Domingo XXVII TO.
Por: Conchi Ruiz Rodríguez. Laica. Ciudad Real
Textos Litúrgicos:
Gen 2, 18-24
Sal 127
Heb 2, 9-11
Mc 10, 2-16
Los textos bíblicos de este domingo son un alegato hacia la igualdad entre hombre y mujer. Apoyándonos en estos textos podemos decir con toda rotundidad y vehemencia que la humanidad tiene dos alas. Que son necesarias las dos alas para que la humanidad levante el vuelo.
Gn, 2,18-24 “… ¡Esta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Por eso se llamará varona, porque del varón ha sido sacada…”
El relato de la creación describe cómo Dios después de crear la multitud de seres que pueblan la tierra vio que no era suficiente pues el hombre necesitaba un ser igual a él. Al despertar del letargo y descubrir la presencia de la mujer, el hombre, se reconoce en ella: esta si es carne de su carne y hueso de sus huesos. La reconoce como compañera de camino, para construir, vivir, compartir juntos.
Salmo 127 “Dichoso el que teme al Señor, el que pone su confianza en Él”
Entendamos el temor no como sinónimo de miedo, sino más bien como sinónimo de respeto, de admiración. Este cántico nos recuerda lo grande que es poner la mirada en el Señor, transitar por sus sendas. La generosidad del Señor es inmensa, nos colma de bendiciones, de felicidad, de larga vida, de una familia fecunda. Los seres humanos pasamos gran parte de nuestras vidas buscando y añorando la felicidad y, la tenemos tan cerca… El Señor es la fuente de felicidad. ¡Vayamos a su encuentro!
Evangelio de Mc 10, 2-16. Las palabras de los evangelios no pasan de moda, están de plena actualidad. Eso ocurre con el texto de hoy.
Los fariseos preguntan a Jesús sobre el divorcio para ponerlo a prueba. Jesús da una nueva visión de la ley de Moisés donde prevalecía el poder del hombre para repudiar a la mujer. Y se remonta al principio, a la creación. Jesús habla de iguales, no de la superioridad de uno sobre el otro. Si nos situamos en el contexto de la sociedad de entonces, donde la mujer carecía de valor alguno, estas palabras son revolucionarias, novedosas, rompen con siglos de tradición. Establecen un nuevo criterio en las costumbres y sobre todo restablecen la humanidad de la mujer, sus derechos y dignidad como persona.
De la misma manera ocurre con los niños. En la sociedad de entonces los niños carecían de valor, poco importaban sus vidas. Imaginamos a los discípulos regañando y quitando de en medio a los críos para que no molestaran al maestro. Jesús vuelve a sorprender con su respuesta. “…Dejad que se acerquen a mí, … de los que son como ellos es el reino de Dios…”
Ellos son los preferidos de Jesús, los quiere cerca. Además anuncia que ese reino tan esperado está preparado para aquellos que son como niños. ¡Qué barbaridad! Nos pasamos la vida haciendo méritos para alcanzar el reino y ahora hay que hacerse como niños.
Será que no terminamos de comprender bien la lógica que emplea Jesús. Una lógica nueva, de lo pequeño, lo sencillo, de la sinceridad por encima de las apariencias, de la alegría, de las risas, del perdón, de la apertura, de la acogida incondicional…
Pidamos recuperar ese corazón de niños, un corazón abierto dispuesto a acoger, lejos de prejuicios, de rencores, un corazón cálido y vivo.