Hoy ¿es posible vivir la alegría?

3º domingo de Adviento, Ciclo C

Por: Conchi Ruiz. Mujeres y Teología. Ciudad Real

Hoy ¿es posible vivir la alegría?

Vivimos entre prisas, agobios, desencanto, guerras, movimientos de familias enteras que dejan atrás sus raíces en busca de un mundo donde, al menos, haya paz, trabajo y una vida digna. El paro, los empleos precarios de los jóvenes, atentados, la violencia doméstica, el panorama político incierto, el individualismo, el desencanto, las diferencias sociales… Mujeres y varones vivimos rodeados de dificultades y sufrimiento.

Todas estas situaciones y muchas más nos atrapan como una tela de araña y nos impiden ver más allá. Cuando estamos tan preocupados y ocupados difícilmente puede brotar la alegría del corazón. ¡Qué tristes parecemos los cristianos y cristianas! ¡Qué triste parece nuestra Iglesia!

Mil anuncios nos presentan un mundo perfecto, que nos invita a consumir y a vivir sin preocupaciones para alcanzar la “felicidad”.

Y frente a todo esto las lecturas de este domingo nos hablan de la ALEGRÍA. San Pablo en la carta a los Filipenses nos dice: “Estad alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres…” insiste en la alegría, en poner nuestras preocupaciones en manos del Señor, que nada nos angustie.

Dios viene un año más. Es una historia que se repite, que se hace real en este momento concreto de nuestra historia personal. Viene a iluminar y alegrar nuestras vidas cansadas. En el fondo, estamos tan necesitados de ello.

Cuando miro estas lecturas, pienso: en la teoría todo está muy bien, qué palabras tan bonitas, tan gratificantes, reconfortantes. Qué fácil es estar alegres cuando todo va bien. Ser bondadosos con los que queremos y nos quieren. Pero el día a día es complejo, es ahí donde nos la jugamos.

Estos textos son una invitación a estar en sintonía con el Señor. A compartirle nuestras dificultades, desasosiegos, también las alegrías más profundas. A pasar tiempo con Él, en su presencia. Vivir preocupados y ocupados, en tensión, pero confiando en el Padre/Madre, sosteniéndonos en Él, dejándonos conducir, iluminar.

Continúa S. Pablo: “Y la paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, guardará vuestros corazones”. Cuando el corazón vive en paz las decisiones, las relaciones complicadas, los conflictos, se viven de otra manera: pensamos, sentimos y actuamos desde Él.

Dejarnos conquistar por el Señor. Dejar que nos robe el corazón, que se produzca ese encuentro personal con Jesús de Nazaret, este personaje tan popular, que viene todos los años, que tanto nos suena, pero que, no terminamos de conocer  en profundidad, no terminamos de establecer una relación de intimidad con Él. Esta nueva relación hará que la alegría brote de dentro, a pesar de los obstáculos. Llenará esos agujeros interiores vacíos, que intentamos tapar con otras cosas. Abrirá el corazón a los demás, a los pobres, a los que no cuentan, a sus necesidades, a los tristes. Romperá nuestro aislamiento, nuestra rigidez, dará sentido a nuestras acciones, a nuestra vida.

En el corazón generoso, entregado, confiado, habita el Señor. Y en este corazón reina la alegría. Alegría que no se puede disimular, que contagia, que construye. Hoy se nos invita a llevar la alegría del evangelio a los demás. Hoy sí es posible vivir la alegría en este mundo tan convulso que habitamos. Hoy sí es posible vivir la alegría desde Jesús de Nazaret. Para ello ¡Acojamos, conscientemente, al Niño de Belén en nuestro corazón!

Y termino con unas palabras del papa Francisco: “La Iglesia no es un refugio para personas tristes, la Iglesia es la casa de la alegría”.

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