La Fuerza de una Promesa

La fuerza de una promesa
VI Domingo de Pascua
Por: Andrés Huertas. Presbítero. Madrid

Textos Litúrgicos:

Hch 8, 5-8.14-17
1Pe 3, 15-18
Jn 14, 15-21

La Fuerza de una Promesa

1ªLectura: “… La ciudad se llenó de alegría…” (Hch 8, 5-8.14-17).
2ªLectura:“… Dar razón de vuestra esperanza…; pero con mansedumbre y respeto…” (I Pe 3, 15-18).

Evangelio: (Jn 14, 15-21). Jesús se despide y tranquiliza a sus discípulos prometiéndole su Espíritu…; una nueva forma de estar con ellos y con quienes guarden sus mandamientos.

Comentario

La presencia de Dios en la comunidad cristiana y en cada miembro, tal como la describe Jesús en este pasaje, cambia el concepto antiguo de Dios y la relación del ser humano con él. Se concebía, de hecho, a Dios como una realidad exterior al ser humano y distante de él; la relación con Dios se establecía a través de mediaciones, de las cuales la primera era la Ley, de cuya observancia dependía su favor.

Dios reclamaba el ser humano para sí; éste aparecía ante él como siervo. El mundo quedaba en la esfera de lo profano, había que salir de ella para entrar en la de lo sacro, donde Dios se encontraba. Se establecía así una división entre dos mundos; la creación, obra de Dios, carecía de dignidad ante él.

En la exposición que hace Jesús se describe la venida del Espíritu, de Jesús y del Padre; con esta imagen espacial significa el cambio de relación entre Dios y el ser humano:

  • La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad, la misma realidad humana se hace santuario de Dios.
  • De esta manera Dios «sacraliza» a la criatura con el Espíritu Santo y, a través de él, a toda la creación.
  • Ahora nos toca a nosotros hacer un camino de interiorización para que su presencia nos cristifique “vosotros conmigo y yo con vosotros”.
  • Este camino juntos hacia el Padre lo inicia Jesús en el jardín de la Resurrección con María Magdalena (Jn.20,19) “anda vete y diles a mis hermanos que voy al Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios”
  • Este camino juntos hacia el Padre es el camino pascual, el camino del
  • Los servicios en la Comunidad son muy variados, desde y con el Resucitado toda acción se convierte en testimonio de quien nos habita.

El Padre, por tanto, no es ya un Dios lejano, sino el que se acerca al ser humano y vive con él, formando comunidad con los hombres y mujeres de nuestro entorno, objeto de su amor.

Resuena la Palabra

He aquí la gran promesa de Jesús: «vosotros me veréis y viviréis (v.19). La visión y la vida estrechamente vinculadas. Quién ve a Jesús, vive; esto nos exige una profunda operación pedagógica y espiritual, nos exige un mirar a las criaturas en profundidad, superar el mundo de las apariencias y alimentarnos con una mirada de fe. S. Ireneo ya lo expresó: «la gloria de Dios es que el hombre viva, la vida del hombre es la visión de Dios».

Estamos invitados a una vida participativa con Dios en cada criatura. Participar en la vida del Cristo resucitado supone llevar una «vida según el Espíritu que es quien da vida», estar abierto a Él, dejar que viva y habite en nosotros para que podamos ver y vivir. Esta mirada interna de Cristo, esta vida profunda, que el Espíritu suscita en cada uno de nosotros, se proyecta también hacia fuera; ella nos permite verle en los demás, en los acontecimientos, en los signos de la vida y en la vida de la creación.

En todo, el Espíritu nos descubrirá la presencia de Cristo, la realidad y la figura de Cristo, ésta es la obra del Espíritu: que descubramos un mundo cristificado, que sea alumbrado en todo.

Para la Reflexión y Vivencia

  • ¿Acompañas tus palabras con signos coherentes?
  • ¿Qué signos son los más necesarios, hoy, para tu entorno?
  • ¿Qué signos son los que más me afectan de cuantos se dan en mi entorno?
  • ¿Qué presencias son hoy significativas para nuestra vida?
  • ¿Dónde encuentras hoy a Cristo?, ¿en quienes? ¿qué actitudes te lo evocan?
  • ¿Qué efectos producen en ti el encuentro o evocación de Cristo presente en la vida?

Para el Diálogo y la Experiencia

  • Compartimos nuestras experiencias de encuentro con el Señor.
  • ¿Qué presencias nos llenan de alegría?
  • ¿nos motivan la libertad? ¿nos empujan a amar?
  • ¿Transmitimos la alegría y el consuelo del Espíritu?

    La Fuerza de una Promesa

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