Me faltaba un paso

me faltaba un paso

Testimonio de Paky Lillo (Vita et Pax. Alicante) a la

Revista Diocesana Paraules de Valencia.

BUSCABA

Siempre he sido una persona inquieta, buscaba sin saber qué, andaba sin saber a dónde… siempre me he mantenido en camino pero siempre me faltaba un paso para llegar a… ¿dónde?

Insatisfacción. Creo que el sentimiento de insatisfacción era el que me empujaba a caminar, por lo menos así pensaba. Un día di un salto en mi vida y me marché primero a América del Sur, luego a África, ¿a qué? no estaba muy segura y encontré la explicación perfecta: en mi ser de antropóloga mi excusa era la necesidad de realizar mi doctorado.

El vivir en plena selva junto a creyentes que viven su fe en público y trabajan por sus semejantes sin disimulo, sin esconderse, compartiendo lo suyo, pobres entre los pobres, y ver su felicidad, su satisfacción, me cuestionaba. En muchas ocasiones me preguntaban ¿en qué crees? pero ¿en qué Dios crees?

Dios estaba ahí en medio, entre ellos, en sus vidas y era difícil escaparse de la vida, era casi imposible no encontrártelo en cualquier momento, en el sitio más insospechado.

YA ESTABA FICHADA

Y se produjo el encuentro así con la naturalidad de un día cualquiera, en un quehacer rutinario. En ese encuentro viví el despojamiento de todo aquello que anulaba, escondía la creación de Dios, esa mujer que Dios había creado a su imagen. Todo el caos de mi vida empezó a tener sentido, cada pieza del puzzle se colocó en su lugar y apareció el dibujo del puzzle, la imagen de aquel que me amaba y me invitaba a seguir el camino juntos, me invitaba a conocer la intimidad de su ser. Y dio una nueva traducción o interpretación a mis ansias de justicia, de igualdad, de acercamiento a los pobres, … de lucha.

POR ESAS CALLES DE DIOS

Por dónde caminar en ese cruce de caminos que aparece ante tu vida. En la toma de decisiones sólo había una seguridad, quería vivir entre los otros, como Jesús, andar por la vida entre todos, ser una más entre los suyos, entre los míos. Jesús no me pedía abandonar mi vida, cambiarla de rumbo. No. Solo quería formar parte de ella de forma activa, se incorporaba a ella y con su presencia, su estar, la transformaba. Seguía siendo mi vida pero con su sello de Vida abundante.

Desconocía la existencia de los Institutos seculares pero un día empujada por la necesidad de informarme me encontré con el Instituto secular Vita et Pax y le encontré sentido a todo y me cautivó. Sentí que por ahí me llamaba ese Dios de la Vida, ese Dios a quien acababa de descubrir y supe de ese camino diseñado que conducía a la felicidad, siempre de la mano de su amistad, la amistad con Jesucristo.

En ese su “ser” del Instituto Vita et Pax, de quererse identificar con Jesucristo, de que su vida sea vivir de la vida de Jesucristo, encontré ese paso que me faltaba en mi caminar. Allí me sentí en casa. Ahora sigo caminando por esas calles de Dios junto a los suyos, de la mano de todos y ofreciendo las mías.

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