Domingo XXVIII. TO.
Por: Dionilo Sánchez Lucas. Laico. Ciudad Real
Recompensa abundante y regocijadora
Textos Litúrgicos:
Sab 7, 7-11
Sal 89
Heb 4, 12-13
Mc 10, 17-30
Pocas veces invocamos a Dios para que acreciente en nosotros un espíritu sabio, tal vez pensemos que la sabiduría pueda ser signo de conocimiento, orgullo, poder; pero nada más lejos del sentido profundo de la misma. La persona va creciendo en sabiduría al mismo tiempo que minusvalorando el poder, desprendiéndose de las riquezas, pierde importancia la belleza, pero son más los bienes y la alegría que nos llega con ella, es un tesoro precioso que nos lleva al encuentro y amistad con Dios.
Como invoca el salmo: “Enséñanos para que adquiramos un corazón sabio. Cuídanos y sácianos de tu amor para que vivamos con alegría y júbilo. Que descienda sobre nosotros la bondad del Señor, que todos tus hijos contemplen tu gloria y esplendor”. Crezcamos en sabiduría para dar sentido a las desesperanzas y sufrimientos de nuestra vida, para transformarlos en gozo y gracias a la vida, y llevarnos al encuentro con Dios.
Comienza el Evangelio de este día con una pregunta a Jesús, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?: Tal vez sea una pregunta que se hagan los que se creen muy cerca de Dios, pero no la mayoría de la gente. Si puede haber una pregunta que se cuestione toda la humanidad, creyentes y no creyentes desearían una respuesta, ¿qué debo hacer para ser feliz?, la respuesta de Jesús sería la misma: honrarás a tu padre y a tu madre, que es dar gracias a la vida; también diría que no causarás daño a los demás; no atesorarás bienes materiales porque parte de ellos los necesitan los demás; no calumniarás, ni mentirás, que la luz sea la verdad; comprende y ama a tu prójimo.
No creo que muchos dijéramos como el joven rico: “Todo eso lo he cumplido desde joven”, aun así, se marchó triste; en todo caso, afirmaríamos: procuro ponerlo en práctica, doy un paso hacia adelante y otro hacia atrás, pero si el primero es mayor continúo avanzado.
Jesús es radical en su mensaje: “Ven y sígueme”, nos pide darlo todo, que no guardemos nada para nosotros, no estemos preocupados por nosotros mismos, la vida es para entregarla, no tengamos miedo a perder o renunciar a todo, parece que nos estuviera pidiendo que nos tirásemos por el precipicio. Pero no, es una llamada a seguirlo porque desea que nos encontremos con Él, nos está esperando a cada uno de nosotros y nosotras, con nuestro nombre.
También nos dice: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios”, por eso nos pide que lo dejemos todo, para continuar tras Él y dar a conocer la buena noticia (el reino del amor), la recompensa en el tiempo presente ya es abundante y regocijadora, ahí encontramos la felicidad, y cuanto mas inmensa será en la vida eterna, que aún cuando no se esperase, Jesús saldrá al encuentro.
Recompensa abundante y regocijadora