Retiro de Adviento 2019

luces en la noche

Luces en la noche

Por: M Carmen Martín. Vita et Pax. Ruanda

Es tiempo de noche para muchas personas en nuestro mundo. Vivimos en una cultura marcada por la señal de Caín: el sistema económico mata, como ha denunciado el Papa, ante la indiferencia de la mayoría de los seres humanos. Millones de hombres y mujeres no padecen la ‘muerte del morir’ sino la ‘muerte del matar’. Hay hermanas y hermanos nuestros que viven o malviven envueltos en oscuridad y reclaman propuestas reales de fraternidad que iluminen sus noches. No podemos abarcarlos a todos, nos vamos a centrar en este Adviento en intentar iluminar a dos colectivos: migrantes y mujeres maltratadas.

  1. Tiempo de noche
  • Culpables

Alrededor de 30 personas esperábamos en la sala de urgencias del Hospital General. Transcurridas varias horas, la impaciencia se apodera de todos nosotros: “Esto sucede por la cantidad de inmigrantes”. “Han saturado los servicios que hemos pagado nosotros”. “Se aprovechan de la facilidad de acceso”. Cada vez son más los indignados que asienten. Con cierta osadía, pregunto “¿Quién de vosotros es inmigrante?”. No había ninguno en la sala, sin embargo, ya los habíamos juzgado y declarados culpables. El otro, en este caso el inmigrante, es el enemigo, y se le atribuye los males del país. Llegamos a pensar que el problema no son los recortes sanitarios, ni la corrupción, ni la reducción del personal, ni la limitación horaria de las consultas… son los de fuera. Y al señalarles como culpables se diluyen las responsabilidades reales.

Convertimos a las personas de carne y hueso en grupos abstractos como subsaharianos, sirios, bolivianos, menas… y cuando las reducimos a ser inmigrantes o refugiados, descargamos nuestra responsabilidad, entonces es el Estado quien piensa por nosotros ya que su existencia depende de si tienen o no la documentación necesaria. Por el poder que le concedemos al Estado alguien pasa a ser inmigrante y lo será a perpetuidad. La cuestión no es cuándo se es inmigrante, sino cuándo se deja de serlo para ser reconocido como simple ciudadano o ciudadana.

Las sociedades prósperas, además, han creado mecanismos para descartar a todo aquel que amenace su bienestar. Hace dos años, en plena crisis económica, algunos barrios amanecieron con anuncios que decían: “Se necesita asistente domiciliaria; abstenerse inmigrantes”. Probablemente, quien lo escribía, a pesar de estar necesitado de ayuda, se consideraba con el poder suficiente para determinar el destino de los otros y otras; era capaz de conceder o negar la existencia y no en razón de sus cualidades o de sus competencias. Con este acto no sólo reconocía la estructura social de quien está arriba y abajo, también de un plumazo descartaba a personas sin piedad.

Es probable que este mecanismo ‘caníbal’ nunca acabe de satisfacer sus apetitos y pronto se superen a sí mismos escribiendo “abstenerse negros, cojos, ateos, miopes, gordas…”. Esto se perpetúa, además, al atribuir a la persona excluida una identidad negativa que siembra el miedo: no te fíes de la mujer boliviana porque es muy cariñosa pero al final te engaña; ten cuidado con los musulmanes porque son muy suyos y de los refugiados porque son terroristas…

Al expulsar al diferente se construye la seguridad sobre la violencia. Un gran desafío que tenemos hoy es reconocer que el otro o la otra diferente son como yo, y dejar así de señalarlos como culpables.

Íbamos a ser reinas

“Hace once años que huí por primera vez de mi casa, tenía 24 años y dos hijos pequeños, un niño y una niña. En aquella ocasión, él me encontró. Nosotros vivíamos en un pueblo, pero dos de mis hermanas residían en la ciudad donde estaba la casa de acogida en la que me refugié. Un sábado me fui a visitarlas. Él se lo había imaginado. Me estaba esperando y me cogió a los dos niños y se los llevó. Yo llegué llorando a la estación y le dije a la policía que se habían llevado a mis hijos.

