Retiro Pentecostés 2020

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Retiro de Pentecostés 2020

Por: Chus Laveda y Maite Menor. Vita et Pax. Guatemala

A modo de introducción

Os invitamos a hacer un tiempo de oración, en esta espera del Espíritu, la RUAH de Dios, que vamos a celebrar en Pentecostés. Una celebración repetida cada año, según la pedagogía de la Iglesia, para que vayamos incorporando de manera más honda su significado como presencia de ese Espíritu de Jesús que se nos regala, que es, a su vez, la Ruah de Dios.

¿Y por qué lo llamo la RUAH? Porque el Espíritu tiene la misión de ser y dar aliento de vida, de ordenar el caos, como se nos dice en el libro del Génesis. Y solo las mujeres damos vida. Es la expresión femenina del Espíritu de Dios

Repensemos el significado de lo que vamos a celebrar y ahondemos en el verdadero sentido de la vivencia en el espíritu. Os invitamos, además de vestir de fiesta el corazón por el regalo del Espíritu, rasgar la envoltura y reconocer en verdad lo que significa vivir en el Espíritu de Jesús de Nazaret, a quien amamos, seguimos y queremos ser, como aquellas/os primeros amigas/os, sus testigos en Galilea, Jerusalén… en todos los lugares en que hoy Vida y Paz vive y trabaja.

Es una invitación a RECREAR, en nuestra propia historia, la historia de Jesús

  1. RUAH /ESPÍRITU

En hebreo se dice Ruah y significa viento, aliento. Y es una palabra femenina. En griego se dice Neuma y es una palabra neutra. En latín se dice Espíritu y es una palabra masculina.

Ruah es como el respiro corporal. Quien respira, está viva. Está dentro del ser y tiene que ver con las motivaciones, ideales, utopías, pasión. Es lo que hace que la persona se levante cada mañana llena de vitalidad. El Espíritu, la Ruah es la gran actora y protagonista de la Historia, de nuestra historia, como lo fue de la historia de Jesús, el hombre del Espíritu. Estamos en los tiempos del Espíritu, hasta el extremo que “nadie puede decir: ‘Jesús es Señor’ si no está movido por el Espíritu” como nos dice San Pablo en 1 Cor 12, 3.

Podemos decir que el mundo está enfermo, pero el soplo de Dios le penetra, y mientras existe el hálito hay vida. Por muy enfermo y demacrado que esté nuestro mundo “respira por las narices de Dios”. Esa es la acción de la Ruah, esa es la fuerza que mantiene viva la creación, que mantiene vivo al mundo.

La acción de la Ruah es “renovar la faz de la tierra”, como expresa el Salmo 104. Y hoy como ayer, el Espíritu/la Ruah sigue aleteando sobre el cosmos, sigue posándose sobre él para darle calor y vida. Vivir convencidas de esta presencia envolvente de Dios, es un antídoto contra el pesimismo.

La Ruah en la Biblia es fuerza, energía, potencia, vida… en nuestra concepción es algo mas diluido, anímico, espiritual, algo más etéreo. Hoy la espiritualidad nos urge a construir una espiritualidad que cuente con el aspecto histórico de la realidad y que se mezcle con él. Dios ha venido a quedarse en el estrato más profundo de la realidad histórica.

LA RUAH ES una FUERZA que nos involucra y nos agarra, somos agarradas por el Espíritu. Por eso el Espíritu es, ante todo, una experiencia. Una experiencia que cambia la vida y la forma de percibir el mundo y la realidad.

El Espíritu es el único que sondea y conoce lo profundo de Dios. Es camino de revelación para nosotras, y sólo a través de Él podemos tener la experiencia de Dios. Pablo así nos lo dice en 1 Cor 2,10-16 “El Espíritu lo explora todo, incluso las profundidades de Dios” “Nadie conoce a Dios sino el Espíritu de Dios”.

