Domingo 2º de Cuaresma, Ciclo C
Por: M. Jesús Iriarte. HOAC. Iruña.
Al acercarnos al texto de Lc, no podemos dejar de hacerlo sin tener en cuenta las coordenadas en las que se enmarca su propia catequesis: la presentación de Jesús como el Mesías prometido y anunciado desde antiguo.
La narración de Lc se inscribe en el contexto de unos relatos donde poco a poco se nos va desvelando la verdadera identidad de Jesús de Nazaret.
Desde la sospecha de Herodes, que piensa que es un aparecido (Lc 9,8), pasando por el hecho de dar de comer a una multitud de personas (Lc 9, 10-15 ), seguido del primer anuncio de la pasión, hasta la confesión de Pedro, cuando Jesús le pregunta: Y vosotros quien decís que soy yo? (Lc 9,20) ….Jesús se va a revelar como el Mesías de Dios.
Este es el meollo de la cuestión: quién es Jesús de Nazaret.
El episodio de la transfiguración nos remite al acontecimiento de la resurrección, en cuanto que en ambos casos, aunque de manera diferente, se nos presenta un Jesús “desconocido” hasta ese momento. Un Jesús nuevo, que irradia una luz especial y nos provoca una mirada cautiva por el misterio que le envuelve… Son, las palabras, torpes recursos, para describir la experiencia que este suceso produce en los testigos.
Y la pregunta, nos golpea la inteligencia: ¿quién es realmente Jesús de Nazaret?
¿Quién ha sido ese hombre justo, para los primeros seguidores y quién es para nosotr@s, los de la última generación?
Volviendo hacia el texto de Lc y comparando con el resto de los sinópticos, los estudiosos nos dirán que existe una fuente común en los evangelios en torno al relato de la Transfiguración, aunque, parece evidente que Lc añade datos que Mc y Mt omiten. Sea por una catequesis determinada o por una elaboración más personal, lo cierto es que Lc ha realizado una redacción propia diferente a los otros dos evangelistas.
Según Lc, ocho días después de los discursos mencionados, Jesús sube al monte a orar, junto a tres de sus discípulos Pedro, Juan y Santiago. Mientras ora, su rostro se transfigura y aparecen en escena Moisés y Elías, también resplandecientes, que hablan de su partida hacia Jerusalén. (Lc 9, 28-33). Cuando estos personajes se retiran, Pedro propone a Jesús hacer tres tiendas. Dicho esto, aparece una nube que les cubre con su sombra, les llena de miedo y entonces suena una voz: Este es mi Hijo elegido, escuchadle…
El escenario nos resulta fantástico. Nos atrevemos a decir que irreal.
Difícil de probar su historicidad, aunque igualmente dificultoso probar lo contrario. Dejando esta cuestión aparcada, nos interesa más descubrir el significado que entraña la escena. Nos detenemos un poco, rastreando el pasaje.
Indudablemente las alusiones a la historia de Israel en el AT, están presentes. Igual que Moisés, en el “rito de la alianza” sube la montaña con tres personas más, luego se acerca solo y lo cubre la nube. (Ex 24,1 ,15). Moisés, que representa la Ley, va a ser quien lidere el éxodo judío hacia la tierra de la promesa. En el caso de Jesús, también tiene que “partir” (el término empleado hace alusión al éxodo / salida) hacia Jerusalén en referencia a su propia muerte (Lc.9 31).
Veamos el segundo personaje
Elías, que según la tradición fue arrebatado al cielo en un carro de fuego, se esperaba que apareciera en un futuro para preparar la venida del Mesías de Dios. Profeta además, representativo de la dimensión salvífica del Dios de Israel, más allá de las fronteras del pueblo judío. Profeta también, como otros muchos, valedor de la justicia y de la suerte de los débiles.
Otro dato:
El monte como lugar de teofanías, límite donde cielo y tierra se juntan, comunes a muchos pueblos y culturas.
La oración como espacio de intimidad y encuentro con el misterio. Jesús en los momentos claves de su existencia, ora al Padre.
La nube, como envolvente presencia de lo divino. (Ex.24,15)
La voz, que dice: este es mi Hijo el elegido, como en el momento del Bautismo, afirmando su mesianismo (Lc 3,22)
Todo queda trasformado.
Como hemos dicho antes, en el texto de Lc la alusión a la gloria de Jesús se adivina sin esfuerzo. Estamos tan acostumbrados a esa luz de resurrección, como promesa de futuro, que experimentarla ya en el presente, en el hoy de nuestra realidad, se nos antoja ensoñadora, irreal, no la reconocemos. Es más, queremos construir tiendas, como los discípulos (para mantener la tradición) pero que, de paso, nos protejan a nosotr@s hoy, aquí y ahora, porque no creemos en utopías.
Y guardamos silencio y callamos, como nunca callaron los profetas.
Cuando Jesús desciende del monte, el resplandor ya ha desaparecido. Camina con rostro anónimo, sin el brillo seductor del evento anterior. Anida para sí, el temor de su fracaso, pero sigue con paso firme hacia Jerusalén. El camino que ha elegido con tanta honestidad, le lleva inevitablemente hacia el final de su vida y de alguna manera lo intuye. Sus amigos, no han entendido nada. A la incomprensión de su pueblo se añadirá el abandono de sus discípulos. Sufrimiento, experiencia de dolor profundo y una inmensa soledad, lo sitúa en los umbrales de la muerte. Este era el tema de conversación con Moisés y Elías. De cualquier manera, para Lucas, Jerusalén será final y punto de partida del resucitado.
Pero ¿quién es realmente Jesús? …nos seguimos preguntando.
¿Quién es ese desconocido que cambia su rostro cuando deambula hoy por las calles del mundo y de la historia para identificarse con quienes están tirados en las fronteras de la vida…? ¿Quién es este desconocido que trae noticias nuevas, increíbles, desconcertantes, anunciando liberación, justicia, solidaridad, amor sin condiciones?
Nuestra necesidad de búsqueda insaciable, sigue tropezando en los senderos de la lucha por la justicia, con rostros parecidos al de ese gran desconocido. Calles y plazas de nuestra sociedad pobladas de personas a quienes se les niega la posibilidad de vivir con dignidad salen a nuestro encuentro…”éste es mi hijo, escuchadle”…pero al oír esto sentimos miedo…miedo de perder nuestras tiendas protectoras… ¡tenemos tantas cosas que también podríamos perder!
¿Por qué silenciamos las voces de nuestros profetas? Acaso alguien se atreve a negar su existencia?
¿Por qué no contar, que hasta llegar al alba, la noche es larga, fría , desoladora, y necesitamos las fuerzas de tod@s en esta acampada pública que es la vida… ¿Ya no soñamos con la luz de alguna aurora?
Quizá es, que todavía, no hemos entendido la rebosante plenitud humana que habita en Jesús de Nazaret… la oferta alternativa que nos presenta. Un estilo de vida diferente donde la prioridad de la persona es incuestionable. Una experiencia inmensamente gratificante que a tod@s, sin exclusión, nos hermana.