-Pero ¿quién se los ha llevado? Yo respondí: el padre.

-¿El padre? –el policía me preguntaba sorprendido-. ¿Tiene un papel que certifique que el padre no se los puede llevar?

-Mire usted, estoy en una casa de acogida por los malos tratos de mi marido- le explicaba.

-¿Pero usted tiene un papel donde diga que no se los puede llevar? –me insistía el policía.

-Yo no, todavía no, todavía no –le respondía.

No hubo nada que hacer. Así que a los dos días volvía a mi casa, dispuesta a que me hiciera lo que le diera la gana porque los hombres así no cambian; al contrario, se ponen mucho más violentos, más agresivos. Yo no soy masoquista, a mí me duelen los golpes y las palizas como a todo el mundo. Pero cuando me pone morada, estoy un par de días sin salir para que no me vean los vecinos con el ojo hinchado o llena de hematomas, y todo eso se me cura. Lo que no se cura es el daño psíquico, ese machaque diario, diario; eso no se cura”.

Blanca recuerda con precisión el primer insulto, el primer golpe. Sin embargo, no es fácil reconocerse como víctima de malos tratos. Es muy duro asumir, incluso imaginar, que la persona que amas te está maltratando, especialmente, al inicio de la relación.

La presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Divorciadas y Separadas dijo: “Los maridos españoles matan más que ETA”. Era 1993 y en 1993, ETA mataba mucho. La frase es verdad. En España morían, mueren, decenas de mujeres a manos de sus maridos, compañeros, novios o amantes sin que se considere un problema de Estado. ¿Qué habría ocurrido en este país si el año pasado hubiesen sido asesinados 68 futbolistas o más de mil desde que se contabilizan a partir de 2003? Resulta fácil de imaginar: rechazo unánime, despliegues policiales espectaculares, medidas especiales de protección, guardaespaldas, preguntas parlamentarias, movilizaciones en las calles…

No sólo aquí en nuestro país; por desgracia, mujeres de todo el mundo sufren violencia física, emocional, económica, sexual, verbal, psicológica, simbólica… ¿Quién sabe cuántas mujeres, en este mismo instante, están sufriendo y viviendo con miedo sin haber encontrado aún la fuerza, el apoyo, los medios necesarios o que alguien las crea para salir de su horror cotidiano?

  1. Jesús, un hombre que supo iluminar la noche
  • El aquí y ahora de Jesús: la noche

“Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria, Cirino”, nos cuenta Lucas (2,1-2) y Mateo añade que Jesús nació “en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes” (2,1).

Concretando, Jesús nació bajo la noche de la tiranía del emperador Octavio, que se hizo llamar el Augusto cuando se encontró en la cima del poder; siendo Cirino gobernador de Siria y reinando Herodes, traidor a su pueblo y vendido a la potencia explotadora ocupante. Y nació en Belén, “pequeña entre las aldeas de Judá” (Miq 5,1), rodeado de pastores y animales. Hasta un establo habían llegado sus padres después de tocar inútilmente muchas puertas en el pueblo.

Es frecuente en época de Navidad decir que Jesús nace en cada familia, en cada corazón. Pero esos ‘nacimientos’ no pueden dejar de lado el hecho primero: Jesús nació de María en un ambiente pobre, en el seno de un pueblo que se encontraba en la noche, dominado por el más grande imperio cruel y desalmado de ese tiempo. Este es su ‘aquí y ahora’. Si olvidamos esto, el nacimiento de Jesús se convierte en un símbolo, pierde su significado. La encarnación manifiesta la irrupción de Dios en la historia humana. Encarnación de la pequeñez y el servicio en medio del poder y la prepotencia de los grandes de este mundo. Como dice G. Gutiérrez: ‘Irrupción con olor a establo’.

