No nos mezclamos

Domingo XXII del T.O. Ciclo C 

Por: Paky Lillo. Vita et Pax. Alicante

Hay que reconocer la realidad, no nos tratamos todos por igual, existen las diferencias. Así son nuestras relaciones sociales, relaciones cargadas de tratos desiguales; ajustamos nuestras relaciones desde una jerarquización, desde unas categorías…, porque cada uno debe ocupar su lugar. No nos mezclamos.

Y esta forma de vida, esta filosofía entorpece nuestro vivir como cristianos ¿Cómo nos vamos a querer si nos vivimos como competidores, como corredores de fondo hacia una meta donde solo uno es el ganador?

Sin embargo no funcionan así las relaciones sociales de Jesús, aunque también hay que decir que Jesús sí tiene privilegiados y con ellos comparte su proyecto y su caminar. Pero ¿Quiénes son los privilegiados? Los débiles, los enfermos… y ¿Por qué? Son los que necesitan ser levantados, alzados.

UNA MARAVILLOSA AVENTURA.

Seguir la aventura comenzada por Jesús de poder llegar a ser todos iguales y estamos hablando de esa igualdad que lleva al “trato igual a los desiguales”, la que nos aparta de las leyes y tradiciones rígidas y con ello nos ayuda a valorar por encima de todo la dignidad de cada persona.

Jesús conoce nuestro convivir, ha vivido entre nosotros y sabe “de qué vamos”, observa nuestro deseo de figurar, de perseguir el prestigio… lo difícil que nos resulta, a veces, vivir como “uno más” y nos entiende perfectamente, tanto nos entiende que manda pistas que nos ayude a “ser” y nos dice que la humildad es más importante que la generosidad, porque se puede ser generoso y poco humilde. Es a través de la humildad como se consigue levantar, alzar al otro y con ello conseguir el respeto a la dignidad de todo ser humano.

En el ejercicio de la humildad se esconde la protesta, el desacuerdo, la denuncia de la injusticia, el reproche social, la denuncia por estar fracturando la sociedad, el compromiso que tenemos como bautizados de transformar esta sociedad para conseguir un mundo mejor.

INCONDICIONAL.

Solo Dios. Incondicional solo es Dios, me decía una amiga y me produjo mucho pesar el pensar que no somos capaces de ser incondicionales. Me pregunto si seré incondicional para Dios en todos o algunos (por lo menos) aspectos de mi vida. Él sí lo es con todos. Sí lo es para mí.

Viendo los Juegos de Río me llamó la atención Feyisa Lilesa de nacionalidad etíope, medalla de plata en el maratón y perteneciente a los Oromo, quien cruzando la meta levantó sus brazos y los unió por las muñecas como protesta ante su gobierno por las matanzas y robo de tierras. Visibilizó de manera incondicional las injusticias que sufre su gente y los alzó.

Nosotros también podemos alzar a los empobrecidos y humillados de la tierra, de la misma manera, incondicionalmente.

No nos mezclamos

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