Pandemia: ¿una Pascua para la humanidad?

Pandemia

V Domingo de Pascua, Ciclo A

Por:Jose Luis Terol. Prof. de Intervención Comunitaria en Formación Profesional (Zaragoza)

 Es probable que nuestro corazón continúe turbado tras estas semanas de profunda incertidumbre sembrada por la Pandemia y necesitamos seguir acogiendo la Palabra, a fuego lento, en este quinto Domingo de Pascua.

En la primera Carta de Pedro se nos llama “linaje elegido, sacerdocio real y nación santa, pueblo adquirido por Dios”. Resultan paradójicas y ambivalentes estas palabras en medio del colapso planetario que estamos viviendo, cuando escuchamos a algunos dirigentes mundiales pensar y buscar una vacuna o una solución para los suyos. ¿Cómo es posible que esta mirada exclusivista y nacionalista se siga asociando tan impunemente y en demasiadas ocasiones al Evangelio de Jesús y a la comunidad del Cristo?

En este contexto tan especial que estamos viviendo los cristianos y cristianas estamos llamados a ser “piedras vivas” en la construcción de esta casa común y espiritual para todos los seres humanos.

La Palabra de Dios –Jesús mismo- siempre desencadena una dinámica de escándalo, conflicto y crisis, una subversión de valores. Tiene pleno sentido que nos sigamos preguntando con la primera de Pedro: ¿cuáles son los sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo?

En la lectura de los Hechos de los Apóstoles constatamos cómo la división y el enfrentamiento son la principal consecuencia de una antievangélica y confusa conciencia de ser elegidos por encima de los demás: “los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas”.

Como en aquel enfrentamiento también nuestra sociedad y el mundo entero necesita más que nunca “hombres y mujeres de buena fama, llenos de espíritu y sabiduría”.

Esta pandemia.

Esta pandemia de COVID 19 nos evidencia, desde la radical humildad de un virus, que todos los seres humanos del mundo formamos una única comunidad.

Desde nuestras frágiles comunidades cristianas continuemos siendo, en este momento único y de kairós, preparadores de esa morada de la que Jesús nos habla hoy en el Evangelio de Juan. Que, por la fuerza del Espíritu, se pueda ver en nuestras vidas el rostro de Jesús, para que viéndole a Él se conozca al Padre.

Con la profunda crisis social y humanitaria que ya está aconteciendo y que visibilizaremos mejor cuando termine el confinamiento, es muy relevante en este tiempo de Pascua que dialoguemos en nuestras comunidades y entornos cuales son las obras que en este momento histórico permitirán ver al Padre para que la humanidad entera crea.

Se están poniendo y se van a poner sobre la mesa soluciones que prioricen el dinero y los privilegios de unos pocos, y necesitamos la audacia y la libertad del Evangelio para empujar y sostener las alternativas que no excluyan a nadie y que pongan siempre en el centro el bien común y nuestra condición de gran familia y comunidad humana.

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