  1. EL ESPÍRITU ES VIDA Y NOS DA VIDA.

En un mundo plagado de muerte, la existencia de la vida es presencia del Espíritu. Constantemente nos está dando vida a nuestros huesos secos como dice Ez 37,5 “Yo les voy a infundir espíritu para que revivan y así sabrán que yo soy el Señor”. Nos está infundiendo ilusión y esperanza ante nuestros fracasos, fortaleza en nuestras debilidades, coraje y valor para superar, tantas veces, dificultades y obstáculos.

El Espíritu nos está dando, cada mañana, esa energía secreta para estrenar un nuevo día. Nos impulsa a través de nuestras ganas de crecer, de empezar de nuevo, de buscar nuevas alternativas y posibilidades. Estas son acciones del Espíritu y no siempre las sabemos reconocer como procedentes de Él.

Hemos considerado al Espíritu tan etéreo, tan “espiritual”, que lo hemos disociado de lo concreto y de lo cotidiano. Y se nos escapa que el Espíritu siempre actúa a través de la materia, a través del devenir de cada día. La realidad de cada día es el nido donde el Espíritu se posa.

Si abrimos nuestros ojos podremos contemplar y ser conscientes de cómo nuestro mundo y cada una de nosotras, está impregnada de su presencia y de su acción siempre transformadora.

Teresa de Jesús dijo que “Dios anda entre los pucheros”. Si estamos atentas, podremos descubrir que es a partir del Espíritu que nos descubrimos a nosotras mismas y descubrimos cuál es nuestro rol y nuestra misión en este mundo. No sólo no se opone a la materia, sino que la necesita para actuar, para trabajar.

4- Nosotras, que por carisma somos generadoras de vida, ¿qué gestos, actitudes, conductas manifiestan en nuestro actuar cotidiano esa presencia de la Ruah, dando Vida?

  1. EL ESPÍRITU ES EL PADRE Y MADRE DE LA NOVEDAD.

Nos hace ser creadoras y recreadoras. Nos impulsa a ser creativas, a innovar, a renovar y a ser fuente permanente de novedad. Cuando el Espíritu esta presente, siempre nace algo nuevo, porque el Espíritu no repite, renueva.

El Espíritu nos hace entusiasmarnos. La palabra entusiasmo procede del griego “Entheos” (En + theos) que significa “Dios dentro”, Dios dentro de nosotras, soplo interior de Dios. La idea que hay detrás es que cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo, es Dios el que, en nosotras, se sirve de nuestra persona para manifestarse. Si somos capaces de entusiasmarnos con lo que hacemos y buscamos hacer cosas que nos entusiasman, es porque la Ruah está empujando dentro de nosotras. Clodovis Boff llega a decir que el entusiasmo es una categoría neumatológica.

  1. EL ESPÍRITU ES FUERZA Y ACCIÓN.

Pone en pie a la persona y la mantiene en pie. Es el que nos levanta cuando nos caemos, es el que cuando estamos desanimadas nos anima a través de alguna mano amiga. Es el que nos hace hacer, no hace las cosas en lugar de nosotras, sino que nos empuja para que nosotras las hagamos. Nos lleva siempre a la acción.

Jesús que fue el hombre del Espíritu, cuando le preguntan si es el Mesías o tienen que esperar a otro, hace referencia a hechos y acciones: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia” Lc 7, 22. Así es de concreto el Espíritu, nos lleva a hacer acciones que se pueden palpar. El Reino no es etéreo sino algo bien concreto: transformar los signos de muerte en signos de vida, y eso es siempre acción del Espíritu.

  1. EL ESPÍRITU ES LIBERACIÓN, ES LIBERTAD Y NOS HACE LIBRES.

Esa es nuestra vocación, como dice San Pablo en Gal 5,13 “ustedes han sido llamados a la libertad”. Nos libera de nosotras mismas y nos ayuda a liberar a otros y otras. Rompe barreras, ataduras y egoísmos. Nos empuja a superar los sistemas de esclavitud y opresión.

