Domingo XXVII del T O. Ciclo C
Por: Carmen García. Vita et Pax. Pamplona.
El Año Litúrgico avanza con la misma rapidez que lo hace el año natural. En el transcurso del mismo, vamos descubriendo y experimentando la riqueza de la Liturgia que nos ofrece la Iglesia, en las celebraciones de cada domingo y de las fiestas especiales.
En este domingo nos acompaña en la primera lectura el Profeta Abacuc, uno del grupo de los llamados Profetas “menores”. Se les llama menores no porque sus enseñanzas sean de menor importancia, sino porque sus escritos son menos extensos que los de los Profetas “mayores”. Unos y otros intentan mantener la esperanza en el futuro, son hombres inspirados que se adelantan a su tiempo y van creando, poco a poco, nuevas relaciones entre Dios e Israel, el pueblo escogido.
Abacuc, ante las injusticias y opresiones que sufría su pueblo por parte de otras potencias más fuertes que Israel, clama al Señor preguntándole ¿por qué? ¿hasta cuándo?. Son las preguntas que nos hacemos todos frente a situaciones que no comprendemos, que nos desbordan, que nos resultan incomprensibles desde la mirada humana. A veces, la confianza en Dios se tambalea. Abacuc les pide que esperen en las promesas de Dios aún en medio de la tribulación. El final de la lectura es la clave para seguir confiando en el Señor: “El justo vivirá por su fidelidad”.
En este domingo se inicia la lectura de la 2ª carta a Timoteo. Son las cartas “llamadas pastorales” donde el tema principal es el de la verdadera tradición apostólica, frente a otras doctrinas que estaban poniendo en peligro las enseñanzas de los apóstoles. Como vemos al principio de la carta, Pablo llama a Timoteo querido hermano. Es un “título” que nos muestra la relación fraterna que había entre ellos. Pablo escribe a Timoteo desde la cárcel y le recuerda varias enseñanzas fundamentales para vivir de acuerdo con la doctrina que le transmitió, que “avive el don de Dios por la imposición de las manos”. Que “no se avergüence de dar testimonio de Dios y del propio Pablo que está en la cárcel”. Que “tome parte en los padecimientos que conlleva el anuncio del Evangelio y que “vele por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros”.
Son mensajes que nos vienen bien a todos los cristianos. Hoy también muchos de ellos viven en circunstancias de persecución, marginación y algunos, incluso, mueren por el anuncio del Evangelio y fidelidad al mismo.
“Auméntanos la fe”. Así comienza el Evangelio de este Domingo. La respuesta de Jesús es clara. El servicio está por encima de cualquier otro trabajo o misión por importante que sea. Nuestro servicio debe estar enfocado hacia los más débiles de la sociedad: enfermos, ancianos, emigrantes, refugiados, maltratados, especialmente a mujeres y niños. Lo nuestro será ponernos del lado de los que más sufren y, como dice el Evangelio, al final de la jornada diremos: Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.