Domingo 25 TO. Ciclo C
Por: Cecilia Pérez. Vita et Pax. Valencia
Dos temas fundamentales en este domingo: el dinero y su consecuencia, la corrupción; el otro, la oración. Y alguno más; pero vayamos por partes al detenernos en esta Palabra que nos ofrece el comienzo del otoño, estreno de un nuevo curso, presentándonos un tema recurrente como es el señorío de Dios frente a tantos ídolos que nos envuelven y seducen. Estos tienen por principal tentador y embaucador, manipulador de la conciencia por excelencia, a algo como es el dinero y son sus lacayos: poder, dominio, egolatría, avaricia, insolidaridad.
Ya el profeta Amós, arremete contra “los que compran por dinero al pobre”. Ya en aquel tiempo y en todos, en el nuestro, la codicia mancha el corazón, crea abismos de indiferencia, tiñe de orgullo mente, palabras y acciones.
¡Uf! ¡qué despropósito! Pero así somos capaces de no ver, a veces o bastantes veces o muchas veces, lo que pasa a nuestro alrededor y un poco más lejos. Todos somos cómplices de las grandes diferencias, del mundo del bienestar frente al mundo de la carencia hasta de lo más necesario, aunque no seamos de los que prestan a usura o venden con balanzas amañadas.
Hay posibilidad de compartir, no debería ser algo tan difícil y llenaría de gozo y ternura el corazón del Padre, que lo es de todos.
Y podemos decirnos, ¿qué planteamientos en mi vida me acercarían más al ideal fraterno del Evangelio de Jesús? Es una buena pregunta a contestar personalmente y como familia cristiana.
Si pasamos a la lectura de San Pablo vemos que el apóstol ruega a su discípulo Timoteo que él y su comunidad oren por todas las personas y de manera específica por quienes tienen algún tipo de especial responsabilidad en la sociedad, porque el objetivo es llevar una vida plena y vivir en la verdad y en eso todos somos responsables los unos de los otros.
¡Qué importante la oración de mediación, de intercesión, que sigue la enseñanza del Maestro a quien vemos orando al Padre en todo lugar y circunstancia!
Retomando el tema dinero llegamos a una parábola, la del Evangelio, que siempre me ha resultado algo difícil de entender pues ante el descubrimiento de un administrador corrupto que empieza a hacer cambalaches con lo que no le pertenece y se apresta a “perdonar” deudas de unos bienes que no son suyos, Jesús alaba su sagacidad porque ha sabido gestionar lo pequeño en su beneficio. Y nos enseña que “los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz”.
Aquí viene mi perplejidad y trato de entender el “ganaos amigos con el dinero injusto…” El dinero, las propiedades, las cualidades, son nuestros bienes pequeños y si sabemos ponerlos en beneficio de los demás, sabremos con ellos conseguir “amigos”, estos serán los garantes de unos bienes importantes, de los bienes que el Señor nos tiene preparados, los que constituyen la vida eterna.
¿Qué valor damos al dinero? Vuelve la cuestión del principio, y tropiezo con la sentencia de Jesús “ningún siervo puede servir a dos amos” y todavía más clarito: “No podéis servir a Dios y al dinero”.
Buen domingo.