En Lc 4,18-19, Jesús presenta su programa mesiánico. Recuerdan el texto: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor”.

Siempre que hay una acción liberadora, el Espíritu está presente. Constantemente está inclinando nuestro corazón hacia la libertad, a que trabajemos en la creación de estructuras justas que defiendan a los pequeños y a los débiles, a que construyamos espacios donde la democracia sea una realidad para todos los hombres y mujeres, y que ayudemos a empujar el gran sueño de Dios: la fraternidad universal.

Necesitamos:

  • Una espiritualidad para la implantación del reino en la historia.
  • Una espiritualidad asentada sobre el sermón de la montaña.
  • Una espiritualidad coherente con el evangelio.

La espiritualidad bíblica demanda una nueva mística, aquella que denominan “horizontal” o de “ojos abiertos” para ver… Jose Antonio García SJ, dice que “para los místicos horizontales, el mundo es el lugar de la adoración de Dios. Consideran al mundo como condición necesaria o camino de dicho encuentro”.

“Dios emerge en la mismísima densidad de las cosas, personas y acontecimientos, y es ahí donde se siente que quiere ser escuchado, servido y amado. El mundo y la historia, lejos de ser obstáculo para el encuentro con Dios, se convierten en mediación obligada”. (J.A. García, SJ “En el mundo desde Dios”, pág. 108)

4- ¿Cómo defino mi experiencia espiritual? ¿Coherente con el Evangelio, encarnada en la realidad, llena de ritos y signos espiritualistas que me separan de la vulnerabilidad y necesidades de quienes me rodean? Pon nombre a tu experiencia.

  1. ALGUNOS ASPECTOS DE LA ESPIRITUALIDAD
  • La espiritualidad es una tarea urgente para el mundo de hoy

Hay que recuperar el aliento vital, cada una personalmente y en la comunidad viviente que formamos el planeta. Recuperar el aliento vital es espiritualidad. El aliento vital no es solo el aire que respiramos sino que es aquello que nos comunica, nos relaciona con el exterior-interior, con el universo a través de esa corriente vital. Nunca conseguiremos progresar de forma sostenible hasta que no asumamos el camino más largo, el viaje interior, a lo que somos, a nuestra verdad más constitutiva, a nuestro profundo yo.

  • El espíritu que vibra en todo, origen y comienzo de todo.

Génesis 1,2 nos dice: “El Espíritu, la Ruah, aleteaba sobre las aguas”. La Ruah esta inmersa en todo, penetra todo y lo envuelve todo. Estamos inmersas en ella. El Espíritu fecunda y renueva todo. Crea, recrea y sostiene todo.

  • Espiritualidad es atención

“Atención es el punto de partida y el corazón de todos los caminos espirituales”. (Willigis Jager)

La atención es la clave de la sabiduría. Atender a lo que nos rodea. La atención permite conocer la realidad originaria, sagrada y habitada por la Ruah. Tú, yo, los demás, la naturaleza, etc. Ser conscientes de mí y de lo que me rodea, AQUÍ Y AHORA, por banal o pequeño que sea.

“Nuestra tarea consiste en vivir el momento presente, para ser mujeres y hombres convertidos en abrasadora presencia del Espíritu de Dios en el mundo actual” (Joan Chittister).

  • La Espiritualidad necesita silencio

La Espiritualidad necesita sumergirse en el silencio, acallar ruidos internos como los pensamientos, los sentimientos, las emociones, etc. El silencio se puede hacer donde se esta, se puede hacer en todas partes. Silencio que nos libera de los ruidos internos para sentirnos unidas al TODO, a la RUAH.

4- ¿Busco el silencio para el encuentro experiencial con Dios presente en lo que me rodea? ¿Acallo mis propios ruidos internos para escuchar lo que Dios me dice en mi hoy y en mi realidad?

