Domingo 4º de Pascua, Ciclo C
Por: Maricarmen Martín. Vita et Pax. Ciudad Real.
Nos faltan líderes. Nuestra sociedad y nuestra Iglesia sufren un alto déficit de personas líderes, sobre todo, líderes al estilo de Jesús. Jesús, el buen pastor, nos presenta otra manera diferente de ejercer el liderazgo. El liderazgo se ha asociado más con el poder y la autoridad que con la capacidad de hacer vivir al grupo y a la persona. Tradicionalmente, se le ha identificado como el ejercicio de la autoridad sobre un grupo, se ha entendido de forma piramidal y jerárquico, que subordina a los seres humanos y la creación. Como podemos constatar mirando a nuestro alrededor, el poder “desde arriba” es utilizado para conseguir los intereses del líder, en lugar de los intereses del grupo.
Jesús nos ofrece un liderazgo alternativo, no para obtener ventajas para sí, no por poder, dinero o prestigio, sino siempre por el bien ajeno, para que nadie perezca y al precio que fuera para sí mismo. No cabe duda, el liderazgo de Jesús es diferente. No funciona como enemigo del bien común. No moviliza ejércitos, no mata. Capacita a la gente con la que se encuentra para vivir y para Vivir. Su objetivo no es forzar a las personas a hacer algo, sino inducir para hacer lo mejor para todos.
El liderazgo de Jesús es concebido como capacitación, como empoderamiento de las otras personas, el poder-con, la capacitación de las otras y otros para la vida. La primera preocupación que debe tener un líder “es hacer existir a la persona”. Es decir, resaltar la humanidad, levantar a las personas para facilitar el encuentro con Dios, saquen lo mejor de sí mismas y se comprometan con el trabajo por la justicia.
El liderazgo de Jesús supone también el romperse, el quebrarse, el darse. El gran modelo que está en el trasfondo es la experiencia de la Eucaristía. Klasis tou artou, “el partir el pan”, que los primeros compañeros del Señor compartían en las casas… Esto nos da, por así decirlo, la fuerza del papel del líder. Quien ejerce de líder tiene que brindar alimento y vida, y tiene que hacerlo partiéndose. El líder no te deja morir, te hace vivir… No deja morir el cuerpo, las ilusiones, la dignidad, las opciones.
Y por el camino, paso a paso, el líder se tiene que ir ganando la autoridad. Hay una parte de autoridad que te la otorga el nombramiento pero la parte más importante la tienen que ir dando las personas por el camino. Auctoritas (autoridad) viene de augmentare, aumentar. La persona que tiene autoridad, por tanto, es la que hace crecer… La autoridad propiamente no es para mandar sino para aumentar, para engrandecer, para hacer crecer a las otras.
Lo ideal sería ejercer el liderazgo en caravana, es decir, como los ciclistas, cuando van en caravana, el que va adelante abriendo brecha recibe el mayor impacto del viento, y por eso, es quien más se fatiga en ese momento… pero luego, otro toma la delantera y él empieza a hacer parte de la caravana… quizá se camina un poco más lento de lo que se puede hacer cuando se va sola pero se camina con la fuerza de ser y sentirse grupo. Situarse no enfrente de las demás personas o del grupo sino al lado.
Necesitamos estilos de liderazgo inspirados en una perspectiva de la realidad que nos lleve a compartirlo, a cultivarlo junto con otros y otras. El poder debe siempre compartirse y multiplicarse, y no debe acumularse en los niveles superiores. El líder debe incluir especialmente a los que viven en los márgenes, a los que piensan que “no son nadie”. La autoridad se logra estableciendo conexiones, trabajando en equipo y evitando todo tipo de competencia que pueda crear celos, envidias o divisiones.
Un líder, por tanto, es aquella persona, mujer u hombre, que establece una relación constructiva con las personas, capaz de influir, entusiasmar y movilizar a los demás en favor de unos objetivos comunes, y de ahí su importancia para la Iglesia y la sociedad. El liderazgo se gana, es un derecho que le otorga su entorno, y hay que alimentarlo día a día para mantenerlo. Un líder se hace, se forma, pero para ello hay que querer ser líder, ¿quieres tú?