Por: M. Carmen Martín. Vita et Pax
Multicultural, plurilingüe, diferentes religiones, variedad de iglesias, incontables clases de flores, repinta colores… estoy hablando, de GUATEMALA. La diversidad se da cita en ella. Hacía tres años que no la visitaba y me da mucho gusto comprobar que la calidez y acogida de sus gentes van en aumento.
Allí se encuentran nuestras compañeras de Vita et Pax: tres guatemaltecas y siete españolas distribuidas por la mayor parte del país. Son pocas pero parecen muchas. El tiempo se ha ido rápido y los sentimientos se entrecruzan en el corazón.
Las misiones que llevan a cabo son tan diversas como el propio país, desde las zonas marginales a la universidad, desde el área rural al urbano, desde el mundo indígena al mestizo, desde lo eclesial al civil, desde el trabajo remunerado al voluntario, desde la lengua castellana a la quiché… Abarcan la educación, la pastoral, la promoción de las mujeres, sanidad, difusión de la cultura… es decir, la apuesta por la dignificación de las personas desde los ejes de la vida y la paz. Están empeñadas en que las gentes más empobrecidas tengan vida y vida en abundancia.
Y ese empeño da frutos cuando puedes comprobar la cantidad de niños y niñas a los que se les facilita poder ir a la escuela, poder comer, jugar, cuando los escuchas reír, cantar y se les olvida lo duro que puede ser el día a día, a pesar de su corta edad. Ves esa vida en abundancia en la apuesta de formación de líderes, hombres y mujeres, de nivel superior, que puedan incidir en el desarrollo del país: futuros presidentes de gobierno, empresarias, abogados, periodistas… La educación se mantiene a través de la difusión de la cultura, los libros son los mejores amigos y ayudan a viajar y conocer todos los rincones del planeta.
El acceso a la sanidad es otro empeño permanente de las compañeras para que esa vida sea de calidad. No sólo se pretende la curación de la enfermedad sino una salud integral, un cuerpo saludable, una mente despierta, unas relaciones en paz.
La vida en abundancia también pasa por cultivar el Espíritu y el espíritu. La dimensión trascendente de la persona es palpable en Guatemala. Dios es un referente cotidiano en el vivir y en el morir. Por eso, el empeño fuerte de las compañeras por cultivar una sana espiritualidad de vida que brote de lo mejor que Dios, creador y formador, ha derramado en cada uno y cada una.
Y todo esto lo hacen no por pura bondad sino porque les impulsa a ello el Dios de Jesús. Les impulsa la construcción del Reino aquí y ahora. Les impulsa Jesús de Nazareth, del cual viven y del que han recibido su Vida y su Paz. No lo hacen por opción, es una consecuencia ineludible de la fe que confiesan. Por eso, GRACIAS por vuestra coherencia.