Domingo II de Adviento
Por: Lucio Arnaiz. I.S. EL Prado. Madrid
La buena noticia del Adviento es que el Señor viene a nuestro encuentro, que somos muy valiosos a los ojos de Dios, que todo lo nuestro encuentra eco en el corazón de Dios. El Adviento nos muestra con claridad que el Señor nos ama y quiere poner su tienda de campaña entre nosotros. El Adviento nos recuerda que el amor de Dios busca siempre la presencia y la cercanía. Con palabras de S. Juan de la Cruz: “Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, e yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura”. Felizmente, somos amados y visitados por el Señor.
Por eso, la venida del Señor viene a ayudarnos a superar la tristeza y a regalarnos la alegría y la esperanza. Porque no andamos sobrados de esperanza. Dios observa nuestra tendencia a la tristeza y la lamentación y quiere cambiarlas en alegría y fiesta. Cuando miramos lo que nos rodea a menudo nos fijamos sobre todo en lo que no funciona o en lo que funciona mal; nuestros diagnósticos de lo que pasa suelen ser muy negativos; como si estuviéramos permanentemente vestidos de luto y aflicción. Dios interviene porque hay tiempo para el luto, pero también para la fiesta. Decía S. Pablo: Siempre que rezo por vosotros lo hago con gran alegría.
El adviento llega cada año para ayudarnos a superar ese pesimismo y a sembrar nuestra vida de esperanza. El Señor nos repite una y otra vez en este tiempo de Adviento: Quítate el vestido de luto y aflicción y vístete las galas de la gloria que Dios te concede.
Frente a las dificultades que nos rodean, el Adviento nos invita a la esperanza porque Dios sigue siendo Dios, porque lo que más pesa es lo que Dios hace y no lo que hacemos nosotros. En palabras de la Escritura:
– El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. El Señor no nos ha dejado de su mano. Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares. Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. Tenemos esperanza porque Dios sigue actuando a favor nuestro.
– El que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra, la llevará hasta el día de Cristo Jesús. En la historia de la salvación lo más determinante es lo que Dios hace y no lo que hacemos nosotros. Nosotros fallamos a menudo, pero Dios no falla. Es Dios el que allana los caminos, el que rellena los valles, el que rebaja las montañas y el que endereza lo torcido.
– Toda carne verá la salvación de Dios. Frente a las dificultades del momento tenemos esperanza porque Dios nos sigue amando y sigue actuando a favor de los hombres.
Felizmente, la esperanza cristiana se fundamenta en Dios y no en los buenos deseos de los hombres. Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion, nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. Y Dios nos dice quítate el vestido de luto