¿Se puede tener fe el viernes santo?

VIERNES SANTO. La Pasión del Señor

Por: José Antonio Ruiz Cañamares SJ. Madrid

¿Se puede tener fe el viernes santo? –se preguntaba Rahner– Y la pregunta tiene pleno sentido. Ante el Crucificado cómo tener fe en alguien tan fracasado, tan vulnerable, tan abandonado de los suyos, tan “poca cosa”. “Algo habrá hecho”, debieron pensar algunos. Porque parece que la fe-confianza debemos ponerla en el poder, el éxito, la belleza, lo grandioso, etc. Y, por si todavía teníamos algo de duda en darle nuestra fe al Crucificado, la tradición bíblica afirmaba que era “maldito el que cuelga de un madero” (Dt 21,23).

Sobran razones para no tener fe el viernes santo. Así al menos lo piensan muchos. Sin embargo, el teólogo que plantea la pregunta punzante barruntando una respuesta negativa, responde diciendo: “SÍ, por la gracia de Dios”. Claro que se puede mantener la fe en viernes santo, pero con la ayuda de Dios que nos haga ver con la mirada de fe más allá de lo que perciben nuestros sentidos ante la cruz del Señor Jesús y el sufrimiento de cualquier hombre o mujer.

Cualquier religión si quiere ser mínimamente seria tiene que intentar darle un sentido al dolor del inocente, al sufrimiento no buscado, a la muerte. Al contemplar la Pasión del Señor Jesús no encontramos un tratado teórico sobre el sufrimiento y la muerte. Lo que vemos, oímos y palpamos es al mismo Hijo de Dios, plenamente hombre, sufrir sin ser causa de ello, y afrontar una muerte prematura en unas condiciones tremendamente dolorosas e injustas. La mirada siente tentaciones de volverse hacia otro lado más agradable cuando contemplamos al Jesús de la Pasión o cuando contemplamos las pasiones humanas, propias y ajenas. Pero no podemos caer en esta tentación de desviar la mirada, porque en la pasión y muerte de Jesús encontramos salvación. Sí, no me he equivocado, salvación.

Salvación porque vemos que en Jesús nuestro Dios entiende de dolor. De dolor físico, de dolor humano (el fracaso), de dolor afectivo (todos lo abandonan) y de dolor creyente (el amado Padre guarda silencio y parece que está ausente). A un Dios que no hubiese experimentado algo tan propio de la condición humana como es el sufrimiento y la muerte, por muy bueno que fuese, yo no le doy mi fe-confianza. Sólo al Dios de Jesús que entiende plenamente de estas realidades, a éste, y sólo a éste, lo considero yo digno de fe. Pero no cabe duda que para seguir creyendo en el viernes santo, se necesita la gracia de Dios, como bien apuntaba Rahner.

La resurrección es el telón de fondo de la pasión. Esto sin duda. Pero necesitamos dialogar mucho con el Crucificado, sobre todo, cuando nos visita lo que no entendemos, lo que nos rompe por dentro, lo que nos quita la esperanza y el sentido. Obtenemos salvación cogiendo un taburete y poniéndonos al pie del Crucificado y dialogar con Él. O simplemente guardar silencio, con la plena convicción de estar siendo escuchados y comprendidos.

“En el calvario, a los pies del Señor, se halla todo consuelo y alivio”, repetía Rosa Mª Molas. Y allí, en donde muchos otros ni pueden sospechar, encontramos la fuerza para seguir caminando en la vida, la esperanza que se había perdido, el horizonte nuevo que se había escondido. De tal manera, que lo que podría ser causa de perdición para nosotros se puede convertir, por la gracia, en causa de salvación, en ocasión de encuentro con uno mismo, con los demás y con Dios. Pero esto ya es el misterio pascual que celebraremos el domingo.

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