  • La Espiritualidad es comunión con todos los seres

El Espíritu nos pone en relación con Dios, con el prójimo y con la tierra, con la naturaleza y todo lo que contiene. Nos pone en relación no sólo con los demás seres humanos, sino también en relación con los demás seres vivos.

“La naturaleza, además de manifestar a Dios, es lugar de su presencia. En cada criatura habita su Espíritu vivificante que nos llama a una relación con él”. (Obispos de Brasil)

4- ¿Cómo son mis relaciones con las que me rodean?

  • La Espiritualidad transforma y recrea

La creación no solo tuvo lugar en un momento dado, la creación está teniendo lugar ahora también. La Ruah crea en cada una, estamos creando y estamos recreándonos. La creación gime dolores de parto y el Espíritu se une a los gemidos de la creación. La Ruah transforma y recrea. El mundo no está acabado. Por eso la Espiritualidad es transformadora del mundo.

La espiritualidad se realiza en la acción creadora, en la colaboración del nacimiento de un mundo nuevo, un mundo posible y necesario, aquí y ahora. La Ruah crea a través de cada una de nosotras.

  • La Espiritualidad se vive en la vida diaria

La espiritualidad se vive en todo lo que constituye la vida. No requiere de nosotras nada que esté fuera de lo habitual, nos pone en comunión con lo que nos rodea. La Ruah está en todo, por eso es experiencia de la vida, lo que como, lo que gusto, lo que toco, etc. Espiritualidad, en el fondo, es experiencia de Dios.

Necesitamos descubrir el Espíritu que habita en todos los seres, ese Espíritu que acompaña y consuela, que libera y da anchura, que nos hace prójimos y compasivas, nos hace capaces de paz y de armonía, nos enseña a mirar a todos los seres con atención, respeto, miramiento.

  • Espiritualidad de buscadoras

Joan Chittister, dice que “nuestra tarea consiste en vivir el momento actual, nuestro tiempo, para ser hombres y mujeres convertidos en abrasadora presencia del Espíritu de Dios en el mundo actual”.

Necesitamos una espiritualidad creativa. Para muchos la esperanza se desvanece en la oscuridad de nuestro mundo y necesitamos ser signos de la presencia y fidelidad de Dios que siempre nos acompaña. Necesitamos una espiritualidad de la búsqueda de Dios, la idea de buscar a Dios y solo a Dios, da a la vida una nueva fuerza.

Buscar a Dios es un afán humano universal común a todas las culturas; es el proyecto humano más fundamental; afecta a todos los seres humanos; pero es central para todos los que queremos seguir a Jesús y ser sus discípulas. Nuestro mundo, Brasil, España, Guatemala, Ruanda, necesita hombres y mujeres que actúen con prioridades claras, con principios operativos que distingan una actividad buena de otra, con una preocupación por la justicia y con una caridad que reforme y transforme los sistemas opresivos de nuestro mundo y con una apertura a los pobres de Dios en nombre de Dios. Cualquier otra postura será compasiva pero imprecisa, bienintencionada pero no eficaz, amable pero no profética. Hay que estar impregnadas del Espíritu de Dios para ver el mundo como lo ve Dios, sin olvidar que “el mundo es el taller donde el Espíritu Trabaja”.

4- La persona cuya vida está ligada a esta búsqueda de Dios nunca conoce el fracaso y nunca espera el éxito, nunca conoce el éxito y nunca se rinde ante el fracaso. ¿Qué nos pasa cuando el fracaso nos sale al encuentro? ¿Nos rendimos fácilmente?

Buscar a Dios, es sentirse impulsada a la acción. Separar la búsqueda de Dios de la realización del trabajo de Dios, que es el Reino, se convierte en la verdadera antítesis de la espiritualidad. Necesitamos una vida espiritual fuerte, clara y testimonial, embebida en el espíritu de Jesús y fundamentada en el Evangelio.

