Hoy es una fiesta especial, pero que no sabemos cómo acogerla y vivirla. Comprender el alma de la Trinidad no es fácil para nuestra mente. Necesitamos una mediación, dando, como un rodeo, para poder llegar a una comprensión que nos ayude a entrar en su vida. “La familia”, podría ser ese “intermedio” para acercarnos al misterio de la Trinidad. Es Jesús el que nos ha descubierto a Dios como Padre, Él se nos revela como el Hijo del Padre. Y Él nos envía el Espíritu como nacido del corazón de los dos, del Padre y del Hijo. Así, podemos empezar a entender un poco más lo de la Trinidad, como un “Misterio Familiar”. Vamos a verlo en tres puntos:
a) ¿Cómo vivir ante el padre? Dos actitudes básicas: Una confianza total. El Padre es bueno, y lo que más le importa es nuestro bienestar. Podemos confiar en él sin miedo, sin cálculos. Creer es vivir la fe en Dios sin ningún temor. Creer, y vivir la presencia de Dios hay que hacerlo como el que se relaciona con un padre. Y esto exige un cambio importante en la relación que hemos de tener con Dios-Padre.
b) ¿Qué es vivir con el Hijo encarnado? Lo primero, conocer, amar y seguir a Jesús, aprender a vivir siguiendo sus pasos: mirar como él miraba; tratar como él trataba; poner la bondad en todo como él lo hacía. Lo segundo, Jesús nos descubre la “nueva espiritualidad”, que viene del Padre y nos llama a colaborar en el proyecto del Reino de Dios. No podemos permanecer pasivos. Hemos de cambiar la vida para que sea para todos. Este proyecto es el Reino de Dios. Es el proyecto del Padre, por medio de Jesús, para hacer la vida más humana.
c) ¿Qué es vivir animados por el Espíritu Santo? Lo primero, vivir animados por el amor, ese era el espíritu de Jesús y su mandamiento fundamental. El amor es lo que pone sentido a nuestra vida y a nuestra fe. Lo segundo, vivir la fe desde la presencia del Espíritu, es hacerlo, no desde el poder de Dios, sino desde el amor. Esta es la presencia del Espíritu Santificador. Él nos manifiesta el camino Santificador: anunciar la Buena Noticia de su Reino. Se trata de ser una familia en la que ya no son tres sino Uno. Y los tres son un regalo de bondad y de amor para todos. No se trata de vivir una religión y ser “buenos cumplidores”, sino de ser testigos de luz, de amor y de alegría en medio del mundo.