Por: Secretariado de Espiritualidad
Cada 8 de diciembre Vita et Pax se viste de gala con el fin de celebrar la gran fiesta de María Inmaculada. Fiesta para todos los cristianos y muy especial para nosotras. En ella, la mayoría renovamos nuestra Oblación al Señor, ese sí que un día le dijimos y que continuamos diciendo. En España, Guatemala, Ruanda, Italia, Brasil, Marruecos… ese sí se hace universal…
Y como muestra presentamos la celebración de Valencia, en nuestra casa de Pintor López. Transcribimos la monición de entrada a la Eucaristía que preparó Cecilia:
Este año, María Inmaculada, se introduce en el Adviento como protagonista privilegiada de este segundo domingo. Figura excepcional de creyente, portadora de la mayor esperanza que hecha realidad hizo saltar el milagro del vientre de Isabel; modelo de escucha y de oferta de la Palabra que Dios mismo le comunicaba y entregaba. Ejemplo de fidelidad y confianza en Dios, que nos ayuda a caminar los tortuosos caminos de la vida con la ternura y la firmeza de la mejor de las madres.
Hoy, Vita et Pax canta con ella El Magníficat del agradecimiento y la alabanza desde la humildad de quienes nos sabemos fruto del amor del Padre, habitadas por el Espíritu de Dios, enviadas a comunicar la Buena Noticia de Dios encarnado que “derriba a los poderosos y ensalza a los humildes”.
Es un día grande y nuestra celebración se une a la de toda la Iglesia y a la de toda nuestra familia, la de aquí esparcida por el mundo y la de allá que vive la plenitud de Dios.
Es un día grande que actualiza la respuesta personal y la que vamos haciendo como grupo a la llamada que el Señor nos hizo y nos hace cada día a amarle y servirle en todos los hermanos y hermanas para quienes deseamos la Vida y la Paz de Jesucristo, las mismas que nos han sido dadas por pura misericordia.
Proclamamos, como María, que Dios hace obras grandes a través de nuestra pequeñez, que es la fuerza de nuestra debilidad, el valor en nuestro temor, la voluntad en nuestras apatías y perezas.
María, te proclamamos con toda la Iglesia que eres nuestra Madre y guía; te pedimos, al renovar nuestro sí, fidelidad para amar y servir en la gratuidad y el gozo.
Virgen del Adviento, Madre de la Esperanza, ruega por nosotras.