4º Domingo de Pascua. Ciclo A
Por: Victoria Cañas Labairu. Vita et Pax . Pamplona
La Puerta de la Vida.
Desde que la humanidad empezó a organizarse en sociedad y convivir juntos en un mismo espacio territorial empezaron a originarse las primeras pandemias que amenazaban a la población y, sin duda, han influido en el curso de la historia.
Los efectos parecen ser siempre los mismos, se cobran la vida de millones de personas y las consecuencias económicas son enormes. Quizás la diferencia radica en que antes, las pandemias se propagaban con lentitud y hoy, en este mundo globalizado, en una semana ha conseguido extenderse a 40 países.
¿Cómo releer la parábola del Buen Pastor ante estos acontecimientos que hoy vivimos? ¿Cómo Jesús sigue siendo puerta de vida y esperanza en estos momentos de nuestra historia?
Al ladrón y al bandido enseguida le ponemos nombre, ese virus microscópico llamado COVID-19 que enferma y mata. Un virus que nos ha hecho temblar, asustarnos, encerrarnos y recordarnos nuestra vulnerabilidad como humanos.
Pero no olvidemos que siguen subsistiendo otros ladrones que quizás ahora están encubiertos, pero siguen matando igualmente la dignidad y la vida de tantos millones de personas en nuestro mundo: el hambre, las armas, la guerra, los campos de refugiados, el Ébola…
Pareciera que hoy tendríamos que “reconocer la voz” del Buen Pastor que nos está “susurrando a gritos” que hemos llegado lejos, que unos pocos hemos conseguido vivir bien y situarnos en nuestra sociedad, que pareciera que nuestro bienestar no tenga límites, que todo está a nuestra disposición y somos los dueños del mundo, poco importa el que queda atrás.
Son momentos de soledad, de dolor y de lucha entre la vida y la muerte para muchos, pero también en este tiempo de confinamiento estamos asistiendo a verdaderos gestos de solidaridad, ahí están los que, solícitos, ayudan haciendo pequeños o grandes servicios, acompañan a los más frágiles, dan la vida por salvar a los otros; la alegría por los que van sanando; en estos días conectamos con viejos amigos y familiares interesándonos por ellos, y hasta tenemos detalles con los vecinos para que a pesar de todo puedan festejar y pasar un mejor día.
¡Cuántos gestos de solidaridad, de gratuidad, de donación hemos vivido en estos días!
Hemos hecho presente todo lo bueno que hay en nosotros, ese gen del Espíritu que todos llevamos dentro y que en estos momentos ha resurgido con fuerza.
Ante todo lo que vamos viviendo, a unos se les abre la puerta a la ilusión pensando que algo cambiará, que es el momento de planificar nuestro mundo de otra manera, de tener más en cuenta a la persona, de hacer una sociedad más equitativa, no sé si obligados por las circunstancias o por opción; otros, no quieren ser ilusos, creen que repetiremos la historia, y en cuanto podamos intentaremos alcanzar el bienestar perdido.
Jesús camina delante de nosotros. Si queremos seguirle nos presenta otra alternativa, se nos presenta como “la puerta de la Vida”. Nos ofrece otro modo nuevo de vivir; desde el amor, la fraternidad, la justicia y el servicio.
Experimentemos que nadie responde mejor a nuestros anhelos más profundos, a nuestras preguntas y necesidades. Constatemos que es posible vivir la vida desde ese Dios manifestado por Jesús, pongámoslo en el centro de nuestras vidas, seamos capaces de revertir la historia, de decrecer todos un poco para que la solidaridad que estamos viviendo se transforme en esa fraternidad donde todos por igual podamos disfrutar de las verdes praderas, de las fuentes tranquilas hacia donde el Buen Pastor, Dios Padre-Madre, nos ha prometido llevar.
“Lucharon vida y muerte en singular batalla,
y muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
Venid a Galilea, allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos la gloria de la Pascua”