Textos Litúrgicos:
Hch,10,34.37-43
Sal 117
Col 3,1-4
Jn 20,1-9
Resucitar lo Bueno que Hay en Nosotros.
Seguimos viviendo un año atípico pendientes de la/las ola/s de la pandemia que crecen y decrecen, confinamientos, cierres perimetrales…buscamos ansiadamente la “nueva normalidad” que parece tarda en llegar, aunque los científicos nos abren una puerta esperanzadora con las múltiples vacunas que nos inmunizarán. Somos privilegiados, no todos los países tendrán la misma oportunidad. Una vez más la economía manda y quien más tiene va por delante.
En este contexto, celebramos el acontecimiento que da sentido a nuestras vidas, la Pascua de Resurrección: Dios viene a salvarnos aquí y ahora, viene a recrear nuestra vida en Él, a dar un giro a nuestras vidas, cuenta con nosotros para hacer realidad ese sueño suyo de fraternidad, tan necesario en estos momentos en nuestro mundo.
Como un dominó
Parece que nuestra sociedad está ensamblada a modo de un dominó, donde cae una pieza y todas las fichas se vienen abajo y es que esta pandemia a muchas personas les está pasando factura psíquica, social, económica y sanitaria: pesan los confinamientos, se convive con secuelas consecuencia del COVID, de un día para otro tanta gente se encuentra abocado al ERE o al ERTE, los pequeños negocios familiares no se pueden mantener. No quiero olvidar a tantas gentes de otros países en donde la situación es más precaria y siguen siendo víctimas del hambre, la violencia o la injusticia, a los que esta pandemia todavía ha debilitado más.
Muchos van quedando atrás, los últimos van en aumento, y es aquí donde Dios a través de nosotros se sigue haciendo presente.
Como nos dice la lectura de los Hechos de los Apóstoles a la resurrección llegamos muriendo, pasando por la cruz del sufrimiento, pero Jesús de Nazaret lo acogió, se hizo su cómplice y nos dio nueva luz que orienta y da sentido a nuestras vidas.
“Pasó haciendo el Bien”, y nosotros con pequeños gestos, humildes gestos y hechos, podemos de alguna manera estar cerca, acompañar y encargarnos de ellos. No caigamos en la tentación de la impotencia o la indiferencia.
La Carta a los Colosenses
La carta a los Colosenses nos hace una llamada buscar las cosas de arriba, a no poner el corazón en las cosas de este mundo, en definitiva, nos sigue llamando a transformar nuestros criterios, nuestra manera de estar en el mundo para enfocar nuestra vida desde Jesús y su evangelio.
Nos encontramos demasiado limitados de movimiento, faltos de libertad y hasta nos manifestamos; el menor atisbo de apertura lo vivimos como un acontecimiento, salimos a las calles, a las terrazas, tenemos prisa de encontrarnos y volver a tener una vida social.
Me preguntaba si nosotros también tenemos esa urgencia por salir y comunicar a los otros, testimoniando con nuestra vida, este acontecimiento pascual en el que decimos creer.
María Magdalena, Pedro y Juan también salieron corriendo para compartir la Gran Noticia. El Espíritu del Resucitado está con nosotros, salgamos también corriendo a hacer realidad la Buena Nueva, abramos ojos y oídos para estar próximos a los que van quedando en las cunetas de nuestra sociedad.
Unámonos con los que anhelan y trabajan por la humanización de la humanidad quizás sin conocer a Dios, hagamos piña para poder llevar a cabo el proyecto del Reino.
Que la fuerza del Resucitado cambie nuestras vidas y resucite lo bueno que hay en nosotros.
“Este es el día que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal 117)