Por: Secretariado de Espiritualidad Vita et Pax. Ruanda.
En el corazón del Adviento celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción y en ella, M. José Ntakirutimana y Verena Mukabalisa ofrecieron sus vidas a Dios en respuesta a su llamada. Estas dos mujeres ruandesas quieren ser en medio de su pueblo la Vida y la Paz de Jesús, por eso, eligieron como medio de su entrega el Instituto Secular Vita et Pax in Christu Jesu.
El punto de partida que desencadenó todo fue el encuentro sorprendente y transformador con Jesús, el Cristo, el “Ungido por el Espíritu” de Dios (Lc 4,18). Y sintieron su voz que les decía: ‘¡Tú eres importante para mí, te quiero, cuento contigo!’, porque en la vocación siempre es Dios quien toma la iniciativa.
Han sido llamadas a una vocación fascinante y revolucionaria, la secularidad consagrada, así nos lo recordaba el Papa Francisco: “vuestra vocación es fascinante, porque es una vocación justo ahí, donde se juega la salvación no sólo de las personas, sino también de las instituciones. Y de tantas instituciones laicas necesarias en el mundo. ¡Por eso, yo creo que sí, que con la Provida Mater Ecclesia la Iglesia hizo un gesto realmente revolucionario!” (Francisco, II.SS. italianos).
Vita et Pax las acoge con alegría y esperanza. Para nosotras, de manera particular Jesucristo es la Vida y la Paz. Vivir de su Vida e irradiarla, así como convertirnos en artesanas de la Paz es el objetivo principal de nuestras vidas. Y, ciertamente, nuestro mundo está sediento de Vida y de Paz, por eso, allí estamos nosotras, en la cotidianidad de la vida, junto a los hombres y mujeres con los que convivimos.
El mundo no es simplemente una condición sociológica sino una realidad teologal porque es ahí donde el Espíritu nos impulsa a consagrarnos a Jesús. Consagrarnos en la vida corriente, donde hombres y mujeres viven, luchan, trabajan, sufren y gozan. Y Vita et Pax recibe una llamada especial a la universalidad, por lo cual, no habrá cultura, pueblo, raza o nación donde nos sintamos extrañas.
El mundo es el “taller” donde vivimos y trabajamos. El P. Cornelio, nuestro fundador, nos animaba siempre: “Que así como Jesucristo anduvo de aquí para allá, peregrino de tantos caminos, mezclado entre todos, sencillo, hombre entre los hombres, servidor de todos, también nosotros iríamos allí donde la providencia nos llevara, siendo eco de su voz y resplandor de su luz, sin otro bagaje que nuestro corazón enamorado”.