Las Claves de La Vida

las claves de la vida
IV Domingo  del TO
Por: Mª de los Ángeles Santamarta Rodríguez. I.S.Hijas de la Natividad de María. Arzúa – A Coruña (España)

Textos Litúrgicos:

Sof 2,3; 3, 12-13
Sal 145
1Cor 1, 26-31
Mt 5, 1-12

Las Claves de La Vida

Felices los que esperan todo en el Señor porque en ellos se hace vida el Reino de los cielos (Sal 145)

Me gusta comenzar esta reflexión de la Palabra de este cuarto domingo del tiempo ordinario, parafraseando la respuesta al salmo de esta jornada.

Ser felices es el fin último de toda persona, así lo quiere Dios. No una felicidad de cosas, de conocimientos, de títulos y/o de poder, de amigos, de hermanos… hasta de una familia; sino que somos felices en tanto cuanto todo esto, TODO, es esperado en Dios. Un Dios Padre que nos regala ser sus hijos queridos, que nos proteje y salva en su Hijo Jesucristo, nuestro hermano y que nos da la herencia de su Presencia en el Espíritu Santo.

La persona que espera está en y construye un camino activo; vive y deja huella de lo que espera. Por ello, en esta sociedad desesperanzada, sin corazón misericordioso, sin manos acogedoras, sin proyecto de comunión y comunidad, … en un mundo individualista y egoísta, por no hablar del valor poderoso de lo inmediato (parece que es lo único que se ve y lo único que existe), hemos de ser testigos de que es posible hoy y ahora, SER FELICES. Para ello, hemos escuchar la Palabra y orarla, hemos de procurar momentos de encuentro en la Asamblea, lugares de silencio, espacios de conversión y misericordia; en fin, nuestra vida, nuestras razones de vida y nuestras actitudes han de ser:

  • de espera activa,
  • de confianza en la acción del Espíritu Santo
  • de gestos esperanzadores,
  • de acciones abiertas a la diversidad y diálogo,
  • de escucha,
  • de silencios de fe, como María, que contemplaba a su Hijo Jesús y guardaba en su corazón todas las cosas
  • de manos que acogen, que limpian que acarician tantos colores que manifiesta la pobreza del ser humano
  • de palabras que transmitan el Reino de Dios y proclmen su justicia
  • de luz que den vida resucitada a los hombres, mujeres y niños con los que convivimos.

Así seremos “pobres en el Espíritu” y se nos dará la gracia de ver el rostro de Dios en nuestra misma carne, a nuestro alrededor; para así, manifestar que SOMOS FELICES EN EL SEÑOR y que se nos ha REGALADO EL REINO DE DIOS.

Esta es nuestra mayor bienaventuranza: que Jesús nos ama, nos mira, nos reconoce tal como somos, humildes, confiados, pequeños y que nos abraza con ternura diciéndonos que en la persecución, en el hambre y la sed, en la humillación, en la pobreza, en el sufrimiento, en la falta de paz, en el silencio, en el encuentro, en el servicio a los demás… Él mismo es el rostro de Dios que hace patente la luz del Reino en cada uno de nosotros y, ¡ojala!, contagiemos a los demás. Como dice San Pablo a la iglesia de Corinto: “fijaos en vuestra Asamblea… no hay sabios, ni poderosos… pero, por elección divina, sois en Cristo Jesús, sabiduría, justicia, santificación y redención”.

En este evangelio de la Bienaventuranzas, Cristo nos entrega “las llaves”, las claves para comenzar un camino de felicidad, según Dios; en la Palabra de Jesús hemos de comprender las claves que nos da para nuestra vida y conseguir ver el mundo con nuevos ojos transformados por el Reino de Dios y poder ser discípulos para entender y extender el evangelio, la Buena Noticia y, vivir la alegría que sólo Dios puede dar.

¡Sed felices hoy! y …. ¡mañana!… y ¡siempre!… ¡en el Señor Jesús!

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