Reunión de Asambleístas
Del 5 al 7 de abril 2013, nos reunimos en Madrid las asambleístas que tomaremos parte en la VIII Asamblea General de Vita et Pax, cuyo lema es: Vita et Pax al encuentro de Jesús y su Reino, con la mirada de hoy. No obstante, por la distancia, faltaron todas las compañeras que se encuentran viviendo fuera de España, aunque las tuvimos muy presentes.
Iniciamos la reunión con una oración que nos ayudaba a tomar conciencia de nuestro ser de asambleístas y la responsabilidad que conlleva para llevar a cabo la voluntad de Dios, por eso, la invocación al Espíritu fue lo primero:
Ésta es la hora en que rompe el Espíritu
el techo de la tierra, y una lengua de fuego
purifica, renueva, enciende, alegra
las entrañas del mundo.
Ésta es la fuerza que convoca a Vita et Pax
a su octava Asamblea General
para que camine en medio de los hombres y mujeres,
al encuentro de Jesús y su Reino,
con la mirada de hoy.
Después de las informaciones y aclaraciones pertinentes nos centramos en contemplar nuestra vida a través de las diferentes Asambleas celebradas. El objetivo era hacer memoria de nuestro ser y quehacer a través de ellas. En cierta manera somos el resultado de todas esas Asambleas, de todos los objetivos trabajados, tantas metas marcadas, tantos medios utilizados… Tener una visión de conjunto nos enriquece y nos daba perspectiva para continuar.
La Asamblea supone adentrarnos en el misterio de la voluntad de Dios. Estamos convocadas para abrirnos al Espíritu, a su acción y en su dinámica dejarnos llevar por las intuiciones que nos va manifestando como Instituto. El P. Cornelio definía claramente qué es una Asamblea “¿Qué es la Asamblea? El Instituto entero congregado en el Espíritu para examinar ante Dios, la respuesta a su llamamiento, bien sea corporativa, bien individualmente, a la luz del carisma fundacional del Instituto y tomar decisiones necesarias o convenientes, en orden a una respuesta cada vez más fiel a Dios, para llevar a cumplimiento las exigencias del mismo Dios” (I Asamblea).
No partimos de cero, tenemos ya un buen trecho de camino recorrido. Hacemos memoria para responder con más autenticidad y novedad a la llamada de Jesús; para inspirar y orientar nuestra tarea y lograr que la vida humana sea más vida y más humana; para dar respuestas concretas a la esperanza de los hombres y mujeres de hoy; para ser libres desde la experiencia de una libertad cada vez más donada; para luchar por la justicia y sufrir con el sufrimiento de los demás y para apostar por la paz en un mundo en conflicto.
Hay una serie de temas que persisten con los años y lo seguirán haciendo, otros que, según las necesidades, aparecen puntualmente o a partir de un determinado momento, etc. No son sólo nuestras preocupaciones ni puras coincidencias sino que, en su insistencia, está el impulso de la fuerza de Dios, no en vano nuestros estatutos nos indican: “Nuestras vidas están orientadas por el Señor y dirigidas según el carisma que nos otorga al llamarnos, como lo manifiesta el Profeta: ‘Antes de que te formara en las entrañas maternas te conocí; antes de que salieras del seno materno te consagré para Profeta de los pueblos’ (Jer 1,5) [Art. 49]”.
Y Dios espera de nosotras lo que ya sabemos, “La vida de cada uno de los miembros de ‘Vita et Pax in Christo Jesu’, ha de ser en todo momento una respuesta generosa, pronta, absoluta al plan que Dios le ha trazado en su llamada… (Art. 50)”. La VIII Asamblea será, por tanto, un momento privilegiado para quitarnos el polvo del camino y reorientarnos para ir al encuentro de Jesús y su Reino con la mirada de hoy, un Jesús encarnado, pobre y profeta.
Después de dos días intensos de trabajo, concluíamos haciendo nuestros los anhelos del Padre Cornelio en la convocatoria a la III Asamblea: “Que sea una Asamblea valiente, realista, sincera, esperanzada y anclada en el Carisma. Con necesidad de una preparación activa y participada. Apoyadas en Cristo Jesús, Piedra Angular”, así como lo que esperaba de las asambleístas: “Vivir la Asamblea: Con toda intensidad, en sus justas dimensiones, equilibrando valores, viviendo toda la panorámica que presenta el programa concreto preparado. Con conciencia cada vez más aguda de que somos asamblea, de que somos colegio. De que hemos sido elegidas por las demás y para las demás. Vivir en Asamblea: En sintonía perfecta de ondas y tiempos, con todas las incidencias de ella. Con exclusión de todo aquello que pueda distraer nuestra atención: personal, familiar, apostólica… Sin distraernos de su quehacer fundamental” (I Asamblea).