Por Él sabemos quién es el Padre

Domingo de Ramos. Ciclo A

Por: Paky Lillo. Vita et Pax. Alicante.

Jesús, el crucificado, grita en el último momento de su vida, y cómo no… llama a su Padre, Dios mío, Dios mío… sentía cómo la vida se le iba.  Dios permanece en silencio, en ese silencio es donde nos descubres al Padre: un Dios silencioso, callado, impotente, humillado, que sufre viendo sufrir a su Hijo, que sufre junto a nosotros.

Jesús llamado “uno de tantos”, “uno cualquiera” o sea muy cercano a cada uno de nosotros, como nosotros para que nos sintiéramos reconocidos en Él. En esos momentos tan amargos  nos encontramos a un Jesús viviendo momentos cargados de sentimientos y algunos encontrados: Amor, soledad, temor, inseguridad, renuncia, abandono, encuentro, huida, … momentos cargados de emociones, Dios mío cómo agotan y gastan las emociones y más cuando van todas juntas.

Dios se acerca a cada uno por medio de su Hijo, crucificado, sufriente, clavado en una cruz, lo ha sufrido todo; has sido reo, abandonado, traicionado, vendido, ninguneado, maltratado, apaleado, ofendido, violentado, … En “a malas penas” un día no le ha quedado casi nada por vivir. A Dios no le suena a “chino” nuestro sufrimiento, Jesús nos muestra a un Dios que sufre en su corazón de Padre.

Nos acercamos a Ti, sabiéndonos comprendidos porque Tú lo sufriste antes que nosotros y no te bajaste de la cruz. Solo la fe, en el momento del silencio de la cruz, revela el encuentro con el Dios Padre. En el momento del desgarro, su fe es la que le salva, la que nos salva.

Mantuvo el compromiso asumido en el bautismo de salvar a la humanidad, creyó en el Padre, en que era posible que naciera una nueva humanidad fundamentada en el amor, un hombre nuevo.

Algunas veces nos pasa como a Jesús que a pesar de que Él mismo predijo su muerte y de forma violenta, a pesar de que quería formar parte del reinado de Dios, cuando llega el momento, en la soledad, en la oscuridad hincado de rodillas pide no pasar por esos momentos aterradores,… nosotras queremos seguir a ese Jesús, queremos identificarnos con Él, que nuestra vida sea la suya y cuando vemos de lejos llegar el momento amargo buscamos la argumentación apropiada para cambiar el rumbo, y si por un descuido nos encontramos en el centro del momento no aguantamos ni un ápice de sufrimiento, creemos morirnos…. Y no queremos.

Ay Dios!!! Cómo me gustaría dejarme en tus manos y que esos momentos se convirtieran en vida contigo… Jesús encontró al Padre y vio claramente el camino a su lado, le descubrió en los momentos de sufrimiento y VIO el Amor, dejó de vivir su sufrir para ceder al encuentro, en esa intimidad, Jesús descubre que el reinado del Padre merece su Vida  y en ese momento DONA SU VIDA.

Sabe que con esa entrega, los que le seguían, nosotros los que le seguimos hoy, caminaremos hacia la Salvación, porque al contarnos cómo es el Padre, al enseñarnos su imagen nos ha dado las pistas que nos conducen a Él.

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