Por: M. Carmen Martín. Vita et Pax. Ciudad Real
El 11 y 12 de abril tuvo lugar nuestro habitual “Retiro de Primavera” en Daimiel. Esta vez el grupo fue más numeroso, 20 personas. Y lo más característico de este Retiro sigue siendo su diversidad. Participamos miembros de cuatro Institutos Seculares diferentes; amigas y amigos laicos y laicas de distintos lugares; hombres y mujeres; personas solteras, casadas, viudas y consagradas; jóvenes y menos jóvenes… Todas y todos convocados por el mismo Señor, Jesús Resucitado, viviendo la diferencia como riqueza y no como amenaza.
Iniciamos escuchando la Palabra de Dios: “Estad siempre alegres en el Señor: os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna…” (Flp 4,4-7). Pero, cómo estar alegres con la que está cayendo. Cómo estar alegres con la situación de dolor que vive nuestro mundo, con la crisis que estamos padeciendo, con el número de personas paradas que hay en nuestro país, con las vayas que separan y matan, con el hambre reflejado en la mirada de los niños…
Un crucificado resucitado es la causa de nuestra alegría. El encuentro con Jesús es la clave porque todo el que se encuentra con Jesús queda transformado. Su vida cambia. El encuentro con Jesucristo es el encuentro con quien “da vida y vida en abundancia”. Que nadie se quede sin experimentar la alegría de este encuentro. Alegría producida porque Jesús nos muestra el rostro misericordioso y acogedor de Dios.
Y meditamos largamente el relato de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35). El episodio que comenzó en el camino con dos hombres tristes, termina con una comunidad que goza a pleno pulmón. Es el encuentro con Jesús resucitado quien ha hecho posible la diferencia. Ha expulsado el desánimo y la amargura, transformándolos en alegría y fecundidad. De ahí que todo el grupo del Retiro concluyó con la misma oración que estos dos discípulos: ¡Quédate con nosotras! ¡Quédate con nosotros!
Iniciamos el domingo con el himno: Cristo, alegría del mundo, resplandor de la gloria del Padre, ¡bendita la mañana que anuncia tu esplendor al universo! Compartimos la sonrisa de Pascua que cada una y cada uno quería aportar a su vida cotidiana para que fuera más cristiana, más de Dios. Y concluimos agradeciéndonos el ser capaces de compartir la experiencia de Dios. ¡Cómo enriquece este compartir desde lo hondo! Ojalá y fuésemos capaces de hacerlo más a menudo.
¡Hasta el año que viene!