Por: M. Carmen Martín Gavillero. Vita et Pax. Ciudad Real.
Del 19 de abril al 22 de mayo he visitado Rwanda, país situado en el corazón de África. Han sido unos días intensos de encuentros, emociones, vidas compartidas, sueños de futuro… El tiempo se ha ido rápido pero perduran en mi corazón recuerdos de los que te caldean por dentro y te nutren para una temporada larga.
Pasé una semana con las compañeras de Nyarurema, en su trajín de vida, en ese ir y venir incesante en el que transcurre su intensa jornada de trabajo. Es bonito verlas cómo se concreta en ellas ser vida y paz para su pueblo a través de la atención sanitaria. Tantos rostros se acercan cada día al Centro de Salud para ser acogidos, curados e incluso queridos y valorados. Y allí están ellas día a día, momento a momento dando lo más bueno y mejor. Devolviendo no sólo la salud sino también la dignidad arrebatada.
Otra semana estuve con las compañeras de Biryogo, aquí se mezclan los colores de piel, el claro y el oscuro enriquecen el paisaje. La diferencia tanto de nacionalidad como de misión no es una amenaza sino una riqueza que aprovechan. Cuánta vida regalada, cuánta gratuidad desparramada, cuánto esfuerzo desmedido. El tiempo acrisola las opciones y la fidelidad se fortalece en el peligro. Son mujeres de Dios que viven codo a codo con los hombres y mujeres de su entorno, compartiendo en reciprocidad lo que son y lo que tienen.
Y la última etapa estuve en Nyakabanda, en la casa de formación, la casa con ventanas al futuro. Donde late el deseo, la ilusión, las ganas de aprender, las ganas de ser… de ser Vida y Paz. Donde bulle la vida, la danza y los cantos por todos los rincones. Todo tiene la belleza de lo nuevo, de lo que comienza, de la promesa por cumplir. Es la casa que guarda celosamente la llamada de Dios para, a su tiempo, devolverla al mundo con todo su vigor y energía.
A todas y a cada una GRACIAS.