Domingo de Ramos, ciclo A
Por: M. Carmen Nieto León. Mujeres y Teología de Ciudad Real
Hoy se nos muestra en la primera lectura, cómo es importante saber escuchar y decir una palabra de aliento al abatido.
En estos tiempos que corren, no hay nada más necesario que la escucha y decir las palabras adecuadas ante tantas situaciones de sufrimiento y miedo. Y también se están produciendo muchas acciones de solidaridad. Aunque resulte difícil, y no siempre se encuentren esas palabras, hemos de hacer el esfuerzo de encontrarlas en nuestra cabeza y nuestro corazón.
Las personas somos buenas por naturaleza y todas nacemos en igualdad, el problema es cuándo y dónde ocurre nuestro nacimiento, y cómo nos vamos desarrollando como personas.
Ante la desesperación, la frustración y el dolor, todos nos sentimos abandonados, solos, perdidos.
Entre los cristianos y las cristianas también se da este sentimiento, pero si de verdad crees en Jesucristo, al final siempre recurrimos al Padre, sabiéndonos en sus manos y siendo más o menos conscientes de que Él está a nuestro lado, aún en los peores momentos. Ese sentimiento de abandono, que nos muestra el Salmo, es tan humano como frustrante.
Para los creyentes, todo tiene que tomar sentido cuando comprobamos que Jesús se hizo uno de tantos, se colocó al lado de los esclavos, de los últimos. Él no se coronó rey, ni tuvo privilegios, sino que pasó su vida al lado de los que peor lo pasaban, al lado de los olvidados y maltratados. Y colocarse en esa posición le llevó a vivir la Pasión.
Dios hizo a su hijo humano con todas las consecuencias. Sufrió la traición de los suyos, la negación, el abandono. Pero siempre encontró un momento para la oración, porque en la oración encontramos consuelo, paz, se nos abriga el corazón, yo siempre digo que el poder de la oración no es comparable con nada.
El sentir que Dios está contigo, aún en los peores momentos, es el regalo más grande que se nos ha hecho a sus hijos e hijas. Podemos perderlo todo, sentir que nada tiene sentido, pero al final, cuando recurres a la oración compruebas cómo ese sentimiento de abandono y sufrimiento, que seguramente permanecerá en ti, se transforma.
A veces también llegan las dudas, los interrogantes, el no entender a Dios…, pero eso también forma parte de la vida de fe. En esos momentos también está Dios y cuando comprendes esa certeza te inunda una gran tranquilidad.
Las mujeres, en el evangelio, se muestran al lado de Jesús, hasta el final, ellas, silenciosas, pero siendo conscientes de lo que Jesús está atravesando, comparten su dolor hasta el final y más allá. Ellas, para mí, son la imagen más parecida a ese Dios amoroso que siempre ESTÁ, a pesar de todo…
Vivimos tiempos muy complicados, donde una Pandemia nos tiene acorralados, el mundo sufre, se siente impotente, triste, pero en estos momentos también hay muchos gestos de humanidad.
Estos momentos también son una oportunidad para comprobar cómo el ser humano, si quiere, es bueno, solidario, que se preocupa por el hermano y que se siente comunidad, no pierde la esperanza, valora a las personas que están dando hasta su vida, por salvar a otros.
En estos momentos también podemos descubrir la fuerza de las personas para hacer el bien. Y por encima de todo está Dios, acompañándonos, no nos abandona, lo vemos en todos estos gestos de tantas personas. Todo pasará y nos transformará y Dios seguirá a nuestro lado. Os deseo espacios para la oración personal, es el mejor consuelo.