La espiritualidad, en definitiva, es esa conciencia de vivir inmersa en Dios, de estar rodeada de Dios, de ser dirigida por Dios, de estar en presencia de Dios, de aprender a ver la vida con los ojos de Dios, de ser conscientes del amor, la acción y el cuestionamiento de Dios.

4- ¿Para mí es suficiente con cumplir con mi tiempo de oración y

celebración? ¿Ella me vinculan a la vida y necesidades de los demás? ¿Me urge a una transformación de las estructuras del mal y la deshumanización?

  1. “NECESITAMOS LA ESPIRITUALIDAD COMO NECESITAMOS RESPIRAR”

Una espiritualidad de la vida. De la sensibilidad y del cuidado, de la emoción de la belleza, de la fe en la bondad. Una espiritualidad profética: realista, sí, pero también crítica e insumisa; pacífica, sí, pero también subversiva de todos los sistemas que nos ahogan. Una espiritualidad de la
paz y de la justicia, pues no puede existir la una sin la otra. Una espiritualidad política, para una política planetaria digna de ese nombre, no prisionera de la Bolsa y de los paraísos fiscales.

Una espiritualidad que nos haga admirar el Misterio que es en el cosmos sin medida, en el cielo estrellado, en la piedrecilla del camino, en la hoja que vuelve a brotar, en los ojos de un niño, en el rostro de un refugiado o de un inmigrante.

Una espiritualidad que nos abra los ojos para contemplar el universo como un inmenso corazón que late, la Tierra como un gran organismo que respira y quiere seguir respirando. Una espiritualidad que nos llene de asombro, respeto y humildad, de profunda compasión y ternura por todo lo que es, sufre y goza. Somos hermanos de todos los seres. Somos interser. Todos los seres intersomos.

Una espiritualidad que nos enseñe a estar presentes: a nosotros mismos, al otro, a todos los seres. A vivir el presente, sin aferrarnos al pasado ni temer el futuro, y a desapegarnos cada día de la ilusión de nuestro ego, fuente de tanto sufrimiento. Una espiritualidad que nos enseñe a vivir en la Presencia Buena que lo envuelve todo y habita en todo. A vivir atentos a lo Real que se manifiesta y se va haciendo, sin cesar, en todo lo real. A ser libres y hermanos. A escuchar el grito de los seres heridos. A presentir y acoger la Paz que sostiene y mueve todo, a sumergirnos en ella tanto en la meditación como en la acción.

Una espiritualidad con religión o sin religión, pero siempre más allá de la religión en cuanto sistema de creencias, ritos y normas, bajo la autoridad de un clero sagrado y masculino. La espiritualidad se está emancipando de las religiones: he ahí uno de los rasgos fundamentales de la revolución cultural de nuestro tiempo, ya emprendida hace 2.500 años por Confucio y Laozi en China, por Buda y Mahavira en la India, por Isaías y Jeremías en Israel, por Heráclito y Parménides en Grecia. Y luego por Jesús.

4- Revisa cada uno de los párrafos que expresan qué espiritualidad necesitamos vivir hoy y reconoce qué aspectos tienes que mejorar, trabajar, para acercarte más a una vivencia real de lo que significa vivir al estilo de Jesús, el hombre del Espíritu.

  1. “NECESITAMOS UNA ESPIRITUALIDAD DEL ENVEJECIMIENTO”

“Debemos estar dispuestas a desasirnos de la vida que hemos planeado, a fin de poder disfrutar de la vida que nos aguarda” (E. M. Foster)

Es hora de descubrir la belleza de lo que significa envejecer bien y comprender que la última fase de la vida no es una no-vida. No importa la edad sino la forma de envejecer.

Cada periodo de la vida tiene una finalidad. Esta última etapa concede tiempo para asimilar todas las etapas anteriores. Y no se

trata solo de estar viva, sino de estar viva con mayor plenitud que nunca.

4- Tal vez haya sido una persona eficaz, pero no siempre una persona espiritual. Y ahora que esa eficacia ha dejado de ser el rasgo motor de la vida, ¿Qué soy yo? ¿Qué soy cuando no soy nada más que yo?

