable un sistema inhumano que produce tanto sufrimiento y muerte? ¿Por qué hemos de seguir alimentando el consumo y la producción, generando una espiral insaciable de necesidades superfluas? ¿Somos algo más que meros espectadores de la miseria que inunda el mundo?

Al igual que los discípulos, la única respuesta que proponemos es que no es culpa nuestra, que se las arreglen, que vayan a comprar lo que puedan; acudimos a justificaciones de nuestra riqueza-pasividad y de la pobreza-culpabilidad de ‘los otros’; pero Jesús nos dice con firmeza: ¡dadles vosotros de comer!

Como en otros momentos de la historia parece que ponemos en marcha el código de conducta de: “no mirar, no escuchar y no hacer nada”, para perpetuar así nuestros privilegios de ciudadanos ricos y legitimizar las desigualdades de nuestro mundo. Este código no está impulsado por el instinto de conservación, sino por un deseo voraz de acumulación y dominio.

Sin embargo, nuestro compromiso cristiano no puede contentarse con juzgar y criticar los desmanes de nuestro tiempo; podemos y debemos contribuir a aliviar de todo aquello que  oprime teniendo los ojos bien abiertos para multiplicar ‘panes y peces’ por los caminos de la vida.

Pero es necesario algo más que una reacción individual de las personas o sectores más conscientes. Ligado a este reparto alimentario básico y la voluntad terca de las pequeñas organizaciones y grupos de comprometerse en favor de la vida y en contra de la muerte, se necesitan nuevas militancias que den cuerpo organizativo a la coalición con las víctimas. El sentimiento no basta. Necesitamos estilos recios de vida austera y solidaria.

El ‘dadles vosotros de comer’ se hace realidad en quienes se implican movilizados por el deseo del bien común: el final del hambre en el mundo, el cese de las prácticas xenófobas y racistas, un desarrollo sostenible, la paz regional y mundial, la recuperación de la dignidad de las mujeres… Como dijo alguien sabio, tener esperanza “no es creer que el mundo tiene arreglo, sino que tiene sentido luchar para que tenga arreglo”.

Y esto se producirá si somos capaces, en medio de tanto bullicio sordo, de volver a escuchar la voz de Jesús diciéndonos: ¡Sígueme! Los testigos de la resurrección, nos adentraremos en un camino nuevo y vivo, inaugurado por Él para nosotras y nosotros los cristianos: creeremos en lo que Él creyó; viviremos lo que Él vivió; desearemos lo que Él deseó; daremos importancia a lo que Él se la daba; nos interesaremos por lo que Él se interesó; trataremos a las personas como Él las trató; miraremos la vida como Él la miró; oraremos como Él oró; contagiaremos esperanza como la contagia Él…

No somos las primeras en transitar este camino, otras personas impulsadas por el mismo deseo de bien común ya hicieron este recorrido. Personas sencillas con vidas entregadas que son anuncio y testimonio de que escucharon el mandato de Jesús y lo cumplieron a cabalidad. En el eco de sus pisadas seguimos escuchando la voz del mismo Jesús que hoy nos repite: ¡dadles vosotros de comer!

Es nuestro turno.

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