Domingo 3º del T.O. Ciclo C
Por: M. Carmen Calabuig. Vita et Pax. Ruanda.
Hoy se cumple esta escritura
En la Liturgia de este domingo, la Palabra nos ofrece un banquete de viandas enjundiosas y vinos olorosos… pero quizá puede resultarnos algo indigesto: “Te amargará las entrañas, aunque al paladar te sabrá dulce como miel” (Ap.10, 9).
A pocas semanas de la Navidad, justo un mes, en que celebramos que LA PALABRA SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS, hoy el libro de Esdras nos narra un pasaje bellísimo: El pueblo de Israel, de vuelta del cautiverio de Babilonia, reunido en la plaza del Templo de Jerusalén para escuchar la lectura del libro de la ley de Dios. Un pueblo hundido en la miseria física y espiritualmente.
La Palabra de Dios es bendición, perdón de infidelidades y fuerza para que Israel vuelva a ser el pueblo de la Alianza. “Hoy es un día consagrado a vuestro Dios, no estéis tristes pues el gozo en el Señor es nuestra fortaleza”.
También Jesús, en la sinagoga proclama la Palabra: “Hoy se cumple esta escritura”. Siempre la Palabra de Dios es VIDA, impulso y ánimo para levantar el vuelo por hundidos que nos sintamos. Pero también esta Palabra juzga nuestra vida y nos pone en relación con los demás, tanto en el pasaje de Nehemías, como en el de Isaías:
“Enviad porciones a quien no tiene preparado”. La Palabra de Dios no es para “gozarla” en privado. Nos impulsa a proclamarla, no solo con palabras, sino en una vida entregada a los otros.
El profeta Isaías nos orienta el camino hacia el otro: Anunciad la Buena Noticia a los pobres, a los cautivos la libertad y un año de gracia del Señor. “Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso yo te mando: Abre la mano a tu hermano, al pobre, al indigente de tu tierra” (Dt. 15, 11)
Manos Unidas, en su slogan dice: “El hambre no solo se combate con comida”, cierto, el hambre se combate con la justicia. Se acaba de celebrar la Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático y una de las conclusiones, porque las que hay que tomar para reducir los contaminantes que enviamos a la atmósfera no tenemos voluntad para aplicarlas, es dar millones de euros a los países de África para que mejoren su situación económica y disminuyan la pobreza.
Este dinero no es un donativo es la restitución, en justicia, de las riquezas, que los países que llamamos desarrollados, están obteniendo por el expolio de su suelo, y que irá a parar al bolsillo de dirigentes y políticos, mientras el pueblo seguirá muriendo de hambre. Con dinero queremos, a veces, tapar las injusticias.
Esta Palabra nos interpela a quienes vivimos aquí y vemos la situación de pobreza o miseria en que viven algunas de las personas que nos rodean y comprobamos que existe un abismo entre nuestro modo de vivir y su situación… aunque nuestra vida esté a su servicio. Siento que resuena en mi corazón “dicen y no hacen”…
Siento que, como el pueblo de Israel, tenemos que escuchar la Palabra de Dios, dejarla que penetre en nuestro corazón y llorar nuestra infidelidad. El Papa Francisco dice que hay que pedir “el don de lágrimas”. Nosotros, ungidos por el Espíritu, estamos llamados a proclamar el año de gracia de del Señor, un año jubilar.
También el Papa Francisco orienta nuestro camino hacia el otro:
“Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo. (M.V. nº15)
La Palabra de Dios es eficaz, como rocío que empapa la tierra, va fecundando nuestras vidas. Hoy, aquí y ahora, la celebración de la Palabra nos va haciendo más coherentes, más abiertos al otro, más justos, si nos dejamos empapar por ella. El Hoy de la liturgia nos dice que no estamos recordando lo que pasó en la plaza del Templo de Jerusalén, ni en la sinagoga de Nazareth. Hoy, aquí en Biryogo, y en el mundo entero, esta Palabra actúa en todas las personas y las va y nos va configurando en Cristo Jesús.
Pablo nos dice: “Vosotros sois el cuerpo de Cristo”. Y podemos decir, como Jesús: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres,…a anunciar el año de gracia del Señor. Hoy se cumple esta Escritura, y en esta tarea queremos dejar nuestra vida, conscientes de nuestras limitaciones, pero “la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre” (M.V.nº3).