Es el momento de hacer las paces conmigo misma. Estamos en un periodo de reflexión y renovación espiritual. Este es el momento de preguntarme:

Mi obligación espiritual es envejecer bien, de suerte que otras personas que entren en contacto conmigo tengan coraje y profundidad espiritual para hacer otro tanto.

Es hora de verme a mí misma solo como parte del universo, como un mero fragmento y no como su centro.

Ser capaz de aceptar el calor, la lluvia, el dolor, las limitaciones, las

inconveniencias y molestias de la vida, sin pretender castigar pasivamente al resto de la humanidad por las exigencias que conlleva la existencia humana.

Ser capaz de expresar mi verdad sin necesidad de llevar razón. Afrontar la pequeñez y regocijarse con el tiempo que queda, a fin de ser dulces en vez de ser más agrias que nunca.

  1. VOLVAMOS A LA VIDA DE LA MANO DEL ESPÍRITU/RUAH

Cuando yo estoy haciendo esta reflexión para compartirla con todas vosotras, estamos viviendo una situación difícil y angustiosa, por la pandemia del coronavirus que nos afecta a todos y a todas en medio de nuestro mundo. Es una situación de emergencia global, que nos implica a nivel mundial. Que nos confina en casa, que no nos permite estar cercanas físicamente, que nos limita en nuestras expresiones de afecto y en nuestras acciones diarias en relación con las demás.

¿Y cómo descubrir en ella presencia del Espíritu, cómo entender y discernir su significado de vida en nosotras y en lo que nos envuelve? ¿Cómo hacer presente la vida, la fuerza, la certeza de que ese mismo Espíritu habita y actúa en nosotras? Porque hemos dicho, y es verdad, que la espiritualidad, la vivencia del Espíritu la tenemos que experimentar, testimoniar, prolongar en la realidad cotidiana, en las situaciones de cada día, ahí donde estamos.

Hoy se nos presenta nuevamente el reto de regresar a la vida de Jesús, leer los Evangelios otra vez y reencontrarnos con el Dios del Reino para que lo podamos celebrar en la vida y en el banquete. Esto pasa por recuperar la praxis histórica de Jesús de Nazaret y el seguimiento que hicieron las primeras comunidades cristianas. Una praxis inspirada en la noción central del Reino de Dios y vivida por medio de relaciones cotidianas que nos humanizan. El reto esta en redescubrir el espíritu con el que Jesús actuó y vivió, su apuesta por una vida de profunda confianza en un Dios que es Padre y que nos ama con las entrañas de una madre. Un Dios que sólo busca el bien de todos sus hijos e hijas y nos invita a vivir desde la entrega solidaria a los otros, haciéndonos próximo a cada-otro/a hasta hacernos hermanos/as. Seguir el estilo de vida de Jesús es un primer paso para reencontrar sentido en lo que hacemos y comprometernos a humanizar nuestras sociedades. Es la única forma de ser testigos de que su Espíritu vive en nosotras y nos hace generar vida y esperanza.

4- La realidad que nos envuelve hoy nos permite ejercer este servicio. Desde nuestra fragilidad, limitación, trabajo, servicio, presencia.

4- ¿Cómo voy yo a hacer presente al Espíritu, desde esta perspectiva que habla más de acción, que de ritos y fórmulas aprendidas?

Pensemos en lo que Jesús hizo: sanar, acoger, restituir la dignidad de las personas, perdonar, dar de comer, hacerse cercano a las realidades concretas, especialmente con los más vulnerables y desfavorecidos.

Seguir a Jesús con “su estilo” de ser y actuar.

No hay espiritualidad sin fraternidad. Es el encuentro con Dios en las/os otros. Es relacionarnos con Dios a través de las/os otras/os.

En eso manifestamos nuestra coherencia de vida como seguidoras de Jesús.

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