Cuando acaba un año litúrgico brota la necesidad de una mirada de conjunto del año que pasó y una mirada de previsión del que comienza. Para:
- Dar gracias
- Pedir perdón
- Ordenar las cosas según Dios
- Dar gracias al Señor porque es bueno y siempre nos ayuda en lo humano y en lo divino.
- Pedir perdón porque nos sentimos culpables y confesamos ante El nuestros pecados. Y mirando el cuadro de las generosidades del Señor, brota la pregunta ¿yo, nosotros, cómo hemos correspondido a la bondad de nuestro Dios?. Digamos al Señor: “Ten misericordia de nosotros y danos la abundancia de tu Vida y de tu Paz.”
- Ordenar las cosas según Dios. Buscar y pedir su ayuda para que nuestro trabajo y afanes resulten siempre provechosos y contribuyan al cumplimiento de los designios de Dios. Pedir también un conocimiento perfecto de su voluntad. Orar siempre sin desanimarse: “No dejes de ayudarnos con tu gracia en los quehaceres temporales”
A D V I E N T O
Viene el Señor. Adviento: venida. ¿Venida de quién?: de Jesucristo. ¿Cómo es posible hablar de que viene Jesucristo cuando en tantas ocasiones se nos habla de las presencias de Jesucristo en las celebraciones, asambleas…?
Ese es precisamente uno de los grandes misterios en la celebración del Misterio de Jesucristo: celebrar a Jesucristo anhelando su venida, cuando es El, precisamente, quien preside nuestras celebraciones.
San Anselmo aborda este tema; entre otras cosas, dice:
“Enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte”
“Manifiéstanos de nuevo tu presencia para que todo nos vaya bien”
“Deseando te buscaré, te desearé buscando, amándote te hallaré y
encontrándote te amaré ..”
EL JÚBILO DE LA ESPOSA ANTE LA VENIDA DEL ESPOSO: es lo que conmueve más en la celebración del Adviento: el gozo del Espíritu Santo que inunda el corazón de la Iglesia ante la nueva venida del Esposo, como si se tratara de la primera o celebrara su definitiva venida.
Veamos el contraste: desde que celebramos Pentecostés, estuvimos viviendo a J.C y recibimos sus enseñanzas, consignas, orientaciones… dentro de un clima de santo entusiasmo y de identificarnos plenamente con Jesucristo, vivir de su Vida, ver por sus ojos, respirar por sus pulmones… y en las últimas semanas, vibraremos y cantaremos con la gloria de Jesucristo Rey.
El Señor vino, viene y vendrá.
CÓMO PREPARARNOS: Preparando los caminos, preparando los ambientes y ofrendando al Señor, como decía San Juan, “un pueblo bien dispuesto”.
Toda la pedagogía de la Iglesia en el Adviento, va en esa dirección: crear una mentalidad en la venida actual del Señor, tan real como la del inicio, tan decisiva como la del fin de los tiempos; suscitar un santo entusiasmo ante la presencia del Señor que llega; crear una santa desazón en cada creyente a fin de que el DON que recibe, lo transfunda y transmita a los demás.
Haciendo un esbozo de síntesis de los planteamientos que hace la Iglesia, podríamos puntualizar estas grandes actitudes como típicas del Adviento:
– Creer, que viene el Señor y que viene a salvarnos.
– Esperar en vigilante espera.
– Amar a la persona de Jesucristo que viene, porque nos amó hasta el extremo y nos sigue amando hasta el fin. Amarle porque es nuestra Vida y nuestra Paz.
– Orar mientras se vigila, y cantar la alabanza del Señor. Oración personal de alabanza, de bendición. Oración litúrgica, laudativa y sacrifical.
– Preparar los caminos del Señor: Abajar, levantar, destruir, allanar, enderezar, suavizar. Dar testimonio de la verdad.
Ser un auténtico canto y poema para nuestro Dios, con nuestra vida santa, haciendo que Jesucristo se transparente en nuestra vida y en nuestro espíritu y que seamos eco de su voz y resplandor de su Luz