  • Jesús: Luz para su pueblo

“El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una luz grande. Habitaban en una tierra de sombras, y una luz ha brillado ante sus ojos” (Is 9,1). Jesús fue pobre con luz dentro desde su nacimiento hasta la cruz, y esa luz la percibieron los humildes, una luz inmanipulable. Juan nos lo cuenta de manera cálida en su prólogo: “Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (1,14). Una Palabra creadora que nos remite a la Vida: “En ella estaba la vida” y a la Luz: “Y la vida era la luz de los hombres” (v.4).

La vida es luz y el obstáculo a ella son las tinieblas. Las tinieblas en Juan están relacionadas con el mundo de la mentira. Este mundo es obra humana o, más exactamente, resultado del rechazo a aceptar al Señor que es la Verdad (cf. Jn 14,6). La oscuridad expresa el pecado, la oposición, la hostilidad. La luz es, al contrario, el ámbito del amor. Juan dirá: “la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron” (v.5). Jesús es la luz del mundo: “El que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Seguir a Jesús es tener garantizada la luz, aunque la tiniebla se nos pegue como una lapa.

En este contexto de vida y luz aparece un profeta, Juan Bautista, “un hombre enviado por Dios” (v.6). El precursor vino para dar testimonio de la luz; ahora bien, no se es testigo sino de lo que se ha experimentado. Juan es presentado como testigo, su luz es de reflejo, se trata de alguien que ha recibido la claridad necesaria para ayudar a otros a iluminar el camino que conduce a Jesús. “No era él la luz, sino quien diera testimonio de la luz” (v.8). Sólo la Palabra es “la luz verdadera que ilumina a todo hombre” (v.9), pero ella ilumina a través de mediaciones.

  • Jesús: Luz para todos los pueblos

“Puso su morada entre nosotros” (v.14), esta bella imagen está tomada del Antiguo Testamento. En el Éxodo se dice que “tomó Moisés la tienda y la plantó a cierta distancia, fuera del campamento y la llamó tienda del encuentro” (33,7). Para los israelitas la tienda fue muy importante durante la travesía del desierto hacia la tierra prometida. La sombra de esa carpa da reposo, sentido y ánimo a la larga marcha; ella otorga por adelantado sabor de llegada a la caminata del pueblo durante cuarenta años. La presencia de la tienda cambia lo que esa experiencia tenía de árido y la convierte en encuentro reconfortante con Dios. Esa presencia ilumina la noche del pueblo.

Para Juan la carne que asume la Palabra es la tienda del nuevo encuentro. A reunirnos en ella estamos convocadas; seguir a Jesús es vivir, creer y esperar bajo esa carpa. Sabiendo que si caminamos en tinieblas no estamos en comunión con Él ni obramos la verdad (1Jn 1,5-7).

A Jesús no lo intimidaron ni las tinieblas ni el rechazo de los suyos. Su luz fue más fuerte que todas las sombras. Entra en nuestra historia, alimenta nuestra esperanza con su luz y nos invita a habitar en la tienda que ha puesto en medio de nosotras. La Navidad, la encarnación, nos convoca a prolongar la misión de la Palabra, a iluminar la oscuridad de nuestro mundo, a dar luz a tantas personas y realidades que caminan en tinieblas. “En las tinieblas brilla como una luz, el que es justo, clemente y compasivo” (Sal 111,4). El salmista nos da la clave para convertirnos en luces en este Adviento. Estamos llamadas a ser luciérnagas, pequeños farolillos, velas tintineantes…

  1. Luces en la noche

“Vosotros sois la luz del mundo” nos dice Jesús (Mt 5,14). Luces en la noche son también personas que se encuentran a nuestro alrededor, creyentes o no. Es bueno cultivar unos ojos que vean la oscuridad de la realidad y también que sean capaces de contemplar, en medio de la noche, la presencia de la luz:

