Nos has llamado al desierto…

Domingo I de Cuaresma. Ciclo A

Por: Sagrario Olza. Vita et Pax. Pamplona

Nos has llamado al desierto Señor de la libertad… Esta idea o sentimiento lo expresamos con frecuencia, cantando en las celebraciones del Tiempo Cuaresmal.  Este Tiempo  lo iniciamos ahora. Un año más, volvemos a escuchar esta llamada.

Nos has llamado al desierto
Camino Cuaresmal

La Cuaresma nos invita a hacer un camino, pero no en solitario. Es un camino para acompañantes y acompañados. Un camino para toda la Iglesia, para cada Comunidad cristiana; individualmente, para quien se considera seguidor o seguidora de Jesús.

Nos sentimos convocados/as por Él, nos apoyamos unos a otros y, sobre todo, le acompañamos a Él en su camino hacia la Pascua, hacia su Muerte y Resurrección. Le acompañamos para aprender de Él, para escuchar con más atención y profundizar en su Mensaje, para ir haciendo nuestras sus actitudes. “… y está el corazón abierto a la luz de tu Verdad”, continúa el canto.

El Evangelio de Mateo (4,1-11), que se proclama el 1er. Domingo de este Tiempo, nos dice que Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu. El “Señor de la Libertad”, libre de todo condicionamiento externo, podrá discernir el querer del Padre  para la misión que le encomienda y decidir su actuación.

Como a todo ser humano se le presentan varios caminos, con diferentes seducciones, que ofrecen unos determinados resultados… ¿Quién no busca un final, más o menos brillante, en la tarea que realiza en su vida?

Un año más escuchamos esa llamada e, intentando liberarnos de presiones internas y externas, “nos vamos al desierto con el corazón abierto”, queriendo  hacer nuestros los sentimientos y preferencias de Jesús, seguir sus mismos caminos, acompasar nuestros pasos a sus pasos al realizar nuestra misión, que es prolongar la suya en nuestro tiempo.

Así podremos continuar cantando: “Subimos con esperanza la escalada cuaresmal, el Pueblo de Dios avanza hacia la cumbre pascual”.

Los Evangelios de los domingos siguientes motivarán y alentarán nuestros pasos en esa escalada. El 2º Domingo, San Mateo (17, 1-9)  nos narrará  el acontecimiento de la Transfiguración; escucharemos la voz del Padre: “Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco.  Escuchadle”. Podemos pensar: “¡Vamos bien, por buen camino, queremos escucharle!”!

En el 3er. Domingo San Juan (4,5-42)  nos contará el encuentro de Jesús con la Samaritana.  Jesús, cansado del camino, tuvo sed. Sentado junto al Pozo de Jacob, pidió a la Samaritana que le diera de beber, porque ella tenía un cubo y podía sacar agua del pozo… Ella se resistía, pero finalmente Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice ‘dame de beber’, le pedirías tú, y él te daría agua viva”.  Reafirmamos nuestros pasos y decimos a Jesús: “Sí, dame de beber, sacia tú mismo mi sed – de plenitud, de justicia, de fraternidad-, con el Agua Viva que eres Tú”.

En el 4º Domingo vuelve San Juan (9,1-41) y nos cuenta la curación del ciego de nacimiento.  Las “autoridades religiosas” cuestionan al que ha sido curado y lo expulsan de su presencia porque Jesús lo había curado en sábado.

Después de esto, Jesús se hace el encontradizo con él y le dice: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?”. Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en Él?” Jesús le dijo: “Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es”. Él contestó: “Creo, Señor”. Y se postró ante Él.  Nos unimos a la respuesta del ciego y también nos postramos, porque abres nuestros ojos a la verdadera Luz que ilumina nuestro camino.

También es San Juan quien nos relata la resurrección de Lázaro en el 5º Domingo (11,1-45). Las hermanas están muy apenadas porque su hermano ha  muerto.

Marta, convencida de que Jesús quería a Lázaro, le dice: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, te lo concederá”.

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió. “Sé que resucitará en el último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. Ella le contestó: “Sí, Señor:  yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. 

Las palabras de Jesús reafirman nuestros pasos: Vamos en buena dirección, caminamos hacia la cumbre pascual: la Muerte y Resurrección de Jesús. Creemos en Él, tal como se lo dijo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida…”.

Un año más se nos invita a ir al desierto con Jesús: “Ahora es tiempo de Gracia”, nos recuerda San Pablo el Miércoles de Ceniza. Acompañamos a Jesús y Él nos acompaña. No vamos solas/os. Somos un Pueblo que cree en Él y quiere caminar con Él. Que quiere hacerle presente hoy en nuestro mundo, haciendo posible la fraternidad humana.   “Subimos con esperanza la escalada cuaresmal…”

¡GRACIAS, JESÚS! Te seguimos… Te acompañamos… Nos acompañas…  porque creemos y sabemos que tú eres la LUZ, el CAMINO, la VERDAD y la VIDA.

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