Domingo 34º Fiesta de Cristo Rey
Por: Josefina Oller. Vita et Pax. Guatemala.
Reinar es servir
El evangelista Marcos, que nos ha acompañado a lo largo de este año litúrgico -con algunas excepciones- este domingo, vuelve a ceder el paso a Juan para que sea éste quien revele con toda claridad el secreto tan celosamente guardado por él: la realeza de Cristo Jesús
Son muchas las ocasiones en las que a Jesús lo han querido proclamar rey y de ellas siempre él ha escapado silenciosamente, escabulléndose entre la multitud y retirándose a orar. Para él no había llegado “su hora”. Y la hora llegó cuando justamente era el pueblo -que lo había querido proclamar rey- quien pedía su condena. Y la pedían ante Pilato, el representante del César. Entre los dos se inicia el diálogo. Pilato le pregunta qué ha hecho, le pregunta si es rey. Y Jesús contesta serenamente con otra pregunta para luego afirmar abiertamente que sí es Rey.
El procurador se desconcierta, Jesús le aclara: “pero mi reino no es de este mundo”. Para un juez romano que no tenía idea de quién era Jesús pero experto en leyes, eran incomprensibles sus respuestas. Estaban frente a frente dos conceptos opuestos: el reinar según el mundo, hecho de arrogancia, de poder, de prepotencia, de egoísmo y el reinar según Dios, hecho de vida y verdad, de justicia y paz, de servicio, de amor y perdón.
Imposible que se entiendan. Están en planos completamente diferentes. Jesús -que sabe que tiene la muerte cerca- muestra la serenidad de quien es señor de sí mismo, de quien tiene la madurez psicológica y espiritual para ser señor de los acontecimientos, es el hombre perfecto, el que el Padre envió y que supo “despojarse de su rango pasando por uno de tantos” y llevando una vida igual a todos subrayada desde el principio por su fidelidad y obediencia a la voluntad del Padre y por su constante actitud de servicio a los demás.
No se cansó de inculcar esta actitud a sus discípulos -lo hemos reflexionado y contemplado a lo largo de los domingos de este año- y nos lo inculca también a quienes somos ahora sus seguidores: “no he venido a ser servido sino a servir”. Servir tiene que ser la actitud fundamental del discípulo/a; de las comunidades eclesiales, de toda la Iglesia. Pero si “a la luz de esta actitud de Cristo, solo sirviendo se puede verdaderamente reinar, a la vez, el servir exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como reinar” (RH 21). Servir exige dominio de sí, vigilancia de las inclinaciones egoístas y manipuladoras, ejercicio de la escucha, la humildad y el discernimiento para en todo momento buscar el bien de las personas.
Todos/as cuantos nos llamamos seguidores/as de Jesús de Nazaret, deberíamos dar dentro de las estructuras del mundo este testimonio para lograr que poco a poco cambien los criterios de dominio y de poder de los que está llena nuestra sociedad. Es únicamente desde ahí que podremos esperar lo que tanto anhelamos: que otro mundo es posible.
Que la festividad de Jesucristo Rey y la próxima entrada al Año de la Misericordia convocado por el papa Francisco, sean un estímulo para que progresemos en el servicio desde las mejores actitudes evangélicas.