  • Carola, de 31 años y capitana de la embarcación humanitaria Sea-Watch 3, ha sido detenida este fin de semana por dirigirse al puerto italiano de Lampedusa con 40 migrantes a bordo.Llevaba 48 horas esperando una autorización de desembarco que no llegaba y la situación a bordo se agravaba a cada hora que pasaba. Dos pasajeros enfermos habían tenido que ser evacuados y el resto amenazaba con tirarse al agua. “Mi vida ha sido fácil, he podido estudiar en tres universidades, soy blanca, alemana, nacida en un país rico y con el pasaporte adecuado. Cuando me di cuenta, sentí una necesidad moral: ayudar a quien no tenía las mismas oportunidades”, declaró en una entrevista días antes de su detención.
  • Somos Open Arms, una ONG de Badalona (Barcelona) y nos dedicamos a salvar vidas en el mar. A principios de septiembre del 2015 decidimos trasladarnos a la isla de Lesbos para ayudar a los refugiados que llegaban a la costa griega. Cuando se trata de una persona a la deriva, es cuestión de vida o muerte. No hay tiempo para dudar. Ahora queremos ir más allá. Los testimonios de las personas que rescatamos nos llevan a sus lugares de origen para evitar que emprendan el viaje más letal de sus vidas.
  • En su paso por México, los migrantes centroamericanos utilizan los trenes de carga para trasladarse a la frontera norte del país, el destino, los Estados Unidos. Un grupo de campesinas de un pueblo de Veracruz, Las Patronas, comenzaron en 1995 a preparar comida para entregársela a estos inmigrantes que cruzan México como polizones en el tren conocido como La Bestia. Se compadecen ante el dolor ajeno y les dan de comer y beber. El trabajo de Las Patronas no es una moda: es solidaridad vital y constante hacia personas anónimas.
  • Jesús Neira vio cómo un hombre maltrataba a su pareja en plena calle. Al comprender lo que ocurría, no dudó en intervenir. Se llevó un brutal empujón por el que cayó al suelo quedando inconsciente. Ese día la vida de Jesús cambió por completo, tras el golpe que recibió en la cabeza, tuvo que ingresar en un hospital. Aquel 2 de agosto de 2008, el acto de Neira cambió la visión que la sociedad española tenía sobre la violencia de género. Su intervención consiguió visibilizar el machismo y reflejó la realidad de muchas mujeres maltratadas.
  • “Puedes ser lo que quieras y lo que te propongas”. Amelia, rumana, víctima de la trata de personas, todavía se emociona cuando recuerda esas palabras en el programa de TV Salvados. Se las dijo una mediadora social hace 11 años y se agarró a ellas para cambiar su vida. Las organizaciones de trata de personas mueven unos cinco millones de euros al día y suman 12 millones de víctimas en el mundo, según Naciones Unidas. Amelia fue una de ellas, pero consiguió salir después de un proceso largo: “Me escapé del club, pero lo difícil empezó después. Necesitas una alternativa para no volver a la misma vida”. Ahora es ella la mediadora social.
  • «Yo era una mujer sin futuro, sin vida, pensaba que había llegado al final. Me encontraba en la calle, sin casa, sin papeles, sin hablar español, embarazada de siete meses y con una niña de un año y medio, pero Dios me mandó unos ángeles, las hermanas de Villa Teresita. Ellas me cogieron desde el suelo y me ayudaron a ponerme en pie. Ellas cuidaron de mí y de mis hijas como si fuéramos familia. Ahora estoy muy contenta porque tengo una familia aquí en España, una familia que me quiere mucho».

Para la reflexión y el compartir:

  • Qué noches personales sientes que necesitas iluminar en este Adviento.
  • Cómo puedes iluminar la noche de los migrantes y la noche de las mujeres maltratadas, en su aquí y ahora.
  • Dónde buscas hoy la luz. Qué luces descubres a tu alrededor.
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