Las Bienaventuranzas
Quintaesencia de la Espiritualidad Evangélica.
Domingo VI del T.O.
Por: Josefina Oller . Vita et Pax. Guatemala
Textos Litúrgicos:
Jer 17, 5-8
Sal 1
1Cor 15, 12. 16-20
Lc 6, 17. 20-26
Acompañados del evangelista Lucas, estamos en estos domingos, siguiendo el itinerario de la vida pública de Jesús. Después de ser bautizado en el Jordán y de ser tentado en el desierto, proclama en la sinagoga de Nazareth la misión que el Padre le ha confiado.
Recorre su Galilea que tan bien conoce, y va desgranando sus enseñanzas, sana a enfermos, cura leprosos, libera a los oprimidos por malos espíritus, no se cansa de hacer el bien. Junto al lago elige a sus primeros discípulos.
Muy pronto su persona se va haciendo atractiva y le sigue gran cantidad de gente “una multitud” -dice el texto-. Él los contempla y ve a campesinos empobrecidos, luchando por sus tierras que les quitan poderosos terratenientes, observa a mujeres demacradas y a niños desnutridos. Mirando a sus discípulos, le sale del corazón: “bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” “bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados” “bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis”. Jesús es muy sensible ante el sufrimiento.
Es seguro que habría también entre el gentío personas ricas que lo escucharían al menos por curiosidad. A ellos les dirigió estas palabras: “¡ay de vosotros los ricos, porque ya habréis recibido vuestro consuelo!” “¡ay de vosotros los que estáis saciados, porque tendréis hambre!” “¡ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis”.
Nos hubiera gustado que los discípulos, en alguna de sus conversaciones nocturnas, le hubieran preguntado a Jesús el significado de las bienaventuranzas, pero no lo hicieron y el Maestro prefirió dejar en libertad a quienes le estaban escuchando y a las futuras comunidades para que las fueran interpretando. La verdad es que así ha sido. Las bienaventuranzas son poliédricas, han sido comentadas desde muchos aspectos. Han sido poetizadas y musicalizadas.
Para empezar, los evangelios nos ofrecen dos versiones: las de Lucas y las de Mateo. Lucas es más radical, sin complementos y ciñéndose a las necesidades materiales de la gente y a los perseguidos, deja a un lado las que son actitudes. Llama la atención, por ejemplo, que siendo él el evangelista de la misericordia reflejada en tantas y tan bellas parábolas, no les dedique una bienaventuranza a los que la practican). Entonces para él ¿por qué son dichosos los pobres, los hambrientos, los que lloran? Porque de todos ellos ES EL REINO.
Es el reino ahora, ellos son los que están llenos de sus valores: sienten la cercanía y la bondad de Dios, su paternidad y maternidad, viven pendientes de Él. Quienes hemos tenido experiencia de vivir en comunidades pobres -no miserables- somos testigos de que la gente pobre y humilde sabe compartir, sabe ser solidaria, lucha por la justicia, es fuerte ante las adversidades, no pierde la esperanza, vive la espiritualidad del “Magnificat”. Ciertamente los pobres nos evangelizan.
Sin darse cuenta viven la “pobreza de espíritu” y son nuestro paradigma hacia el cual estamos todos invitados/as. Aquí confluyen las bienaventuranzas de Lucas y Mateo. Ellas son nuestro proyecto de vida, la gran inspiración de todo el evangelio; son liberación y libertad, salud y salvación, son Palabra de Dios que nos quiere bienaventurados/as y liberadores de los pobres y de los que sufren; son estrellas que nos iluminan y nos guían y que, bajo la acción de la Ruah, las alcanzaremos en el esfuerzo diario por vivir los criterios del evangelio.
Las Bienaventuranzas son el mismo Jesús fotografiado en cada una de ellas: su estilo de vida, su mensaje, sus gestos, todo es reflejo de ellas. Él es el pobre, el manso, el que se conmueve y llora, el que es justo porque cumple la voluntad del Padre, el limpio, el misericordioso, el pacificador, el bienaventurado que se aventuró para enseñarnos las vías de la auténtica y gozosa felicidad. No lejos de él está María su Madre a quien todas las generaciones llamamos bienaventurada, ella vivió la gran aventura de la encarnación con todas sus consecuencias, conducida por el Espíritu que la invadió y la acompañó en su misión, siempre fiel y en actitud de acción de gracias.
Un lindo ejercicio es leer y reflexionar el evangelio diario teniendo en el trasfondo las Bienaventuranzas, las veremos reflejadas en cada una de sus páginas. Sería la manera de ir adquiriendo progresivamente ‘su espíritu’, el modo como llegaríamos a la síntesis de todas ellas: “la pobreza de espíritu”: sentirnos solo dependientes de Dios, en sus manos y al interior del Reino, en definitiva el camino de la “infancia espiritual” que vivió nuestra Sta. Teresita.